El 25 de abril de 1974, en menos de 24 horas 144 capitanes demócratas del ejército luso pusieron fin a un régimen corporativista y confesionalmente católico, que gobernaba el país desde 1926. La llamada Revolución de los Claveles decretó el fin del arcaico imperio portugués que se había fundado en África en 1415 y en Asia en 1498.
No obstante, la revolución de mentalidades y tradiciones arraigadas ha sido mucho más lenta, muy en especial en lo que a la igualdad de géneros se refiere, comenta Góis al analizar la situación de las portuguesas con motivo del Día Internacional de la Mujer, este jueves 8 de Marzo.
Tenaz resistente a la dictadura de «O Estado Novo» de Antonio de Oliveira Salazar y Marcello das Neves Caetano, la vicepresidenta de la Unión de Mujeres Alternativa y Respuesta (UMAR), Manuela Góis, es una de las más destacadas defensoras de los derechos femeninos en este país. La activista reconoce lo conquistado en las casi cuatro décadas democráticas, pero subraya que las mujeres «aún deben recorrer un largo camino para lograr la ciudadanía plena».
Góis, que nació en Lisboa en 1951, es profesora de economía en la educación secundaria, autora de varios artículos y coautora del libro «Roteiros Feministas: Lisboa também é das mulheres» (Itinerarios feministas, Lisboa también es de las mujeres). Esta obra «hacía falta, ya que no existía una mirada feminista sobre Lisboa y porque la historia tradicional convierte en invisible el papel de las mujeres», comenta.
¿Qué progresos destaca para las mujeres desde la Revolución de los Claveles?
MANUELA GÓIS: En estos 37 años de democracia las mujeres han conquistado un conjunto de derechos fundamentales, tales como votar y ser candidatas en elecciones legislativas, presidenciales y municipales. La ley de la paridad para las elecciones establece la cuota de un tercio, como mínimo, para las mujeres, que ahora pueden ejercer profesiones a las que antes de la revolución de 1974 no tenían acceso, como magistradas, juezas, diplomáticas o comerciantes, sin autorización de los maridos.
También ha disminuido el peso de la Iglesia Católica en la vida de las mujeres. El divorcio y luego el aborto, una larga batalla de UMAR concluida solo en 2007.
MG: Debido al Concordato firmado en 1940 entre el régimen de Salazar-Caetano y El Vaticano, las parejas casadas por la Iglesia Católica no podían divorciarse. Solo existía este derecho para las casadas civilmente. La revolución del 25 de abril otorgó a todos el derecho al divorcio. Actualmente, las mujeres en Portugal pueden abortar libremente, con garantías de seguridad y gratuitamente hasta las 10 semanas de gestación.
Una queja frecuente es la desigualdad en las remuneraciones laborales. ¿No fue esta también una conquista del 25 de abril?
MG: En efecto, se conquistó el derecho de «salario igual para trabajo igual», estipulado en el Artículo 13 de la Constitución de la República. Sin embargo, existen todavía sectores que no aplican este principio constitucional de la consagración del derecho a la igualdad de géneros.
¿Qué otros logros de la lucha de las mujeres le parecen destacables, cuando se celebra el 8 de Marzo?
MG: Existe una ley sobre la violencia doméstica que la considera crimen público, también la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo. Estas conquistas son causa y consecuencia de las luchas de las mujeres. Sin embargo, aún hay mucho camino que hacer por la ciudadanía plena, ya que las mujeres se mantienen subrepresentadas en la esfera pública y la presencia en el sector privado es todavía muy insuficiente.
¿Por ejemplo?
MG: Las mujeres, pese a representar el 59 por ciento en las profesiones intelectuales y científicas, continúan siendo minoritarias en los cuadros superiores, con una presencia del 32,5 por ciento. Por otro lado, constituyen un 73 por ciento del total de la mano de obra no calificada.
El derecho a la salud sexual y reproductiva, el acceso de las lesbianas y de las solteras a la procreación médicamente asistida y el derecho a la adopción de todas las personas, independientemente de su orientación sexual, son algunos ejemplos de derechos pendientes de cumplimiento.
El 26 de febrero, el Parlamento vetó un proyecto de ley del Bloque de Izquierda (BE, por sus siglas en portugués) sobre la adopción por parte de matrimonios homosexuales, lo cual fue un retroceso, al poner en causa el principio de la igualdad entre todas las personas, y reveló el conservadurismo de la mayoría de los partidos, incluido el Partido Comunista y algunos diputados socialistas. Solo el Bloque y el Partido Ecologista los Verdes (VEV) votaron a favor. Existen muchas familias homosexuales que no podrán legalizar la situación existente.
¿Cómo coloca a Portugal en comparación con el resto de Europa?
MG: En algunas áreas, las portuguesas en relación a otras europeas, tienen una situación más igualitaria y en otras menos. En cuanto al aborto, el plazo para la interrupción del embarazo es todavía corto, la ley de violencia doméstica, pese a que ha sido mejorada, debería forzar que el agresor se aleje y no hacer que la mujer cambie de domicilio y de empleo.
En la Unión Europea, las mujeres ganan en promedio 17,5 por ciento menos que los hombres. En Portugal, esa diferencia es actualmente de 21 por ciento. Con excepción del BE y del PEV, y con muchas limitaciones los socialistas, ningún partido practica la paridad, ya que son estructuras patriarcales donde el dominio masculino es inmenso.
En el movimiento sindical, la presencia femenina no es relevante, ya que los sindicatos mantienen estructuras de dominio masculino, donde las mujeres están poco representadas. En 2011, la salud y los salarios fueron los factores más penalizadores para las mujeres en Portugal.
De acuerdo con el Foro sobre la Igualdad de Género (Foro de la Unesco sobre igualdad de género y los Objetivos de Desarrollo del Milenio), Portugal aparece en la posición 35 entre 135 países.
Entonces, la lucha continúa...
MG: Continuamos luchando por la igualdad de derechos, pero hemos ampliado la batalla contra todas las opresiones. Esto porque la identidad es intersectorial. Está plenamente asociada al género, etnia, clase, orientación sexual, capacidad física, la nacionalidad, el estatuto de la inmigración, la religión y la identidad.
Por lo tanto, es cuestionable la heterosexualidad normativa asociada al binario de sexo/género, colocándola por encima de lo específico de la experiencia de las personas, que son sometidas a múltiples formas de subordinación en la sociedad y no solo esa.