Es lo que demuestra el famoso ranquin de la Universidad Jiao Tong de Shanghái cuya última edición de 2012 acaba de publicarse. Esta clasificación que existe desde 2003, mide las 500 mejores universidades del mundo mediante la capacidad de investigación de los campus y los conocimientos recibidos. Para alcanzar este objetivo, utiliza varios criterios como el número de publicaciones en revistas especializadas («Science», «Nature»), el número de exalumnos galardonados con premios internacionales (Premio Nobel, medallas Fields), número de investigadores citados en otros estudios, la eficiencia académica o las dimensiones de la institución...
Una vez más este año, la lista deja a los campus europeos fuera del Top 20 y a los campus españoles fuera de los 200 primeros mientras que las instituciones anglosajonas siguen copando los primeros puestos. A ese respecto, los Estados Unidos destacan y confirman su supremacía de los años anteriores con 150 universidades colocadas. Las cuatro primeras son inamovibles con Harvard a la cabeza y Stanford en el segundo puesto.
En comparación, Europa no queda muy bien parada ya que entre las 20 primeras universidades, solo hay tres que no sean estadounidenses: Cambridge (5°) y Oxford (10°) de Reino Unido y la Universidad de Tokio en Japón (20°). A continuación está la Escuela Politécnica Federal de Zurich (23°) y le siguen las francesas Paris-Sud y Pierre y Marie Curie (42°).
El Reino Unido consigue colocar 38 universidades y Alemania, 37. Pero lo que más llama la atención es la tendencia en alza de China que coloca 42 instituciones entre las 500 mejores del mundo aunque todas ellas estén fuera del top 100. En cuanto a España, la Universidad Autónoma de Madrid, la Complutense y la de Barcelona son las que están más arriba pero a partir del puesto 201.
La lista no deja de suscitar reproches, especialmente por parte de Europa y de Francia. En los últimos años se ha criticado mucho las carencias y limitaciones metodológicas de la clasificación de Shanghái. Sus criterios se enfocan demasiado hacia las investigaciones en ciencias exactas, los premios Nobel, las medallas Fields en detrimento de la enseñanza o de las ciencias humanas y sociales. Los criterios no hacen justicia a todas estas instituciones tan distintas y se cuestiona su efectividad.
Muchas universidades son lentas en adoptar el inglés como lengua de trabajo o aun publicar en inglés, lo que les impide tener más visibilidad. Además, hay que notar que los sistemas educativos son muy diferentes. Existe una selección para ingresar en las universidades americanas que no tiene lugar en países europeos como Francia. En cuanto al criterio de los profesores premiados, tiene más que ver con la capacidad de financiación de cada universidad. Las que disponen de presupuestos altos son mucho más atractivas para los profesores premiados.
Otra cuestión es la influencia que ejercen estas listas cuyo método de valoración favorece claramente a los países anglosajones. Estas clasificaciones se han convertido en un poderoso instrumento para fomentar la competencia y la transparencia de las instituciones y dirigir las políticas educativas de muchos países.
Sin ir más lejos, Francia ha cambiado su política pública inyectando fondos extra para mejorar puestos. Muy consciente de la presencia bastante pobre de las universidades europeas en los centros de conocimientos internacionales, Geneviève Fiorasio, la ministra francesa de Enseñanza Superior e Investigación ha indicado en los últimos días que Francia forma parte de una iniciativa para la implementación a partir de 2013, de una clasificación europea con diferentes criterios con el fin de favorecer la elección de universidad por parte de los estudiantes.
Pocas listas están concebidos para ayudar a los alumnos a elegir la universidad más adecuada para ellos. Y eso lo lamenta también la Asociación Europea de Universidades. Por otra parte, muchos expertos advierten de los peligros de otorgarles una influencia tan importante que se conviertan en objetivos políticos y descarten criterios tan importantes como la calidad de la enseñanza.
Si una de las lagunas más obvias de las universidades europeas radica en su poca capacidad para atraer talento o su escasa especialización, se trataría de no resistirse a la internacionalización de la docencia para dar paso a la excelencia y a la competencia. Algo que el actual modelo universitario europeo no favorece.