Las masivas manifestaciones de Brasil sorprenden a todos

Los brasileños han dejado por un momento apartado el fútbol, una de las cosas que más aman, para denunciar la carestía de vida y la corrupción. En medio de la celebración de la Copa Confederaciones de fútbol y a un año de que se dispute el Mundial de Fútbol, miles de personas han salido en 20 ciudades del país para pedir que el desarrollo económico no se olvide de los ciudadanos y sus problemas cotidianos.

Protestas en Río de Janeiro
Protestas en Río de Janeiro / RafaelLlouzeiro

Brasil, la potencia emergente, el país en el que deposita su mirada el mundo entero, ha sorprendido a ese mismo mundo con masivas manifestaciones populares que han alcanzado, al menos a 20 ciudades y movilizado a miles de personas.

¿Cuáles fueron los motivos que impulsaron tan espectaculares protestas? El disparador fue, sin duda, el aumento en el precio del transporte público. El precio de un viaje en Ómnibus o Metro puede alcanzar, dependiendo de la ciudad, hasta 1,60 dólares. El inminente incremento en esta ya elevada tarifa fue la gota que rebasó el vaso. Estudiantes universitarios, convocados por medio de las redes sociales, fueron los principales organizadores de las concentraciones. La masividad fue sorprendente tanto para los observadores comunes como para las autoridades y referentes políticos.

Nadie esperaba un despliegue de semejante envergadura en un país que no presenciaba protestas de este tipo desde 1992. Aquel año el movimiento estudiantil llamado «Caras pintadas» tomó las calles y tras varios días de protestas, el entonces presidente Fernando Collor de Melo abandonó el poder mediante un procedimiento de «impeachment».

Las motivaciones de fondo que han sacado a la gente a las calles son muy amplias. Desde aquí y hasta 2016, Brasil será sede de los más importantes eventos del deporte mundial. La Copa de las Confederaciones, el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos. El gobierno ha desembolsado inmensas sumas en el acondicionamiento de estadios, que en muchos casos, han costado a las arcas públicas mucho más de lo que deberían. Los sobreprecios y la corrupción han terminado por elevar los presupuestos. Los gastos efectuados para la organización de la Copa del Mundo ya han superado la barrera de los 13.000 millones de dólares y aún falta mucho por hacer. Por citar un ejemplo particular, el estadio Maracanã había sido integralmente reformado para los Juegos Panamericanos de 2008, el jugoso presupuesto había sido aprobado bajo la justificación de que el escenario quedaría listo para el Mundial de 2014. Pero nada de eso sucedió.

Con el mundial en la mira, el Gobierno Federal ha desembolsado 500 millones de dólares adicionales para demoler las reformas realizadas en 2008 y reconstruir el Maracanã una vez más, esta vez sí, respetando los patrones de la FIFA. Es cierto que el estadio es simplemente espectacular, de lo mejor de lo mejor a nivel mundial. Pero vale la pregunta ¿era necesaria la re-reforma? En las manifestaciones se ven muchos carteles que sostienen que lo único que respeta los «Padrones Internacionales de la FIFA» en el Brasil de hoy son los Estadios, porque los hospitales, escuelas y otros servicios públicos siguen sin satisfacer adecuadamente las necesidades de la población.

El aumento general del coste de vida es también un componente clave en las protestas. Si bien la inflación en Brasil se ha mantenido relativamente baja en los últimos años (entre el 5 y el 7%), el aumento de los productos de la cesta básica es marcadamente superior. En los últimos 12 meses el incremento ha sido del 22%, el mayor en la última década. Si tenemos en cuenta que durante el mismo período el salario mínimo creció solo un 9%, podremos entender un poco mejor las motivaciones de los manifestantes.

Las protestas son apartidarias, no apuntan ni hacia Dilma Rousseff, ni hacia ningún político en particular. Las reivindicaciones son de carácter general. El titular de la primera plana del diario paulista «Folha de Sao Paulo» bien lo resume con un: «Miles salen a las calles contra todo». Se trata de un fenómeno más social que político, el cual predomina en las grandes ciudades. Una sensación de malestar general para con la administración pública, la cual, ya sea por ineficaz o corrupta, no ha sabido atender las necesidades ciudadanas. A pesar de los elevados impuestos, la incapacidad estatal ha terminado por afectar de forma negativa los estándares de vida urbanos.

En medio de la sorpresa, los principales referentes políticos han limitado sus declaraciones, quizás simplemente porque no tienen respuestas a tan amplias demandas. La Presidenta ha sostenido que está «orgullosa» de los manifestantes y que todo reclamo debe ser escuchado. Su pasado como activista política juvenil y luchadora social explican su «tolerancia» para con los movimientos estudiantiles.

Algunos se han arriesgado a comparar estos movimientos con lo sucedido con la «Primavera Árabe». Estas analogías no son del todo acertadas. Mientras en Oriente Medio y el Norte de África los manifestantes perseguían el claro objetivo de derrocar a las autoridades, en este caso pareciera que la estabilidad política no está comprometida. Los activistas no buscan la caída del gobierno.

Por ahora hay más interrogantes que certezas en relación a esta nueva y compleja realidad social brasileña.

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