«Hay un proceso de empobrecimiento forzado», explica el presidente de la Asociación de Oficiales de las Fuerzas, Manuel Pereira Gracel, quien justifica la acción como una respuesta ante la situación «indigna y humillante» a la que está siendo sometido el Ejército portugués. Reducción de las remuneraciones, alteraciones en la reserva, cambios en los procedimientos ya establecidos, recortes en la sanidad hospitalaria y extinción del fondo de pensiones han sido algunas de las razones enumeradas por Pereira Gracel. Todas estas reclamaciones fueron entregadas a un representante del presidente de la Asamblea de la República.
«Estamos serenos, pero no somos sumisos», inquirió por su parte el presidente de la Asociación Nacional de Sargentos, Lima Coelho, frente a la escalinata de la Asamblea de la República, donde finalizó la manifestación. Su alegato recordó que también antes de aquel 25 de Abril de 1974 que cambiaría la historia del país se decía que los militares estaban tranquilos.
«Somos los primeros responsables de la Constitución portuguesa, de la libertad del pueblo portugués, porque tuvimos el coraje de instaurar una democracia que hoy es una cleptocracia», recordaron, en una clara alusión a que, desde mayo de 2011, Portugal vive bajo la atenta mirada de la troika y sujeto a sus medidas de recorte para hacer frente a la deuda.
La manifestación de las Fuerzas Armadas de este sábado 15, a la que ha acudido personas de varios puntos del país, ha recorrido de manera pacífica y tranquila, apenas sin cánticos pero con muchas banderas negras, el centro de la capital. Pocos han llevado alguna insignia o distintivo militar, aunque sí se ha podido ver alguna medalla de Angola y Mozambique, antiguas colonias portuguesas. Y es que, precisamente los militares que acabaron con la dictadura, hace ya cuatro décadas, eran combatientes de las guerras coloniales. Con la Revolución de los Claveles llegó la independencia también para las colonias portuguesas.
Luis Reis, presidente de la Asociación de las Plazas, otra de la organizaciones convocante, recuerda a aquellos que participaron en «una guerra que no era de ellos», combatientes que vinieron de ultramar con «secuelas físicas y psicológicas» y que ahora son discriminados en las prestaciones de cuidados sanitarios. Reis critica también los cambios en los regímenes específicos de los militares, «un ataque sin precedentes a las Fuerzas Armadas y a quienes en ellas sirven».
«No bajaremos los brazos»
La manifestación terminó y empezó de la misma forma. Cerca de dos millares de voces cantaron al unísono el, Grândola Vila Morena (la canción que sirvió como señal para iniciar la Revolución y que es todo un símbolo en Portugal) y E Depois do Adeus (otra de las melodías asociadas al 25 de Abril).
«No bajaremos los brazos, sabemos que un solo acto no resuelve todo, pero la continuidad puede llevar a la resolución de los problemas», apeló Lima Coelho, subrayando que todas las manifestaciones de la sociedad portuguesa «son ríos que fluyen hacia un mismo mar donde un día nos vamos a encontrar».
La nota distintiva la dieron las alumnas del Instituto de Olivelas, un centro formativo sólo para mujeres dependiente del Estado Mayor del Ejército, al que acuden hijas de militares, y que el Gobierno quiere cerrar. Sus uniformes marrones, sus gritos de guerra y sus rosas rojas rompieron la seriedad del acto.
«Ladrones» fue uno de los chillidos más repetidos entre los congregados durante las intervenciones finales. La policía, que había vallado la zona para impedir el acceso a las escaleras que llevan a la Asamblea de la República, también fue mencionada por Gracel en sus palabras finales: «Nos están guardando de los señores que están allí dentro y nos están robando». Para algunos de los policías de servicio fue imposible evitar la sonrisa.