El expresidente del Ejecutivo español alerta de que Europa no se puede permitir ser irrelevante en la gobernanza mundial. Para González, las causas de la gran depresión europea hay que buscarlas en el «desorden» del sistema financiero que «ha aplastado la economía real y la cohesión social construida durante décadas».
«Si, en la década de los 80, con 5.000 dólares per cápita de renta pudimos edificar un sistema sanitario público, no entiendo cómo no se puede mantener ahora que la renta per cápita española es de 32.000 dólares», ha reflexionado el autor del informe sobre el futuro de Europa que le encargó el Consejo Europeo y que González duda de que un solo líder de los Veintisiete lo haya leído.
Otro de los motivos que, según Felipe González, explica la grave recesión es que «hace 20 años firmamos la Unión Económica y Monetaria, pero solamente hemos puesto en marcha la Unión Monetaria». Por lo que considera urgente que los Estados Miembros creen la unión fiscal y económica para dotar al euro de una coherencia institucional y política que en el momento de estallar la crisis de deuda griega no tenía.
El socialista está seguro de que no existe voluntad política para salir de la crisis y ha advertido de que los fuegos se evitan antes de que prenda la mecha, en relación con la gestión desastrosa de la UE respecto a la crisis helena. «En marzo de 2010, salvar a Grecia nos hubiera costado 30.000 millones de euros; ahora, con 300.000 millones de euros Grecia ya no tiene arreglo».
El fracaso griego lo ha ejemplificado con el Estado norteamericano de California, al que ha definido como «el Estado fallido más rico del mundo» por gastar más en prisiones que en educación y que, a pesar de ser la novena potencia del mundo, ha tenido que ser salvado por la Reserva Federal de EEUU. Lo que le permite pagar intereses por su deuda al 1 por ciento y no al 15 por ciento como está pagando Grecia debido a que el Banco Central Europeo no ejerce las mismas funciones que la Reserva Federal.
«La financiarización de la economía real es la resultante de que, el mismo día que quebró Lehman Brothers, las agencias de calificación la hubieran calificado con la triple A», la máxima nota de solvencia, debido a la relación directa entre las agencias de calificación y los fondos de inversión que las financian. De ahí que llamen a regular el sistema financiero para que éste no tenga más poder que los líderes elegidos en las urnas.
Competir en excelencia
Para salir de la espiral de austeridad y pobreza en la que la ortodoxia alemana tiene sumida a Europa, Felipe González ha recordado que China, además de ser la fábrica y la acreedora del mundo, es una potencia tecnológica, por lo que sólo se puede competir desde la inversión y excelencia. Por este motivo, le parece incomprensible que España esté recortando en educación e investigación ya que «sólo vamos a competir en el futuro en la medida en que seamos excelentes».
González cree que la economía ha de volver a la política porque lo que está en juego es la democracia representativa «por la influencia de los poderes financieros que no aceptan ser regulados», al mismo tiempo que ha señalado que la crisis europea no es de solvencia, «seguimos siendo la primera potencia económica mundial», sino de liquidez.
Para que vuelva a correr el crédito, llama a Alemania a bajarse del carro del austericidio porque «las economías que no crecen no pagan sus deudas», en una clara advertencia a la canciller alemana, interesada más por controlar la inflación que por poner en marcha políticas de crecimiento. El socialdemócrata ha criticado la poca visión europeísta de Angela Merkel que está gobernando para satisfacer al 38 por ciento de votantes alemanes que viven de una pensión o de sus ahorros y a los que les preocupa sobremanera la subida de los precios para decidir su voto en las elecciones alemanas previstas para primavera.
No obstante, la mayor preocupación del inquilino que más tiempo ha vivido en el Palacio de la Moncloa es que «detrás de los recortes hay un cambio de modelo para acabar con la cohesión social». Asimismo, ha reconocido que existe una guerra ideológica, que está transfiriendo el poder público hacia intereses privados, pero también ha defendido un gran pacto de Estado para llevar a cabo las reformas estructurales que España necesita. Sobre la izquierda española, piensa que debería aspirar a algo más que a ser un modelo de resistencia y anima a las fuerzas políticas progresistas a que salgan de la crisis con propuestas.
Se podrá estar a favor o en contra de Felipe González, pero es indudable su locuacidad arrolladora después de 17 años desde que salió de Moncloa. Su brillante oratoria, mezclada con razón y emoción, y una pose cercana que da credibilidad y amabilidad a afirmaciones tan incómodas como la de que el sistema de pensiones es insostenible y toca reformarlo. A sus 71 años y en su Sevilla natal, «donde siempre me atrapa el recuerdo», ha dejado claro que se puede debatir ideológicamente cómo construir el edificio pero no que el edificio ha de ser Europa o, de lo contrario, ni siquiera Reino Unido podrá sobrevivir al mundo multipolar que lastra a la Unión hacia la irrelevancia mientras los líderes europeos actúan con estrategias cortoplacistas.