Por corresponsales de IPS*
MBARARA, Uganda, (IPS) - La 56 sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la
Mujer (CSW, por sus siglas en inglés) se desarrolla en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York con el empoderamiento de las campesinas como prioridad de la agenda.
Según un comunicado de prensa divulgado la semana pasada por ONU Mujeres, las campesinas «constituyen una cuarta parte de la población mundial. Representan una gran parte de la fuerza laboral agrícola, producen la mayor parte de los alimentos cultivados, especialmente en la agricultura de subsistencia, y realizan la mayor parte del trabajo de cuidado no retribuido en las áreas rurales».
Sin embargo, «el sustento y el bienestar de las mujeres y niñas rurales está directamente relacionado con el ambiente en el que viven», nos dijo la subsecretaria general y directora ejecutiva
adjunta de ONU Mujeres, Lakshmi Puri. «En muchos países, las mujeres y las niñas rurales se han visto afectadas directamente por los efectos del cambio climático. A lo largo de la Conferencia (que sesiona desde el 27 de febrero hasta el 9 de este mes) escucharemos a mujeres rurales de todos los continentes (hablando) sobre las formas en que han sido impactadas por el cambio climático», añadió y nos explicó que el objetivo es «amplificar sus voces para que puedan ser oídas por los líderes del mundo».
Mientras se celebra la conferencia en Nueva York, las mujeres en el Sur se encuentran en el ojo del huracán, ocupadas en desplegar una combinación de técnicas tradicionales y tecnologías agrícolas de adaptación para afrontar los efectos del calentamiento del planeta.
Beneficios de una acción colectiva
Winfred Baryabamu, agricultora del distrito ugandés de Mbarara, pasó meses ahorrando con esfuerzo su dinero para adquirir el tesoro que guarda detrás de su vivienda con techo de chapa: un gran tanque que usa para recojer agua de lluvia durante la estación húmeda.
Esta campesina de 35 años trabaja también como maestra. Cuando llega a su casa, llena un bidón con agua del tanque, que le sirve para preparar la comida de su familia y darles de beber a sus cabras. «Antes de construir este tanque tenía que andar cinco kilómetros cada día durante la estación seca para buscar agua», explica. Ahora, Baryabamu integra un grupo de 100 mujeres en Mbarara que han logrado tener el agua más cerca durante todo el año.
El tanque se construyó utilizando un fondo común de ahorros que ella y otras mujeres crearon, con el apoyo de la Agencia para la Cooperación, Investigación y Desarrollo (ACORD), para afrontar las sequías que agotan los pozos y los manantiales de la región.
Los cambios extremos del clima han hecho que las regiones de Uganda propensas a las sequías sean más inseguras que nunca. Grupos de mujeres colaboraron en la construcción del tanque, mientras que ACORD compró los materiales como cemento, tela metálica y tuberías.
El encargado de proyectos de ACORD en el distrito de Mbarara, Dunstan Ddamulira, dice que el almacenamientodel agua de lluvia les había ayudado mucho a las mujeres. «Nuestros hijos solían venir a casa de la escuela y se iban a buscar agua. No regresaban hasta la noche», dice Baryabamu «Ahora, llegan de la escuela para descubrir que el agua los está esperando».
Adaptando la agricultura tradicional
Mientras, en Sudán del Sur, las campesinas trabajan con varias organizaciones no gubernamentales en cultivos resistentes a las variaciones climáticas, así como en actividades sostenibles como la cría de cabras y la apicultura. «Las mujeres son las que aran la tierra para plantar, desmalezan, siembran, cosechan e incluso venden el producto en el mercado en caso de que haya excedente», señala William Taban, asesor agrícola en el estado sursudanés de Ecuatoria Central.
Con la ayuda de organizaciones y agencias internacionales, las mujeres han conseguido organizarse en grupos, «destinados en su mayoría viudas y hogares liderados por mujeres, pues creemos que son las más vulnerables a la pobreza y el hambre», explicó Isaac Woja, agente de extensión agrícola en Ecuatoria Oriental. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Norwegian People's Aid, Catholic Relief Services y Concern Worldwide son algunos de los grupos que colaboran.
Las mujeres cultivan alimentos como cereales, leguminosas y verduras para mejorar la nutrición general de sus hijos y generar ingresos en el mercado. La mayor parte del territorio de Sudán del Sur es semiárido, y las precipitaciones son insuficientes. Para mitigar los efectos de la sequía en la agricultura rural tradicional, se estimula a las mujeres a que cultiven productos resistentes a las sequías. «Yo cultivo mandioca porque no se ve afectada por la sequía. Puede crecer bien incluso cuando llueve poco. Tengo suficiente alimento incluso cuando no llueve», dice la campesina Alice Naponi, soltera y con cuatro hijos, propietaria de una granja cerca de la capital, Yuba.
En la mayoría de las aldeas, las mujeres ahora plantan cereales como sorgo, anea y mijo en grano que, en opinión de los agricultores, sobreviven a la escasez de lluvia y maduran rápido. Sin embargo, las mujeres están seriamente limitadas por las disparidades de género en relación a la propiedad de la tierra. «Si una mujer quiere comenzar una gran plantación, todavía tiene que ser su esposo el que contacte con los líderes de la comunidad, que son los responsables de otorgar la tierra a los miembros. En la mayoría de los casos, los líderes comunitarios, que son hombres, nos frustran», dice Naponi.
De hecho, ONU Mujeres reconoció que, «aunque las mujeres tienen iguales derechos de propiedad en 115 países y los mismos derechos de herencia en 93, las disparidades de género en la tierra persisten en todo el mundo». Organizaciones no gubernamentales en Sudán del Sur están a la
vanguardia del apoyo a las actividades agrícolas, suministrando equipamiento y semillas de variedades mejoradas, importadas de la vecina Uganda. No obstante, Woja alertó que no todos los programas de desarollo agrícola eran infalibles.
Algunas «semillas mejoradas importadas se han probado en Uganda pero no en Sudán del Sur. Lo que estamos aplicando actualmente es un método de ensayo y error que no debería ser estimulado», sostiene. «Si plantamos semillas que no van bien aquí y los agricultores fracasan en determinada temporada, se creará una situación de inseguridad alimentaria», alertó, señalando que existe un grave problema de planificación de políticas.
Efectos secundarios
En México, grupos de campesinas se agruparon para luchar contra la crisis financiera y ambiental. En muchos casos, organizaciones no gubernamentales locales colaboraron con este proceso construyendo estructuras formales y desarrollando capacidades. «Buscamos mujeres que sean capaces de producir productos en sus propios huertos, y las ayudamos para que pongan en conserva o vendan sus verduras, comenzando con una microempresa», nos dijo la encargada de producción y comercialización del Consorcio Valor Rural, Magalí Costa.
Cada vez más mujeres desempeñan un importante papel en las actividades económicas, plantando, ahorrando semillas y vendiendo lo que producen, además de seguir realizando prácticamente todo el trabajo en los hogares, por el que casi nunca reciben una remuneración.Casi 13 millones de mujeres viven en zonas rurales en México según el Instituto Nacional de las Mujeres. Desde 2008, la pobreza prolifera en todo el país, alcanzando a 52 millones de personas pero impactando particularmente a las campesinas. De los 19 millones de hogares mexicanos, el 39 por ciento son rurales. De esos, el 11 por ciento están llevadoss por mujeres, la mayoría de las cuales son pobres.
Esto significa que las mujeres no solo llevan generalmente la carga de la escasez de alimentos o las fluctuaciones de los precios de las materias primas, sino también de los cambios en el clima, que
pueden tener efectos de largo alcance en toda la población rural. Estas estadísticas justifican el empoderamiento de las campesinas, cuyo liderazgo genera efectos más positivos y amplios que los
esfuerzos de comunidades lideradas por hombres. «Las mujeres brindan más apoyo a la familia. Cualquier respaldo que se les provea siempre repercutirá en todos los miembros de la familia», y eventualmente en el resto de la comunidad, explica Woja.
Mientras se lleva a cabo la CSW, las mujeres de todo el mundo solo pueden esperar que los líderes finalmente reconozcan el papel que juegan las campesinas en los esfuerzos para un futuro más estable.
* Con la colaboración de Charlton Doki (Juba, Sudán del Sur), Wambi Michael (Mbarara, Uganda) y Emilio Godoy (Ciudad de México).
* Este es el segundo de dos artículos sobre mujeres rurales, cambio climático y seguridad alimentaria.
Ver también la Parte 1