La edición 2015 de la Encuesta de armas pequeñas, publicada el lunes 1, señala que la caza furtiva de elefantes y rinocerontes es «cada vez más militarizada», mientras que el cambio climático provoca interacciones humanas que se encuentran entre las causas subyacentes de los conflictos armados.
Además de la muerte de miles de seres humanos en los conflictos armados actuales, es posible que la destrucción de la vida silvestre sea la segunda consecuencia más devastadora que tienen las armas pequeñas y ligeras.
Como la demanda del marfil y el cuerno de rinoceronte sigue siendo alta, tanto los cazadores furtivos como quienes los combaten adoptan tácticas más agresivas y utilizan cada vez más armas de tipo militar, de las cuales las más utilizadas son fusiles de asalto, metralletas, granadas de mano, armas portátiles antitanque y antiaéreas, cohetes y pistolas automáticas, detalla el informe.
En África, las poblaciones de elefantes están en declive y la matanza ilegal de rinocerontes se ha incrementado considerablemente en los últimos años, según la encuesta. «Entre los actores involucrados en la caza furtiva de estos animales se incluyen combatientes armados, militares renegados, cazadores furtivos comerciales y cazadores de subsistencia», añade.
El comercio ilegal de cuernos de rinoceronte amenazaría a todas las especies africanas de ese animal, pero a pesar de que ha habido varios buenos intentos de reintroducir al rinoceronte en áreas protegidas en Sudáfrica, que cuenta con el 80 por ciento de la población de rinocerontes en África, la caza furtiva continúa acelerándose, según el Fondo Mundial para la Naturaleza.
Paula Kahumbu, directora ejecutiva de la organización conservacionista WildlifeDirect, advierte que la caza furtiva pone en peligro la supervivencia de las especies vulnerables y en peligro de extinción en muchos países africanos.
Pruebas documentadas por su organización con sede en Kenia demuestran que las sanciones legales previstas para disuadir ese tipo de delitos tienen poco impacto en los cazadores furtivos y los traficantes de animales, afirmó. «Peor aún, la mala aplicación de la ley y la corrupción entre los funcionarios y los oficiales de seguridad facilitan la delincuencia y el tráfico de vida silvestre», denuncia.
La encuesta también apunta al papel del cambio climático en los conflictos armados. En las zonas de guerra tropicales, los combates suelen amainar durante la temporada de lluvias y se reanudan cuando el suelo se endurece lo suficiente para que los vehículos puedan trasladarse por los caminos sin pavimentar.
Incluso las tácticas de batalla se definen en virtud del estado del terreno. «En algunas partes del mundo, las temporadas de lluvia están cambiando en tiempo y en intensidad. A medida que el calentamiento global altere la temperatura, las precipitaciones y el nivel del mar, como muchos esperan que suceda, es casi seguro que afectará a la violencia armada y a los conflictos armados de maneras que por ahora son previsibles», según la encuesta.
La proliferación de armas pequeñas también es responsable de la extracción ilegal de recursos naturales, que transforma a sitios remotos en centros urbanos prácticamente del día a la noche. En consecuencia, se fomenta la inseguridad y la violencia ya que distintos grupos compiten por el botín de guerra y las comunidades locales protestan ante las injusticias cometidas.
La extracción de petróleo, gas y minerales preciosos se acompaña de la urbanización de las áreas colindantes y el intento de controlar y obtener los recursos puede atraer a una variedad de actores armados, incluidas fuerzas de seguridad y grupos de depredadores.
El sondeo, elaborado anualmente con el apoyo del Departamento de Asuntos Exteriores suizo y de varios países más, también indaga en el comercio de armas pequeñas, el creciente número de empresas privadas de seguridad, el Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas y el Programa de Acción de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para rastrear las transferencias de armas ilegales.
Según las últimas estadísticas de la ONU, los mayores exportadores de armas pequeñas y armas ligeras son Estados Unidos, Italia, Alemania, Brasil, Austria, Corea del Sur, Rusia, China, Bélgica, República Checa, Turquía, Noruega y Japón.
Como estas armas siguen cayendo en manos de los grupos armados, estos «están mejor armados (hoy) que hace una década», observa la encuesta. Entre las armas en su posesión hay algunas de gran calibre. «Causa especial preocupación la posesión de sistemas de defensa aérea portátiles... por parte de yihadistas, aunque muchos pueden ser inoperables», precisa.
Las armas y municiones utilizadas por la mayoría de los grupos insurgentes datan principalmente de la época de la Guerra Fría y son de origen soviético y chino, «pero también utilizan material más reciente producido en Bulgaria y China, entre otros Estados», agrega la publicación.
Partes de Medio Oriente y el norte de África padecen altos niveles de violencia armada, conflictos armados e inestabilidad política, así como el riesgo del uso indebido de armas pequeñas y de diversión, señala. La encuesta añade que hay poca evidencia de que la Primavera Árabe haya tenido un impacto significativo en las políticas de los principales exportadores de armas pequeñas a la región.
Libia es el único Estado afectado por la rebelión popular que quedó sometido a un embargo de armas de la ONU. Los intentos de imponer un embargo similar en Siria no prosperaron, y la opción no se planteó en lo que respecta a Egipto.