Miriam Gathigah
Nairobi, (IPS) - «Mi esposo y mi hijo mayor, incapaces de soportar la guerra, perdieron la razón. Dos de mis hijos fueron niños soldados y una hija de ocho años fue secuestrada; a ellos no los veremos nunca más», dice Mariamu Dong sobre el conflicto que ha durado 21 años entre el norte y el sur de Sudán, ahora dos países separados.
Sus siete hijos crecieron en esos años sangrientos, pero solo uno logró superarlos.
«Me muevo como alguien a quien le han cortado las extremidades, pues perdí a mi esposo y a mis hijos en la guerra. Solo el menor pudo sobrevivir y ahora vive en Kenia. Y todo ese tiempo el mundo nos miraba de lejos», señala.
El sur se convirtió en país independiente el 9 de julio de 2011. Dong vive en lo que hoy es Sudán del Sur, en Torit, parte del estado de Equatoria Oriental. Pero cada día recuerda la guerra que el mundo y la Organización para la Unidad Africana (OUA), ahora llamada Unión Africana (UA), permitieron que continuara durante más de dos décadas.
Fue un organismo regional, la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo de África Oriental (IGAD, por sus siglas en inglés), la que finalmente forjó el Acuerdo General de Paz de 2005 entre el gobierno, de Jartum, y el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán, que condujo a la postre a terminar la guerra y a la independencia del sur.
La IGAD se compone hoy de Djibouti, Eritrea, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán, Sudán del Sur y Uganda.
Expertos en conflictos señalan que la implementación de estrategias no violentas para poner fin a las guerras debe ser una prioridad cuando el continente celebra el Día de África, junto con el 50 aniversario de la formación de la OUA, convertida en UA en 2001.
«La UA, y antes la OUA, durmieron durante buena parte de los conflictos africanos. Los millones de vidas que se han perdido en el continente constituyen el testamento del fracaso de esas organizaciones», nos dice el experto en paz y seguridad congoleño Lionel Ibaka.
Un ejemplo es la guerra en la República Democrática del Congo (RDC) que, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha causado cinco millones de muertes desde que comenzó en 1998, sostiene Ibaka.
En marzo, el Consejo de Seguridad de la ONU resolvió desplegar una brigada de intervención para neutralizar a grupos rebeldes que actúan en el este de esa nación del centro de África.
Pero esa intervención puede haber llegado tarde. «El baño de sangre y el terror en la RDC son considerados los peores y más destructivos desde la Segunda Guerra Mundial», señala Ibaka.
Según un informe de 2010 de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, la violencia en la RDC ha estado «acompañada por un uso evidentemente sistemático de la violación y el asalto sexual por parte de todas las fuerzas combatientes».
El informe añade que 30.000 niños fueron reclutados como soldados y experimentaron una «violencia indescriptible».
Nisa Luambo, una joven de 27 años de la oriental provincia de Kivu Sur, tuvo que pasar por algo semejante. Si bien no perdió la vida, la violencia mató una parte de su ser. Tenía 12 años cuando estalló la guerra y se vio separada de su familia.
«Fui abusada sexualmente tanto por soldados como por civiles. Sufrí cuatro abortos en esa época, y no tenía atención médica ni comida», nos dice.
«La gente me pregunta qué quiero para el futuro, y les contesto con mi silencio. Dónde estaban cuando nos violaban y nos golpeaban casi hasta morir, si éramos afortunadas, porque muchas murieron», agrega.
El país sigue inestable y el fin del conflicto no se vislumbra. «Cuando pienso en el mañana no siento alegría. Yo sé que no hay mañana para un pueblo que vive en guerra», concluye.
Vincent Kimosop, director ejecutivo del no gubernamental Instituto Internacional para Asuntos Legislativos, que presta asistencia técnica a oficinas de gobierno, parlamentarios y otros actores del proceso legislativo, cree que la ausencia de gobernanza está en el corazón del conflicto africano. «La UA debe hacer más para respaldar el desarrollo de instituciones de gobernanza, pues la institucionalidad del Estado es la base para que un país funcione», dice.
Para Javas Bigambo, especialista en gobernanza, derechos humanos y desarrollo, la «UA no puede permanecer ciega a las atrocidades y horrores cometidos por presidentes africanos. Es lamentable, pero la UA rara vez ha visto algún error en un líder africano o ha proporcionado soluciones a los problemas económicos y de gobernabilidad».
La historia continental de conflictos violentos «apunta a esa destrozada fábrica social y política... África está en perpetua agitación», señala Bigambo.
El genocidio de Ruanda, una carnicería en la que fueron asesinadas 800.000 personas, y la violencia poselectoral de Kenia en 2007, en la cual 1.000 personas murieron y 600.000 se vieron forzadas al desplazamiento, son también parte de esa lógica africana.
Pero Julius Mucunguzi, académico ugandés especializado en la investigación de conflictos, cree que las cosas están cambiando. «África está en un camino de renovación. Está mejorando. Si bien la OUA se creó 50 años atrás, la UA tiene poco más de una década y ya está creando estructuras para profundizar en la paz y la seguridad», dice.
Sin embargo, «instituciones como el Consejo de Paz y Seguridad de la UA deben invertir en mecanismos de alerta temprana para detectar señales de posibles conflictos y evitar que estos ocurran», agrega Mucunguzi.
Para el desarrollo de África, es crucial que existan medios de comunicación independientes, pluralistas y vibrantes, y la UA debe crear un ambiente que celebre la libertad de prensa y el derecho a la información, recomienda.
La libertad de prensa sigue siendo un bien escaso.
El año pasado, 18 periodistas fueron asesinados en Somalia. En Uganda, la intolerancia estatal hacia los medios se hizo evidente el 20 de este mes, cuando el gobierno clausuró al Daily Monitor, el principal diario de ese país de África oriental.
La imprenta, el sitio web y dos estaciones de radio que formaban parte del mismo medio fueron también cerrados por informar sobre una carta que involucraba al presidente Yoweri Museveni en operaciones para asegurar que su hijo se haga con la Presidencia.
Con todo, y a pesar de la actual inestabilidad y turbulencias, «África está consiguiendo avances significativos», insiste Mucunguzi.
La economía de la integración también es clave. Según Bigambo, la UA «debe fortalecer bloques económicos» como la IGAD, la Comunidad Africana Oriental y el Mercado Común de África Oriental y Meridional.
«El comercio regional es un componente clave para promover un África integrada, próspera y pacífica», concluye.