Equipos de negociadores técnicos de ambas partes están reunidos desde el lunes en Bruselas para avanzar en la normativa del acuerdo, que incluye barreras al comercio, facilitación de mercado o competencia, pero no hay propuestas concretas.
Europa y Latinoamérica estudian los efectos que tendría un tratado de libre comercio. Para la UE son especialmente importantes las consecuencias en la producción agraria europea. Los informes realizados hasta ahora tienen que ser estudiados por los Estados miembros para después hacer ofertas comerciales a Mercosur.
Varios países europeos, sobre todo, Francia e Irlanda temen que se perjudique su producción agrícola con la liberalización del comercio. Mercosur es líder mundial en producción cárnica, el segundo exportador de maíz y un gran productor de soja. La eliminación de barreras a la entrada de cereales o lácteos y las enormes cuotas de importación de carne previstas en principio serían un desastre para los agricultores europeos. Bruselas, en su momento, prometió compensarles en el marco de la Organización Mundial del Comercio.
Las cautelas de ahora nada tienen que ver con la solemnidad y las prisas con las que hace un año se reanudaron las negociaciones, con el impulso de la presidencia española de la UE, después de estar estancadas desde 2004. Entonces, con muchos focos, se previó un rápido acuerdo que presumiblemente sería beneficioso para ambas partes. El entonces presidente brasileño, Lula da Silva, expresó su deseo de que el acuerdo se cerrar antes del 1 de enero de 2011, fecha en la que abandonaba el gobierno.
En teoría, Mercosur sería para la UE la puerta de entrada a uno de los grandes mercados emergentes del mundo. Para el bloque latinoamericano, Europa es el gran punto de venta de productos alimentarios de calidad.