La Unión Europea trabaja a marchas forzadas en la preparación de uno o dos debates televisivos entre las diferentes candidaturas que protagonizan la carrera al Parlamento Europeo (PE). Consciente de la importancia de la primera cita con las urnas en la que alrededor de 400 millones de personas tendrán algo que decir en el nombramiento del presidente de la Comisión Europea (CE), la UE sueña con un diálogo televisado al estilo estadounidense, posibilidad que por ahora está llena incertidumbres y obstáculos.
A menos de cien días de que se celebren las Elecciones Europeas, previstas entre el 22 y el 25 de mayo, Bruselas no descarta la posibilidad de un escenario mediático en el que los diferentes cabezas de lista expongan sus ideas en público y en abierto a todos aquellos televidentes interesados. «Fue una idea de los medios de comunicación que ahora depende de los partidos políticos y de la Unión Europea de Radiodifusión» (EBU, en sus siglas en inglés), explica el director del Gabinete del PE en Portugal, Pedro Valente da Silva.
La EBU llegó incluso a confirmar la fecha del 14 de mayo como el día elegido para el encuentro, según recoge European Voice en una nota posteriormente difundida vía redes sociales por la televisión online del Parlamento. La EBU se encargaría de la distribución del debate entre sus miembros, a través de los servicios de radiotelevisión de los diferentes Estados miembros, como la española RTVE, la inglesa BBC y la italiana RAI, quienes podían elegir entre emitirla en directo o en diferido.
El acuerdo está sin embargo lejos de cerrarse. La idea de que se produzcan uno o dos debates, probablemente el primero entre diferentes candidaturas y el segundo entre los dos o tres principales aspirantes, seduce a las televisiones pero ha despertado el recelo de los europarlamentarios, que sabedores del gran poder de seducción y de atracción que tiene la imagen no quieren dejar ningún hilo sin enhebrar. En un contexto de crisis es mucho lo que está sobre la mesa, empezando por aplacar el empuje del euroescepticismo y la eurofobia.
Por eso, en una escenificación así se cuidaría hasta el más mínimo detalle, «al estilo estadounidense», revela Da Silva: la iluminación y la indumentaria de los interlocutores, pero también la temperatura ambiente de la sala, el tiro de cámara, el color de las corbatas y cada mueca de los protagonistas. Un aspecto inquieta sobre todas estas variables: el lingüístico.
Diferentes lenguas y el riesgo de las interpretaciones
¿En qué idioma se celebraría un eventual debate entre los candidatos? Es una incógnita todavía sin despejar. Los diputados del Parlamento Europeo tienen el derecho de hablar, oír, leer y escribir en cualquiera de las 24 lenguas oficiales de la UE. Las mismas en las que los ciudadanos y los periodistas tienen el derecho de ser informados.
La adhesión a la UE de Bulgaria y de Rumanía en enero de 2007, junto con la adición del irlandés como idioma oficial en esa misma fecha y la posterior inclusión de Croacia en julio de 2013 completaron un cuadro lingüístico formado por el alemán, el búlgaro, el checo, el croata, el danés, el eslovaco, el esloveno, el español, el estonio, el finlandés, el francés, el griego, el húngaro, el inglés, el irlandés, el italiano, el letón, el lituano, el maltés, el holandés, el polaco, el portugués, el rumano y el sueco. En total, 24 lenguas con 552 combinaciones posibles.
Siete grupos políticos, que representan a más de 160 partidos nacionales, forman actualmente el Parlamento Europeo. Una de las novedades que introduce el Tratado de Lisboa es la designación por parte de cada agrupación parlamentaria de su elección a presidir la CE. Por ahora, los nombres confirmados para la carrera presidencial son el alemán Martin Schulz (Partido Socialista Europeo), el belga Guy Verhofstadt (Alianza de los Liberales y Demócratas) y el griego Alexis Tsipras (Izquierda Europea). El Partido Verde Europeo ha designado al francés José Bové y a la alemana Ska Keller, mientras que el Partido Popular Europeo, la fuerza actual con más representación, no decide al suyo hasta principios de marzo, si bien los mejor situados por ahora son el luxemburgués Jean-Claude Juncker, el irlandés Enda Kenny, el finlandés Jyrki Katainen y el francés Michel Barnier.
De cara al debate televisado, una primera solución es que cada candidatura defienda sus ideas en su idioma materno, que sería traducido simultáneamente en los diferentes lenguajes oficiales. El Parlamento ya está habituado a esta práctica, mediante un sistema de 'lenguas pivote' en el que intérpretes y traductores trabajan siempre hacia su lengua materna: una intervención oral o un texto son primero interpretados o traducidos a uno de los tres idiomas más utilizados (inglés, francés y alemán) y, a partir de ahí, a los restantes.
El PE emplea en este sentido a cerca de 430 intérpretes y cuenta con una reserva aproximada de 2.500 colaboradores externos. Cada sesión plenaria moviliza de hecho entre 800 y 1.000 intérpretes. Hay que sumar los aproximadamente 700 traductores que interpretan unas 100.000 páginas al mes, todo ello según las cifras oficiales del Parlamento Europeo, que el año pasado invirtió cerca de un cuarto de su presupuesto en el multilingüismo.
En un supuesto escenario de debate presidencial se podría recurrir a este procedimiento, teniendo en cuenta en todo caso que las interpretaciones y traducciones no son matemáticas, es decir, que los matices e incluso el tono de cada traductor jugarían un papel clave en un contexto en el que cada detalle tiene su peso en oro.
Un idioma común y el examen lingüístico
La segunda posibilidad es que los aspirantes recurran a un solo idioma, previsiblemente el inglés o en todo caso el francés. Esta opción evita en gran medida el filtro subjetivo de los intérpretes y traductores, pero abre un nuevo interrogante: la diferente habilidad de los interlocutores no sólo a la hora de entender sino también de expresar sus ideas, con todos los matices posibles incluidos, en un mismo idioma. Más allá del 'privilegio' de quienes su lengua materna coincidiera con la elegida para la ocasión, siempre habría candidatos con más posibilidades de exponer y convencer que otros, sólo atendiendo a sus habilidades lingüísticas, cuando la carrera hacia la presidencia de la Comisión Europea no mide precisamente el nivel idiomático de las candidaturas.
No hay que pasar por alto que las elecciones europeas de mayo otorgan a los electores una posibilidad inaudita hasta ahora. Por vez primera, la composición del nuevo Parlamento Europeo determinará el nuevo líder de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE, es decir, el que tiene el poder de iniciativa legislativa y el que supervisa la implementación de las leyes. Según las nuevas reglas, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE que conforman el Consejo Europeo tendrán que proponer un candidato al cargo de presidente de la CE teniendo en cuenta los resultados de electorales.
El Parlamento Europeo elegirá un nuevo presidente de la Comisión por la mayoría de los miembros que la componen, es decir, por lo menos por la mitad (376) de los 751 eurodiputados. «El candidato que salga del Consejo tiene que ser una de las cabezas de lista de los grupos parlamentarios. Podría no ser el más votado pero en ese caso corre el riego de que el Parlamento lo repruebe, por lo que no es lo más probable», explican desde la oficina del PE en Portugal.
«Se espera que las campañas sean menos domésticas que otras veces, cuando las europeas han sido utilizadas como premio o castigo a los sucesos internos. Teóricamente la nueva perspectiva es más interesante para los electores», concluye Pedro Da Silva, quien en todo caso muestra sus dudas con respecto a la celebración del debate televisivo.