Aislados -sin oir a los indignados- y en un entorno protegido por un fuerte dispositivo policial, el anfitrión, David Cameron ha sentado en la mesa a Angela Merkel, Enrico Letta, François Hollande, Barack Obama, Stephen Harper, Vladímir Putin, Shinzo Abe, Herman van Rompuy y José Manuel Durao Barroso. También está invitado el primer ministro irlandés Enda Kenny, presidente de turno de la UE. Como en todas las reuniones ancladas en el siglo XX, en la cumbre de los países más ricos del mundo no están ni China, ni Brasil. Por lo que las decisiones que se tomen tienen un importante peso internacional, aunque muy relativo. Además las divisiones son manifiestas. Sobre la mesa una patata caliente, teniendo en cuenta la presencia de Putin, el conflicto de Siria y la posibilidad de armar a los rebeldes que luchan contra el régimen de Bashar al Assad.
El otro problema que afecta a casi todos ellos es el de la crisis económica. El optimismo está presente en Lough Erne, al menos coinciden en que la economía global se encuentra en mejor situación que hace un año. Los líderes mundiales han dedicado el día a encuentros bilaterales, sin duda el más importante el de Obama y Putin, aunque ayer el presidente ruso ya se reunión con el primer ministro británico, David Cameron.
En ese sentido, el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, ha destacado que la UE «se presenta a la cumbre dispuesta a promocionar un mundo más justo» y ha insistido en que tiene que haber «más justicia en casa, entre los países del G8 y para las personas en todo el mundo». Para Barroso la reunión al más alto nivel de los países más ricos del planeta debe «dar un impulso político para que haya un cambio global más justo, incluyendo a los más pobres».
Antes de iniciarse la cumbre, Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, ha dicho en voz alta lo que todos ya sabían «que en el verano pasado el euro estaba bajo una amenaza existencial y ya no lo está». También ha subrayado que los países de la UE han conseguido reducir sus déficits fiscales, proporcionando mayor flexibilidad para frontar la consolidación fiscal y que ha mejorado la demanda interna. El optimismo declarado por el presidente europeo le ha llevado a decir que esta situación permite avanzar hacia el crecimiento económico y por tanto permitirá la creación de empleo.
El tercer tema en el que están de acuerdo todos, pero no en como enfrentarlo es el de la lucha contra la evasión y el fraude fiscal, que cada año cuesta a la UE casi un billón de euros. No es la primera vez que el G8 trata este tema, pero nunca se han tomado medidas contundentes. En la presentación de la reunión, Cameron dijo que «después de años de abusos, millones de personas en todo el planeta demandan que se tomen medidas».
Hace unos días Cameron se reunió con representantes de grandes paraísos fiscales como islas Vírgenes Británicas, Bermuda, Gibraltar, Anguila y Montserrat, y anunció una serie de medidas detinadas a promocionar la transparencia fiscal y el intercambio de información entre las distintas jurisdicciones fiscales. Todos acordaron participar en una iniciativa piloto sobre intercambio automático de información fiscal. También se comprometieron a unirse a una «Convención Multilateral sobre Asistencia Administrativa Mutua en Asuntos Fiscales», impulsada por la OCDE. En 2008 esta organización publicó una lista de paraísos fiscales que serían amonestados por no cumplir la normativa internacional, pero nunca se tomaron medidas drásticas. Aunque ahora la opinión pública internacional es más sensible a estos delitos.