ABASSAN, Palestina, (IPS) - «El primer día después de declarado el cese del fuego, un soldado israelí disparó primero al aire y a los pocos segundos me tiró a la pierna. Estaba a pocos metros de distancia», relató el gazatí Haithem Abu Dagga, de 26 años.
Electricista y agricultor, Abu Dagga no podrá trabajar durante los meses que dure su recuperación. La bala entró y salió, pero le fracturó la tibia.
El cese del fuego del 21 de noviembre, estipula que el ejército israelí no realizará incursiones por aire ni mar ni avanzará sobre territorio palestino ni disparará contra civiles en las fronteras del territorio de Gaza.
Los primeros días del alto el fuego, Israel ha estado violando estas disposiciones. Desde la noche del 21 de noviembre y en los días siguientes, aviones israelíes no tripulados y de combate F-16 siguieron sobrevolando el espacio aéreo de Gaza.
Tras el cese el fuego, topadoras militares entraron en tierras palestinas en lo que un portavoz del ejército israelí calificó de «actividades de rutina», y varios soldados dispararon contra agricultores desarmados y civiles en áreas fronterizas.
El Centro Palestino de Derechos Humanos (PCHR, por sus siglas en inglés) informó que entre el 22 y el 29 de noviembre, soldados israelíes mataron a un civil palestino e hirieron a otros «42, entre ellos siete niños y niñas», en zonas limítrofes.
Abu Dagga, de la zona agrícola de Abassan, fue uno de los numerosos palestinos que deseaba que el ejército israelí respetara el cese del fuego. Quería recorrer las tierras donde la mayoría de la gente no ha estado desde hace una década, creyendo que ya no tendría que temer a los disparos de solados israelíes.
Hace una década, Israel impuso una «zona de contención» en forma unilateral, ampliando los 50 metros originarios desde la frontera a los actuales 300 que ocupa el «área de exclusión». Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios en los territorios palestinos ocupados (OCHA, por sus siglas en inglés), de la Organización de las Naciones Unidas, el área de 300 metros se extiende hasta más de 1,5 kilómetros de la frontera. PCHR tiene registrados disparos del ejército israelí hasta a dos kilómetros de la misma.
El área anexionada como zona de exclusión y las ampliadas de alto riesgo equivalen al 35 por ciento de las tierras cultivables de Gaza. Famosas por sus exuberantes frutas, olivos y nogales, la zona fronteriza es la más fértil de la franja de Gaza y donde solía cultivarse una amplia variedad de verduras, granos y legumbres.
La caminata del 22 de noviembre comenzó bien para Abu Dagga. «Caminamos derecho hacia la valla (limítrofe). Soldados israelíes se acercaron en varios jeeps, salieron y nos observaron». A los pocos minutos estaba sangrando en el suelo por la herida dejada por un disparo a corta distancia de un soldado israelí.
Un documento de PCHR señala que seis civiles resultaron heridos por fuego israelí en la zona de Abassan aquel día, así como dos más al sur, en la zona oriental de Rafah, en la frontera con Egipto.
El primer civil fue asesinado en la frontera dos días después del cese del fuego. Según PCHR, Anwar Qudaih, de 20 años, y cientos de palestinos más de la zona de Khan Yunis fueron el 23 de noviembre a ejercer su derecho a pisar suelo palestino. Soldados israelíes dispararon a Qudaih en la cabeza e hirieron a 20 personas más.
El 28 de noviembre, Mahmoud Naim, de 21 años, estaba con un grupo de amigos en el norte de Gaza, y quisieron caminar por las tierras palestinas que les habían estado prohibidas. «Éramos 15. Fuimos a la tierra de mi familia, cerca de la valla fronteriza. Solo queríamos estar tranquilos, tomar té y disfrutar de nuestra tierra», relata Naim.
El joven vio que se acercaba un jeep del ejército israelí, pero no que había un soldado en una fortificada torre militar de concreto cerca de allí. «No hubo advertencia, el soldado solo empezó a disparar», cuenta. La bala entró y salió de su caja torácica, muy cerca del corazón. «Había estado ahí dos días antes sin problemas. Sin disparos ni soldados. No sé por qué nos dispararon esa vez».
El mismo día, más temprano, Hassar Nseir, de 27 años, recogía plásticos de la basura para vender y recibió un disparo en la pierna efectuado por un soldado israelí. La organización Defence for Children International informó que entre marzo de 2010 y diciembre de 2011, soldados israelíes dispararon por lo menos a 30 niños y niñas que recogían grava en las zonas fronterizas.
El informe OCHA de enero de 2009 a agosto de 2010 menciona 51 palestinos asesinados, entre ellos 11 niños y niñas, y 237 heridos, incluidos 49 menores, por fuerzas israelíes en la frontera de Gaza. Un documento posterior, de enero de 2010 a octubre de 2011, señala que por lo menos 38 palestinos fueron asesinados y 372 heridos por soldados israelíes.
La razón principal por la que la población palestina arriesga su vida es la necesidad de cultivar sus tierras. Los recolectores de escombros, captores de aves y hasta familias que solo quieren visitar
su tierra se exponen a estar en la mira de los soldados israelíes. En septiembre de 2009, uno de ellos tiró a la cabeza de Ghazi Zaneen, de 14 años, en el territorio de Beit Hanoun, a 500 metros de la frontera.
«Queremos que sea como antes, poder trabajar en nuestras tierras», señala Hussein Hamdan, de 62 años, de Abassan.
Alrededor de 30 dunams (unos 30.000 metros cuadrados) de sus tierras quedan comprendidos dentro de la zona prohibida, el resto dentro de Israel. «Queremos impedir que entren los tanques y destruyan nuestra tierra», dice.
Otra de las tácticas del ejército israelí es quemar los cultivos de los agricultores palestinos, destruir pozos y cisternas, demoler casas y matar al ganado en toda la frontera. «¿Son accesibles los 300 metros prohibidos como dicen las autoridades israelíes? ¿Podemos trabajar nuestra tierra?».
Estas son algunas de las preguntas recurrentes que se hacen agricultores como Hamdan mientras esperan la oportunidad de regresar, pero sin miedo a recibir un disparo, ser bombardeado o secuestrad por soldados israelíes.