Entrevista a Juan Felipe Carrasco, responsable de campaña de agricultura y transgénicos de Greenpeace
En marzo de 2010 la UE rompió una moratoria de 12 años para permitir el cultivo de una patata genéticamente modificada, la Amflora, cuyas semillas vende la empresa alemana BASF, que no se puede utilizar para la alimentación humana, y otros cuatro Organismos Genéticamente Modificados (OGM) para alimentación animal. Ahora, propone que se puedan importar maíz y soja transgénicos con una pequeña cantidad de otros productos que ni se han analizado ni se han aprobado en la UE.
Juan Felipe Carrasco .- La ley permitía que en las importaciones de maíz y soja, en general de materias primas pero específicamente de estas dos, solo pudieran entrar a la UE algunas variedades transgénicas concretas para incorporarlas a los piensos de los animales. Lo que ahora se aprueba es que puede haber hasta un 0,1% de transgénicos no autorizados. Es decir, que no han pasado por ningún sistema de análisis de evaluación de riesgos y por lo tanto su inocuidad no ha sido garantizada.
euroXpress.- ¿Eso quiere decir que los transgénicos autorizados son inocuos?
J.F.C.- Eso no significa que los transgénicos autorizados sean inocuos ni que nos fiemos del sistema de evaluación de riesgos que se utiliza. Ese sistema está en manos de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, en definitiva de una Comisión europea totalmente pro transgénica vinculada a las empresas y di
gamos que los estudios no se hacen de una manera independiente.
Pero en este caso es aún peor, porque se está permitiendo la entrada de productos que no han sido autorizados ni han pasado por el sistema de evaluación.
eX.- ¿Y todos los países de la UE están de acuerdo?
J.F.C.- La CE hizo una propuesta en principio y como algún país se resistía, o hacía el teatro de resistirse como Francia,«mejoró» la propuesta. En realidad solo ha cambiado comas. Por ejemplo, a partir de ahora, para que ese 0,1% de transgénico ilegal pueda entrar, el producto tiene que estar en el proceso de aprobación al menos desde hace 3 meses, pero en absoluto aprobado. Lo que no mejora nada. Puede que no se llegue a aprobar nunca pero ya ha estado entrando durante meses. También bastaría que hubiese sido aprobado por un tercer país, por ejemplo, de América Latina donde tienen unos estándares de seguridad bajísimos.
eX.- ¿Y por qué todo ese empeño en aprobar los transgénicos?
J.F.C.- Se debe a la presión de los sectores europeos ganadero y de pienso que quieren reducir sus costes importando cada vez materias primas más baratas y de peor calidad. La excusa que emplean es la crisis mundial alimentaria. En este momento hay un déficit alimentario que no se debe a la falta de alimentos sino a la especulación. Hay una enorme cantidad de almacenistas en el planeta que están reteniendo las cosechas para forzar la subida de los precios. Hay países de África con graves problemas alimentarios que no se deben a una falta de alimentos sino a una privatización de las cosechas y a la especulación.
Esa excusa la utiliza la industria del pienso europea, en la cual está muy presente la industria española, que es absolutamente protransgénica. Dicen que si no se permite la presencia de transgénicos ilegales se va a hacer casi imposible importar piensos. En cierto modo, amenazan al gobierno con desabastecer al sector ganadero que tendrá que subir los precios de la leche, la carne, etc y así subirá el IPC. Primero, obligan al planeta a sufrir hambre, aumentan los precios artificialmente, crean un grave problema alimentario, amenazan al gobierno y después nos obligan a comer transgénicos no autorizados, transgénicos ilegales.
eX.- ¿Esa subida artificial de los precios puede haber influido en las revueltas que están ocurriendo en el litoral sur del Mediterráneo?
J.F.C.- Nosotros no podemos afirmar que haya una relación directa en las revueltas del norte de África y la subida de los precios. Creemos que tiene mucho más que ver con las bolsas de Nueva York o Chicago, las bolsas de futuros y con los grandes países exportadores que son EE UU, Canadá, Australia, Rusia, Argentina y Brasil.
eX.- El que en la mayor parte de Europa haya una opinión contraria a los transgénicos y no en España ¿a qué se debe?
J.F.C.- La opinión pública española sí está sensibilizada y además está en contra. El último eurobarómetro detecta claramente que la opinión pública española, si bien es verdad que está menos en contra a nivel de media que la UE, lo está en torno al 60%. Incluso encuestas privadas como la de la Confederación Española de Consumidores y Usuarios, hecha el año pasado , dice que en torno al 70% de los ciudadanos está en contra de los transgénicos.
Si en España se sigue cultivando el 84% de los transgénicos europeos y si el 60% de los campos experimentales, no los comerciales, de la UE están en España que además sigue importando seis millones de soja y maíz transgénico es porque nos quieren forzar a ello. Es una imposición de las administraciones, de la industria importadora y de los fabricantes de pienso. Nuestros gobiernos, sean del signo que sean, son muy débiles a las presiones de las multinacionales. El propio Julian Assange, a través de Wikileaks, en el mes de diciembre pudo demostrar que altos cargos del gobierno español, por ejemplo, el Secretario de Estado de Agricultura Josep Puxeu, había estado filtrando informaciones a favor de EE UU y de las multinacionales estadounidenses en contra de los intereses europeos. Pidiéndoles ayuda para que España pudiese presionar a la UE para que permitiese más transgénicos. Este es el marco en el que nos movemos.
eX.- ¿Prohibir el cultivo de transgénicos en España perjudicaría a los agricultores?
J.F.C.- Todo lo contrario, cultivarían maíz no transgénico. En España hay unas 350.000 hectáreas de maíz de las que 70.000 son de transgénico. No es ni el 22%. Que esa cantidad esté salvando al país no se lo cree nadie. No está demostrado que el maíz transgénico sea más rentable ni más productivo, porque corresponde a un modelo muy necesitado de tóxicos, de química, mucho tractor, mucha inversión, mucha tecnología que no es la situación del sector agrícola español. Al contrario, crea problemas porque deja la agricultura en manos de grandes multinacionales de origen norteamericano, aunque las multinacionales no tienen nacionalidad. Estamos hablando de Singenta, Monsanto, Basf o Bayer. De las 4 o 5 grandes agrobiotecnológicas del planeta.
eX.- ¿No parece que estén muy contentos con la política agraria en España?
J.F.C.- Quiero expresar nuestro malestar con el actual gobierno y en especial con la actual ministra de Medio Ambiente Rural y Marino, Rosa Aguilar, que apareció con un fuego artificial muy verde y realmente de eso muy poco. Sigue manteniendo un equipo protransgénico y ha desperdiciado la ocasión que le ha brindado la sociedad para prohibirlos, como han hecho muchos otros países de la UE que suman el 90% del cultivo del maíz en Europa.
Me gustaría volver al principio de la entrevista para señalar que el hambre en el mundo depende de factores políticos y especulativos, no depende ni de la cantidad de alimento ni de la tecnología disponible. Depende del acceso a la tierra, de la libertad de producir y no de la imposición de un modelo.