Karachi, (IPS) - Syed Hasan, un trabajador de 25 años del hospital privado de Lahore, tiene previsto pasar en la cama la mayor parte de la jornada electoral de este sábado.
Como miembro de la comunidad islámica ahmadía, Hasan boicoteará los comicios en protesta porque esta minoría de unos cuatro millones de integrantes no tiene el mismo derecho a votar que el resto de la ciudadanía del país.
Desde que la Constitución los calificó de no musulmanes se persigue a los ahmadías, seguidores del clérigo Mirza Ghulam Ahmad, que se autoproclamó mesías en el siglo XIX. La discriminación se siente especialmente en las urnas, donde están obligados a registrar su voto dentro de una categoría distinta a la del resto de la ciudadanía y a aceptar su estatus de no musulmanes en contra de sus creencias religiosas, explica Amjad M. Jan, presidente de la Asociación de Abogados Musulmanes Ahmadía, con sede en Estados Unidos, entrevistado por correo electrónico.
Según Hasan, «para votar como musulmanes pakistaníes, que es como nos consideramos, tendríamos que denunciar a la comunidad ahmadía y a nuestro líder espiritual, Mirza Ghulam Ahmad, como falso profeta». Pero él no está dispuesto a hacerlo. Su fe es más importante que emitir su voto.
La opción está clara para muchos miembros de este colectivo. Pero a representantes de la sociedad civil y hasta a dirigentes políticos con conciencia les preocupa el significado del boicot para la democracia de este país de 170 millones de personas, cuya ciudadanía ansía tener «elecciones libres y justas» este sábado.
Para el jefe de Intermedia, Adnan Rehmat, «si 200.000 adultos ahmadías no pueden votar porque la ley les priva de ese derecho, eso quiere decir que, técnicamente, las elecciones no son ni libres ni justas» e indica que algo está muy mal en el corazón del funcionamiento estatal. Intermedia es una organización de desarrollo de medios con sede en Islamabad.
El novelista y periodista pakistaní Mohammad Hanif., señala que «los ahmadías sufren una discriminación sin precedentes ni siquiera en nuestra historia llena de altibajos».
Añade que obligarlos a tildarse en las papeletas en una categoría distinta a la que les corresponde es «mucho peor que privar a las personas del derecho de voto, se parece más a quitarles su humanidad».
Décadas de Discriminación
Desde su nacimiento como nación, en 1947, hasta 1985, cuando gobernaba el dictador Mohammad Zia-ul-Haq, Pakistán tuvo un sistema con un electorado unificado en el cual toda la ciudadanía tenía el derecho a elegir a los candidatos de su preferencia, independientemente de su religión. Pero en un intento por «islamizar» el país, Zia-ul-Haq ordenó un sistema separado para los que llamó no musulmanes, quienes solo podían elegir al cinco por ciento del parlamento que les había sido asignado.
El sistema efectivamente le quitó representación política a esa comunidad, impidiendo que los ahmadías ocuparan cargos de gobierno importantes o hasta consiguieran empleos en dependencias estatales como la policía. En un intento por aplacar a los islamistas de línea dura, en 2002, el entonces presidente Pervez Musharraf emitió la orden ejecutiva número 15, que les obliga a registrarse en la «lista de votantes suplementarios», una medida que, según Jan, «no se contradice con la justicia islámica». Desde entonces, indica, los sucesivos gobiernos fueron tercos ciegos del «apartheid de votantes» de Pakistán, lo que viola el artículo 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, suscrito por Pakistán en 2008.
Para algunas personas esta discriminación es solo un asunto político, pero para los ahmadías es cuestión de vida o muerte. Los vacíos legales permiten que los extremistas religiosos ataquen a las minorías, mientras las controvertidas leyes contra la blasfemia allanan el camino para una mayor intolerancia. El Jamaat-i-Ahmadiyya (movimiento ahmadía) divulgó en marzo el informe anual correspondiente a 2012 en el que denuncia el asesinato de 19 miembros de la comunidad. Desde 1984 unos 226 ahmadías han muerto a causa de la violencia sectaria.
El 28 de mayo de 2010, unos extremistas masacraron a 94 ahmadías en sus mezquitas en la congregación de los viernes, en Lahore. Nadie ha sido procesado por este delito. El opositor Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI), encabezado por el exjugador de críquet Imran Jan, salió en defensa de la minoría. Su portavoz, Zohair Ashir, explica que su partido consideraba a todos los ciudadanos pakistaníes iguales ante la ley. «Es una vergüenza que los gobiernos anteriores no hayan rectificado muchas injusticias e inequidades del sistema», y añade que si el PTI llega al poder «atenderá todos esos asuntos de forma expeditiva».
Pero no ha dicho qué medidas concretas se tomarán para asegurar la participación política de la comunidad ahmadía. «Es hipotético en esta etapa decidir qué medidas legislativas habrá que tomar y cuándo. Arreglar la economía y la crisis energética, así como luchar contra el terrorismo, son áreas de inmediata y mayor prioridad para nosotros», remarca.
Muy poca gente cree que las próximas elecciones introduzcan cambios. El periodista ahmadía Aamir Mehmud, de 37 años, explica desde la ciudad de Chenab Nagar, en la provincia de Punyab que «no se me ocurre ningún partido o dirigente que tenga el valor de comenzar el debate y desechar estas leyes discriminatorias utilizadas contra las minorías».
En Chenab Nagar, el 95 por ciento de los 70.000 habitantes pertenecen a la comunidad ahmadía. A medida que se acerca el día de los comicios, agrupaciones y personas con la intención de proteger la «santidad del profeta Mahoma» aprueban las leyes electorales discriminatorias y muestran su desdén hacia el boicot. «Si ellos quieren revertir (la orden ejecutiva de 2002, que creó una lista de votantes separada) deben seguir el camino de la justicia y del parlamento», explica Qasim Faruqi, portavoz de la organización proscrita Ahle Sunnat Wal Jamaat.
Para Faruqui «el boicot no es una respuesta». «Es importante votar, y deben desempeñar su papel. Al no participar en las elecciones, solo debilitan al país». La creciente tensión no presagia nada bueno para esta comunidad, que tarde o temprano cargará con el peso de la ira de los islamistas.
Siete ahmadías fueron amonestados por varias faltas como «profanar el sagrado Corán» y «llamarse musulmanes». También fueron acusados de imprimir y distribuir en el diario Al-Fazal, una publicación de la comunidad ahmadía, textos «blasfemos» disfrazados de información. Las autoridades ahmadías dijeron que el periódico, uno de los más viejos de Pakistán, solo se distribuía dentro de la comunidad.