Por primera vez, un secretario del Tesoro estadounidense se ha reunido con los ministros de Finanzas de la zona euro. Ha sido en Wroclaw (Polonia) y allí han confrontado las dos formas de actuar para salir de la crisis. Estados Unidos ve con temor un contagio de los problemas de deuda de los países del euro y Geithner ha propuesto que se amplíen los 440.000 millones de euros del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera para ofrecer garantías al mercado de que habría dinero suficiente para rescatar a otros países, como Italia o España. Su recomendación es que se haga mediante apalancamiento sin necesidad de aumentar la dotación total del fondo.
Pero el Eurogrupo mira para otro lado. Su presidente, Jean-Claude Juncker, ni siquiera ha echado mano de la diplomacia para rechazar la propuesta estadounidense: «no discutimos el incremento o expansión del mecanismo europeo de estabilidad financiera con un Estado no miembro de la eurozona».
Juncker además ha constatado las diferentes visiones que se tienen a ambos lados del Atlántico para salir de la crisis y cree que la receta aplicada por Obama en Estados Unidos no es aplicable en Europa, sin consolidación de las finanzas públicas: «no vemos margen de maniobra en la eurozona que nos pueda permitir lanzar nuevos paquetes de estímulo fiscal».
Con la disciplina presupuestaria como principio, el Eurogrupo tampoco ve suficientes las nuevas medidas adoptadas por el gobierno griego para recibir el apoyo europeo que le permita evitar la quiebra. Se pide más, a pesar de las previsiones de una mayor recesión en el país.
Finlandia sigue pidiendo garantías adicionales a Grecia para aportar su parte del rescate y eso ha provocado una nueva negociación entre los 17 socios del euro. La situación está tan enrocada que la ministra austríaca de Finanzas, Maria Fekter, ha llegado a plantear si será más caro rescatar a Grecia o dejarla caer. De momento, se retrasa hasta octubre la decisión sobre la concesión del préstamo de 8.000 millones que necesita Atenas de forma inminente.
El coro de voces es tan dispar que el presidente del Eurogrupo se ha visto obligado a intentar poner orden: «Tenemos que volver a la disciplina verbal porque no podemos añadir más controversia a los problemas que ya existen, así que he insistido ante mis colegas que sean lo más disciplinados posibles al expresar sus opiniones».