En el último Consejo de Agricultura, que se acaba de celebrar en Bruselas, los ministros del ramo han expresado su preocupación por la alta mortalidad de las abejas. No es algo que suceda solo en la UE, se comenzó a detectar en 1972 en Estados Unidos. Las colonias se pierden de una manera fulminante, tanto que se ha acuñado un término para definirlo el «colapso de las colmenas». De pronto y sin que se conozca la causa las abejas obreras abandonan los huevos, a las abejas inmaduras y a la abeja reina que no pueden subsistir por sí mismos. En 2009 desaparecieron de esta manera más del 50% de las colmenas de Irlanda del Norte. Hay muchas hipótesis para explicar el porqué pero ninguna certidumbre. Se culpa a un ácaro parásito, al calentamiento global, a los cultivos genéticamente modificados, a los pesticidas y hasta a las antenas de telefonía y los teléfonos móviles. Las abejas son insectos muy sensibles a cualquier variación en su hábitat.
Los ministros de Agricultura europeos han pedido al Ejecutivo comunitario que ponga en marcha iniciativas para evitar la desaparición de las abejas y con ellas la polinización y la agricultura.
Entre otras acciones piden que la UE apoye los programas nacionales de apicultura más allá de 2013 y que se cree un laboratorio de referencia encargado de definir y coordinar los métodos que utilizan los diferentes Estados de la UE para diagnosticar las enfermedades de las abejas y que se encargue de la formación de expertos.
En la UE hay unos 700.000 apicultores. España es el país con más colmenas, casi 2.500.000.