«El miércoles 23 de mayo será la fecha de nuestra cena informal de jefes de Estado y de Gobierno», ha anunciado Van Rompuy, en su cuenta de Twitter. Será la primera oportunidad para que el nuevo presidente francés, François Hollande, se siente con sus colegas europeos y exponga detalles de sus anunciados planes para impulsar el crecimiento económico e intente reformar el pacto fiscal, ya firmado por 25 países de la UE.
Los líderes comunitarios se mueven en la contradicción de mover ficha ante la queja general que se extiende en Europa contra los ajustes presupuestarios sin fin y rebajar las expectativas de cambio. «Reducir la deuda y el déficit es esencial para crear confianza y reducir los costes de financiación. Cada euro gastado en el pago de intereses es un euro menos para la inversión y el empleo», ha dicho el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, quien insiste en que debe haber una aceleración de las reformas estructurales en los países europeos.
Austeridad y crecimiento unidos forman el mensaje al que se ha sumado la canciller alemana, Angela Merkel, y el que el propio Barroso desde la Comisión Europea, ignorado por los gobiernos europeos, ha venido repitiendo en los últimos meses. El comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, ha dicho que «el debate de consolidación frente a crecimiento es un falso debate... No hay alternativa. Necesitamos hacer las dos cosas al mismo tiempo».
Sin embargo, el margen de maniobra es pequeño. La propia Merkel, como Hollande, han citado en las últimas semanas las posibilidades del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para impulsar medidas de estímulo. Pero la canciller alemana ya dijo que el crecimiento no debe costar dinero y Barroso piensa proponer a los 27 reforzar la capacidad de préstamo del BEI en al menos 10.000 millones de euros. Su idea es «favorecer la inversión pública para que ésta desencadene la privada».