La ONU reclama a todos los partidos «que avancen de forma urgente hacia un proceso de transición política integrador, ordenado y dirigido por los propios yemeníes» siguiendo la iniciativa que ha propuesto el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) para que comience una transición hacia un nuevo Gobierno nacional.
Con el regreso del presidente yemení el pasado viernes, Alí Abdulá Saleh, se ha recrudecido la violencia y desde entonces han muerto unas 40 personas en enfrentamientos.
Desde el pasado enero el pueblo del Yemen salió a la calle para reclamar la dimisión del presidente Saleh, que lleva en el poder 33 años. El CCG ha intentado en varias ocasiones proponer una salida para el presidente, incluso garantizándole la inmunidad judicial, pero este las ha rechazado. A lo más que llegó fue a prometer que no se presentaría en 2013 a la reelección y que tampoco lo haría su hijo Ahmed.
En junio, Saleh sufrió un atentado en su palacio presidencial, fue trasladado a Arabia Saudí y todos pensaban que no regresaría. Lo ha hecho visiblemente cambiado por las graves quemaduras que sufrió en el 40% de su cuerpo. La oposición teme que esta vuelta signifique un intento de consolidar su poder. El Consejo de la Revolución Nacional que lidera la transición denuncia que la vuelta del presidente alienta la guerra civil.
La sociedad yemení está profundamente dividida. Los informes describen su democracia, que un día fue considerada la primera del Golfo, como muy frágil y siempre ha estado amenazada por los islamistas y los insurgentes tribales.
El país que un día formara parte del legendario reino de Saba se encuentra en una encrucijada. Sus fuentes económicas el gas y el petróleo están en las últimas, con dificultad llegarán a 2017 según el Banco Mundial. Representan el 90% de las exportaciones del país. Su inestabilidad puede afectar a toda la región desde el norte de Kenia a Arabia Saudita.
Saleh es, después de Gadafi, el mandatario de un país árabe que lleva más tiempo en el poder. Con una continua contestación: un movimiento separatista al sur, una rama de Al Qaeda y continuos enfrentamientos con las tribus chiíes del norte. Desde 1978 gobernó en el norte del país y pasó a ser el máximo mandatario del Yemen reunificado en 1990.