La cumbre de los países más ricos del mundo en Deauville (Francia) no ha aportado grandes novedades a ninguno de los grandes asuntos que se habían planteado. En este caso, además de retóricas promesas sobre los principales problemas del mundo, ha habido dinero para los regímenes salidos de las revueltas del norte de África. Pero poco más. Para la UE, sin embargo, ha sido un gran éxito. Tanto el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, como el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, se han felicitado por los resultados.
El G-8 ha confirmado su máxima de ayudas a cambio de democracia en los países árabes y los líderes comunitarios han confirmado que la respuesta a las primaveras árabes es idéntica más allá de Europa.
El compromiso de conceder créditos por 20.000 millones de dólares, dicen los líderes comunitarios, es la expresión de la solidaridad con las nuevas autoridades de Túnez y Egipto para llevar adelante los procesos de transición.
El 25% de esa cantidad saldrá del Banco Europeo de Inversiones. Además incluye las partidas ya acordadas anteriormente por Bruselas, 1.240 millones que llevan el montante global hasta los 7.000 millones, según la propuesta que hizo la semana pasada la Comisión Europea. Una ayuda económica que, según dicen Barroso y Van Rompuy en un comunicado conjunto, es crítica para el éxito de sus transformaciones democráticas.
Más allá de este punto, solo declaraciones, que los líderes europeos presentan como grandes pasos. En economía, el G-8 se propone avanzar hacia la recuperación global tras la crisis y reconoce y apoya las acciones de la UE en los países con problemas de deuda. No más.
Sobre el comercio mundial, preocupación compartida de que estamos ante una difícil situación. La UE ve con agrado que el G-8 mantenga sus compromisos de liberalización en consonancia con el mandato de Doha y que se mencionen las prioridades de los países menos desarrollados.
Por primera vez, los 8 grandes han reflejado en su declaración su interés por África y la UE se congratula por eso. Dicen Barroso y Van Rompuy que para ayudar a África a incrementar sus recursos fiscales, la Comisión va a hacer el próximo octubre una propuesta legislativa que incluya la obligación de las compañías a hacer pública la información sobre sus actividades, en línea con la iniciativa de transparencia de Bruselas.
Por último, sobre seguridad nuclear, el G-8 ha acordado revisar los estándares internacionales, como había pedido la UE, y eso, dicen, demuestra que se han aprendido las lecciones de Fukushima. Particularmente, a los jefes del ejecutivo comunitario y del Consejo, les parece bien que se apoye la necesidad de hacer stress tests a nivel mundial.
Eso es todo.
◊ El g-8 premia a las «primaveras árabes»
◊ Comunicado final de la cumbre del G-8 sobre las «primaveras árabes»