Este fin de semana la empresa rusa Gazprom ha iniciado las obras de construcción del «South Stream» en los Balcanes. Serbia es el primer país del Mediterráneo que comienza la instalación de las tuberías que tendrán unos 420 kilómetros de longitud. Un tramo que ha sido considerado «proyecto nacional» y puede ayudar a revitalizar su economía. La Comisión Europea quería evitar depender del gas ruso, pero ha paralizado el proyecto Nabucco que debía transportar el gas desde Asia Central, pasando por Turquía.
A principios de noviembre comenzaron en Bulgaria las obras de construcción de la parte norte de esta gran tubería de gas que aportará a Europa más de 63.000 millones de metros cúbicos en 2018. «South Stream» supone una inversión unos 16.000 millones de euros, a los que hay que añadir los 24.000 millones que cuesta el «North Stream», que llega a Europa del Norte por el lecho del Báltico. Por contra Nabucco, que tenía como principal objetivo no depender del combustible ruso, debía unir el Caspio y el mar Negro con Europa Central a través de Turquía, Bulgaria, Rumanía, Hungría y Austria, sin pasar por territorio ruso, ha quedado paralizado por la inseguridad de la zona asiática y el elevado coste del proyecto.
Ucrania ha sido la gran perdedora en este trasiego de tuberías, ya que ninguna de los tres ramales pasan por su territorio, por lo que Moscú negociará directamente los precios y las cantidades de gas que oferta a Europa. En 2012 ante una ola de frío, Gazprom redujo el suministro de gas a ocho países europeos, por descacuerdos con Kiev. La Unión Europea comenzó a pensar en la necesidad de no tener un suministrador tan potente, pero las otras alternativas han acabado en papel mojado.
Para los países por los que atraviesan los gasoductos, la construcción de la obra supone una importante inyección económica, principalmente por la ocupación de mano de obra en un país que tiene un 20% de paro. El presidente ruso, Vladímir Putin, ha declarado que el proyecto garantizará los suministros a los clientes europeos y permitirá evitar los riesgos de tránsito y ha puntualizado que «el proyecto se inscribe en la colaboración constructiva de nuestros estados, basda en la antigua tradición de amistad entre Rusia y Serbia». En su opinión, la construcción de esta macroinfraestructura atraerá grandes inversiones a la región y creará nuevos empleos que contribuirán al desarrollo económico y social.
Después de Serbia seguirán Grecia, Eslovenia, Croacia y Austria. El tramo que se construye en Bulgaria, podría entrar en funcionamiento a finales de 2015. Para construirlo se ha creado un consorcio en el que Gazprom aporta el 50%, la italiana ENI, el 20%, la francesa FED y la alemana Wintershall aportan un 15% cada una.