La producción de Tuber melanosporum o trufa negra está asociada condiciones húmedas y frías durante el verano previo a su cosecha. En el estudio se han analizado las cosechas entre 1970 y 2006 en Aragón, en la región francesa de Périgord y en la italiana de Piemonte‐Umbría y los datos muestran un declive de la producción pese al aumento de las plantaciones truferas desde el inicio de los años 70, explica el investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas Jesús Julio Camarero, del Instituto Pirenaico de Ecología.
La cosecha de trufa española es la más sensible a los efectos de las lluvias del verano, ya que se trata de la zona más seca de las tres que se han estudiado. La sequía podría también influir de manera indirecta sobre la producción de trufa, ya que afecta al crecimiento de los árboles como la encina, en cuyas micorrizas se desarrollan las trufas mediante una relación simbiótica.
Jesús Julio Camarero señala que «Las previsiones que ofrecen los modelos climáticos empleados en el estudio indican que el declive de producción de trufa en la cuenca mediterránea puede acentuarse durante el siglo XXI debido al aumento de las temperaturas y de la evapotranspiración».
Por el contrario, dicho calentamiento podría favorecer la producción en Europa Central de otras especies de trufa como la trufa de verano (Tuber aestivum).