Pons Patentes y Marcas Internacional se ha posicionado como una de las pocas organizaciones en dar un servicio integral al cliente: desde la protección de una idea hasta la explotación de la misma. Con una cartera de más de 30 proyectos en negociación para su traspaso a un tercero, la división gestionada por Sergio Larreina, Director de Inteligencia Competitiva hace balance con gran éxito.
La transferencia de tecnología es un mecanismo de propagación de capacidades, bien entre personas (traspaso), o entre empresas (proyectos de cooperación) o entre países («misiones tecnológicas») la transferencia puede ser de objetos técnicos y artefactos, o de conocimientos.
Normalmente la transferencia de tecnología va asociada a tener un título de propiedad de esa tecnología (aunque no siempre) que aporta a su titular unos derechos exclusivos y por tanto, puede negociar con este título, algo parecido a lo que pasaría con una propiedad inmobiliaria.
El contexto actual viene marcado por una fuerte recesión económica que ha frenado en seco el crecimiento de nuestra sociedad, entendido el crecimiento como la adquisición de derechos sociales y desarrollo del conocimiento.
La principal variable del desarrollo del conocimiento, vital para el crecimiento de la sociedad y su marcha hacia ese ansiado bienestar es el desarrollo científico, el desarrollo basado en la I+D. Por tanto, la dependencia del desarrollo científico para el desarrollo de nuestras sociedades hace que cada variable cobre una importancia crítica. Tal es el caso por ejemplo de la inversión de dinero público (y privado): el exceso o la carencia de dichos fondos repercuten en la calidad (y cantidad) de la I+D.
Sin embargo en este esquema aparece una variable que históricamente no ha tenido más que obstáculos: la transferencia de tecnología, el aprovechamiento de la tecnología existente y su utilización en beneficio propio y en el de los demás.
Por tanto, ante la insistente pregunta de 'por qué patentar', 'por qué proteger', la respuesta, entre otras muchas igualmente válidas, se perfila por sí sola: para obtener un rendimiento económico, un retorno como recompensa a una idea y al esfuerzo en esa investigación, independientemente de los beneficios que va a tener el desarrollo de ese producto o servicio en la sociedad.
Esta es la razón de ser de la transferencia de tecnología, y de las unidades de transferencia en diversas instituciones: el llegar al último paso dentro de la I+D, que es la comercialización de la misma, consiguiendo el doble objetivo del beneficio para el propietario de ese desarrollo y para la sociedad que lo va a consumir. Por tanto, un desarrollo, siempre merece la pena intentar ser comercializado, ya que, no hay peor lucha que la que no se hace (no imagino la rentabilidad de una tecnología en un cajón, como no imaginamos la rentabilidad de un piso vacío, volviendo al símil inmobiliario).
Según Larreina: «En Pons Patentes y Marcas creemos que si la finalidad de un desarrollo no es la protección frente a un tercero, éste debe intentar ser comercializado, transferido a un tercero que lo va a explotar, lo va a implantar en una sociedad que se va a beneficiar, y por tanto va a revertir también parte de ese beneficio al propietario original».
Pero esta transferencia no es fácil: hay que interpretar la tecnología, enfocarla comercialmente, encontrar a alguien interesado en la misma, emprender negociaciones y plasmarlas en acuerdos jurídicos y valorar, es decir, cuánto «cuesta». Todas estas disciplinas involucran perfiles profesionales diferentes: técnicos, analistas de información, profesionales del derecho y perfiles economistas. La integración de disciplinas como la inteligencia competitiva (la recuperación y el análisis de la información y su conversión en conocimiento) con las capacidades técnicas en diversas áreas hacen del proceso de transferencia una tarea algo más fácil que como lo era hace unos años, aunque no se pueda prescindir del profesional humano, sobretodo en las delicadas (y dinámicas) fases de negociación.
Pons ha creado un equipo multidisciplinar con enormes sinergias personales, claves para el éxito de cualquier proyecto, que cubre las áreas técnica, jurídica, informacional y económica, ofreciendo un servicio de calidad, personalizado y con una gran trayectoria, que completa un, hasta ahora, negocio clásico de la protección de la tecnología, dotándole de esa dimensión económica y social, que históricamente se ha obviado.
Decía Lord Kelvin «Lo que no se puede definir, no se puede medir, lo que no se puede medir no se puede mejorar, y lo que no se puede mejorar eventualmente se deteriora». Ese es el «quid» de la transferencia: definir el objetivo, medir lo que vale y su impacto, y su potencial mejora.