No esperar mucho de estas conversaciones preparatorias de la gran conferencia de la ONU a finales de año en la sudafricana Durbán, parece ser el mantra de esta reunión. «Los gobiernos deben progresar por la vía que se trazaron», dice Christiana Figueres responsable del clima de la ONU, «Tal vez haya progresos, pero no un gran avance», asegura el negociador de la Unión Europea, Artur Runge-Metzger.
Los delegados de casi 200 países, un total de 2.271 representantes de gobiernos, expertos y activistas tienen cinco días por delante para afianzar lo poco que se consiguió en la pasada cumbre de Cancún.
En México se acordó destinar 100.000 millones de dólares para ayudar a los países menos desarrollados a luchar y adaptarse al cambio climático, es decir limitar el aumento de la temperatura a dos grados. Ahora, la cuestión es que los países que lo prometieron den el dinero y establecer fórmulas para encauzarlo. Uno de los países que se comprometió fue Japón, pero su economía está maltrecha.
Los delegados deben continuar las conversaciones sobre traspaso de tecnología, lucha contra la deforestación y mercado de emisiones de carbono. Por otra parte está el fin del protocolo de Kyoto en 2012. Canadá, Japón y Rusia, tres de los 47 países que lo ratificaron no están dispuestos a que se prolongue quieren otro acuerdo que ratifiquen todos los grandes contaminantes. China e India, por su parte, lideran a las potencias emergentes y piden su cuota de contaminación para no ver perjudicado su crecimiento.
Y no se puede olvidar el gran interrogante que Fukushima está dejando sobre la viabilidad de las centrales nucleares. Alemania Y Suiza han anunciado que cerrarán los reactores más antiguos y no darán permisos para la instalación de nuevos, China también ha suspendido los permisos para nuevos proyectos nucleares y Taiwan lo está estudiando. El otro gran conflicto, la guerra de Libia ha hecho que el precio del barril de petróleo continúe aumentando.
Por su parte los ecologistas piden que se aceleren las negociaciones y se llegue a acuerdos. Greenpeace opina que «el mundo no tiene por qué escoger entre desastres provocados por el cambio climático y desastres provocados por una fuente energética peligrosa como la nuclear. Podemos elegir un futuro en el que nuestra sociedad sea alimentada por energía limpia».