Herman van Rompuy está en Nueva York, con motivo de la reunión de la Asamblea General de la ONU. Desde allí, en una comparecencia en la Universidad de la ciudad estadounidense, ha dicho que las posibilidades «de contagio, de impago, de reestructuración o de abandono de la eurozona es tan grande que no podemos correr ese riesgo».
Una perspectiva que comparte con el primer ministro portugués, Passos Coelho, quien ya ha advertido que la quiebra de Grecia repercutiría en su país y, si se produce, no descarta la necesidad de un segundo rescate para Portugal.
Las declaraciones del presidente del Consejo Europeo puede que sean una buena señal que indique futuros movimientos de la troika de expertos de la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, que viajan a Atenas la próxima semana para decidir si, en función de las medidas adoptadas por el gobierno griego, acceden a conceder un nuevo tramo del rescate, de 8.000 millones de euros, que Grecia necesita para poder pagar salarios y pensiones en octubre.
El ejecutivo de Papandreu anunció ayer nuevos recortes, los enésimos: reducción de un 20% en las pensiones más altas, congelación del puesto de trabajo de 30.000 funcionarios durante, al menos, un año y prolongación del impuesto sobre bienes inmuebles hasta 2014.
Con el país en recesión y una tasa de paro de casi el 17%, las protestas ciudadanas ante las nuevas medidas de austeridad fueron inmediatas en Atenas. Miles de personas se concentraron frente al Parlamento para mostrar su indignación por un ajuste que nunca acaba.