Olli Rehn, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Asuntos Económicos, no ocultaba su preocupación este martes a su llegada a la reunión del Eurogrupo en Atenas. «Estoy preocupado por la posibilidad de tener un largo periodo de baja inflación en Europa, porque afectaría negativamente al proceso de reequilibrio de la economía de la eurozona», ha asegurado.
Y es que lejos de ser una buena noticia, una caída de los precios podría lastrar aún más las maltrechas economías de algunos países periféricos. España, con un descenso del 0,2%, y Portugal, han registrado este mes de marzo una tasa de inflación negativa; y Grecia lleva anclada a la deflación, que implica un descenso del IPC durante dos trimestres consecutivos, desde hace un año.
El principal problema cuando se registra una caída de los precios es que se reducen los márgenes de beneficio de las empresas. Esto afecta a sus cuentas reduciendo al mismo tiempo su capacidad para pagar las deudas, que pese a la evolución de los precios, siguen teniendo el mismo valor. Para hacer frente a estas obligaciones, las empresas podrían verse obligadas a aplicar ajustes de plantilla, provocando a medio plazo un aumento del desempleo y una caída de la producción. Además, la banca podría cerrar el grifo del crédito ante un posible aumento de la morosidad de las empresas. Todo ello hace que el consumo se contraiga, y que ante la falta de demanda los precios vuelvan a caer.
Por otro lado, provoca un efecto psicológico en las familias que tienden a consumir menos ante la expectativa de que los precios sigan bajando. Optan por retrasar sus compras, y hacen caer la demanda, que a su vez vuelve a arrastras a la baja los precios, con el riesgo de entrar en una espiral nada beneficiosa para la economía.
En manos del BCE
Sin embargo, desde Atenas los mandatarios europeos se han apresurado a restar importancia al asunto. «No es tanto un problema de deflación, lo que hay es una inflación muy, muy reducida, claramente por debajo del 2%», ha matizado Luis de Guindos, ministro español de Economía y Competitividad. «No creo que haya riesgo de deflación, pero la inflación es baja y está reduciéndose», ha insistido Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo. Sin embargo Victor Constâncio, número dos del BCE advertía a su llegada que la baja inflación «podría actuar como un lastre para la recuperación económica».
Precisamente esta preocupante situación podría llevar al BCE a tomar medidas este mismo jueves en su Consejo de Gobierno. Una opción pasaría por rebajar aún más los tipos de interés, que ya están en el 0,25%. Sin embargo, según los analistas, el margen es muy reducido para que pueda tener un impacto real en la economía europea. La entidad presidida por Mario Draghi también podría optar por aplicar una política monetaria más expansiva y poner sobre la mesa la posibilidad de comprar activos para conseguir aportar liquidez al mercado, al igual que llevan haciendo varios trimestres la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Inglaterra.
Hasta ahora la férrea oposición de Alemania era el principal escollo para aplicar estas medidas. Sin embargo, el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, aseguraba hace una semana en una entrevista con la agencia MNI que «la posibilidad de que el BCE compre activos no está fuera de la discusión»; aunque advierte: «Unas tasas extremadamente bajas son un riesgo para la estabilidad financiera».
Luis de Guindos a su llegada a Grecia se ha mostrado convencido de que el Banco Central Europeo «actuará». Dijsselbloem por su parte apelaba a la independencia del organismo: «Tiene una reunión el jueves y esto es competencia del banco, puesto que se trata de política monetaria», ha asegurado. Entre tanto, Mario Draghi, presidente del BCE, que también ha asistido a la reunión informal del Eurogrupo, optaba por guardar el misterio. «Para esta cuestión vuelva usted el jueves a Frankfurt», ha contestado a un periodista al ser preguntado en la rueda de prensa posterior a la reunión.