Unas 60 panaderías de toda Serbia han introducido este concepto. Cada vez que un cliente ordena algo para sí, compra un pan adicional, u otro producto elaborado en el comercio, y lo coloca en el canasto para los necesitados. «Aproximadamente uno de cada 10 clientes compra un producto extra y lo deja en el cesto de la solidaridad», explica el panadero Veljko Antic. Añade que «los que dependen de esto para comer vienen mucho después. Por lo general entran disimuladamente y salen a toda prisa. Se sienten avergonzados y tristes... Es por eso que hemos ubicado el cesto cerca de la entrada de nuestra panadería, para no avergonzarlos más».
Esta es la primera iniciativa de esta clase para ayudar a los afectados por la pobreza, que azota duramente a Serbia. Campañas similares se llevan a cabo en países vecinos, principalmente en naciones que también integraron la antigua Yugoslavia.
Las estadísticas más recientes muestran que 700.000 personas en Serbia, que tiene 7,2 millones de habitantes, viven bajo la línea de la pobreza. Según la definición del Banco Mundial, esto significa que sobreviven con menos de 1,25 dólares diarios. De los 1,02 millones de niños menores de 14 años en el país, el 12 por ciento son pobres y el 6,6% sufren desnutrición, según los datos oficiales.
La «comida de la solidaridad» fue introducida por un grupo de jóvenes entusiastas de Internet desde el portal de compras www.kioskpages.com. La inspiración para su iniciativa, que se resume en el lema «Exprese solidaridad, compre alimentos para quienes los necesitan», llegó de Italia, donde es común que clientes dejen monedas para pagar un café a quienes no pueden hacerlo por sí mismos. «Nos gustó la idea, pero decidimos centrarnos en los alimentos», dice Nina Milos, de 24 años, que trabaja en Kioskpages. «En Serbia la gente tiene más necesidad de alimentos que de café».
Serbia tiene un total de 68 comedores para indigentes, administrados por la Cruz Roja, pero algunos de ellos se están clausurando por falta de fondos. Funcionarios de esta organización explican que desde hace tiempo sus esfuerzos no alcanzan para alimentar a los necesitados. «Nos preocupaba la logística necesaria para llegar a diferentes tipos de personas: quienes introducirían la comida de la solidaridad, quienes la apoyarían y quienes la usarían, dado que los últimos sin duda no tienen acceso a Internet». Milos agrega que «fue por eso que optamos por colocar carteles en las panaderías y avisos en periódicos gratuitos, y también nos aliamos con organizaciones no gubernamentales que trabajan con personas pobres o sin techo».
Según ella, la campaña dio sus mejores resultados en Belgrado y en la ciudad de Novi Sad, al norte del país. Y eso no es todo, dice. Muchos verduleros han empezado a ofrecer gratuitamente las frutas y las verduras que no venden durante el día. «Se han sumado varios comercios de comida para llevar».
Una campaña similar se lleva a cabo en la vecina Macedonia, donde se han sumado a la iniciativa 10 panaderías en Skopje, la capital, y la ciudad de Kumanovo. La psicóloga Miljana Radojevic explica que «'solidaridad' era una palabra olvidada en Serbia».
«La población se ha empobrecido y prácticamente no piensa en los demás. Sin embargo, hay algunos que están bien económicamente o incluso quienes no lo están tanto pero pueden gastar dinero extra en aquellos que lo necesitan», plantea.
La transición hacia una economía de mercado tras las guerras civiles de Yugoslavia de los años 90 y la crisis económica de 2008 han maltratado a Serbia. El desempleo llega al 24,1 por ciento y afecta a más de un tercio de la fuerza laboral. La situación es un poco mejor en otras naciones de la ex Yugoslavia, pero la pobreza llama a las puertas de muchos en la región.
Eslovenia, cuyo desempleo es del 12,8 por ciento, todavía soporta bien la crisis. Pero también allí, un servicio de comidas, www.minestra.si, ha introducido una iniciativa similar llamada «Una comida para después». «Esas comidas se entregan a la organización humanitaria católica Caritas para su mayor distribución», explica Peter Bostjancic, de Minestra. «Las consumen los pobres y también empleados cuyos ingresos no les alcanzan para sobrevivir» nos explica.
En Croacia, donde el desempleo es de 19 por ciento, el fenómeno de los «pobres urbanos» va en aumento. «Se trata mayoritariamente de personas educadas que quedaron sin empleo tras el cierre de las empresas en las que trabajaban», según una fuente de la oficina croata de Caritas a condición de preservar su identidad. «Hasta hace poco, estas personas estaban por encima de la línea de pobreza, pero la pérdida de empleos, la carestía y la carga de las hipotecas las pusieron en dificultades».
De este modo, la idea que hay detrás del cesto de la solidaridad se impone. Las panaderías de Belgrado trabajan hasta tarde en la noche. Algunas personas que dependen del cesto de la solidaridad se acercan a la calle Beogradska solo cuando no hay muchos transeúntes. Una de ellas es Zorana Savovic, una madre soltera de 43 años con dos hijos, que trabaja por un magro salario en un puesto de venta de periódicos cercano a una panadería.
«Me da vergüenza tener que hacer esto», dice Savovic, «pero me brinda la cena para mí y para mis hijos. Yo no como nada durante el día y mantengo la vista puesta en el cesto al otro lado de la calle. Entro justo antes de que la panadería cierre y entonces me apresuro para llegar a casa con la comida».