BELGRADO, (IPS) - Después de dos meses de espera, los habitantes de la ciudad serbia de Valjevo, en el centro del país, siguieron los consejos de su obispo y fueron a la iglesia ortodoxa a rezar para que lloviera. «No fui por que sea creyente, sino porque no sé qué otra cosa puedo hacer», indica Milan Stankovic, de 55 años, que estuvo en la misa del pasado domingo. «La mitad de mis frambuesas se han perdido, igual que el maíz».
Finalmente, en la noche del domingo al lunes llovió en toda la región de los Balcanes, aliviando un poco a cientos de miles de agricultores que han pasado el verano mirando al cielo y soportando cuatro olas de calor desde el 1 de junio. «En los Balcanes, los agricultores calculan los daños», nos dice el analista Misa Brkic. «Pero los países de la región deben reconocer que no han hecho apenas nada que se pueda parecer a una estrategia agrícola. Los gobiernos ponen a la agricultura entre sus principales prioridades, pero solo en teoría».
La Cámara de Comercio de Serbia estima que los daños por la sequía ascienden a unos 1.700 millones de euros. «La sequía de este año ha acabado con la mitad de la producción vegetal de Serbia», afirma el especialista Vojislav Stankovic. Eso incluye maíz, soja, trigo, fruta y verdura.
Stankovic dice que Serbia, el mayor productor agrícola de la región, necesita invertir más de 1.500 millones de euros en sistemas de irrigación, que en la actualidad solo cubren 200.000 hectáreas, es decir, el cuatro por ciento de las tierras cultivables. La cobertura necesita ampliarse a dos millones de hectáreas.
La agricultura es el sector de exportación más rentable, y sus ingresos netos ascendieron a unos 2.000 millones de dólares en 2011. «Fue muy importante para el presupuesto nacional, pero este año no va a tener nada que ver», indica Brkic. «Las cosechas que se han perdido no solo afectan a la producción agrícola», dice Zarko Galetin, director de Product Exchange. «Las pérdidas se traducen en una menor producción de carne, huevos, leche, etcétera, y en el alza del precio de los alimentos», explica.
Los consumidores de Serbia están notando ya el impacto de la situación, con dos subidas en el precio de la carne de alrededor de un cinco por ciento en las últimas dos semanas.
El riego ha resultado difícil
«Nuestros pozos tienen menos agua», dice Mirjana Kiric, de 35 años, vendedora de Kalenic, el mayor mercado al aire libre de Belgrado. «Utilizamos viejas bombas y casi podemos escuchar como la tierra sorbe el agua».
En la vecina Bosnia-Herzegovina, que incluye a la federación croato- musulmana del mismo nombre y a la República de Srpska, no hay siquiera un ministerio de agricultura común.
La temperatura del suelo en el sur ha llegado hasta los 47 grados, y el gobierno ha estimado las pérdidas de las cosechas en 1.000 millones de dólares. La agricultura concentra el 20 por ciento del empleo en ese país, donde el paro es de un 48 por ciento.
«No se conocía una situación tan mala desde que terminó guerra» (1992-1995), nos dice Jovan Jankovic, de 65 años, por teléfono desde Ljubovija. «Aquí el maíz va a ser tan raro como el oro», apunta.
El Banco Mundial, que en mayo aprobó un préstamo de 40 millones de dólares para mejorar el sistema de irrigación en Bosnia, dijo entonces que los países de los Balcanes tenían un «enorme potencial agrícola, pero carecían de infraestructura y de estrategia».
Holger Kray, encargado de desarrollo agrícola y rural para Europa y Asia central, del Banco
Mundial recuerda que «la ex Yugoslavia llegó a tener uno de los sistemas de irrigación y
canalización más avanzados del mundo» (...) «Por desgracia, se degradaron y erosionaron», declaró a los medios locales.
En Croacia, menos del uno por ciento de las tierras cultivables, unas 16.000 hectáreas, están irrigadas. El ministro de Agricultura, Radimir Cacic, reconoció este mes a la prensa local que el enfoque del país en materia agrícola es como el de las «tribus primitivas». «Si hay lluvia, hay cosecha y electricidad. Si hay sequía, no hay nada. Eso tiene que cambiar», declaró a la radio y televisión croata HRT.
Por ahora se ha hecho poco en ese sentido. La única luz de esperanza para Croacia son los fondos de la Unión Europea que estarán disponibles una vez que se convierta en el miembro 28 del bloque, en julio de 2013.
La sequía ha tenido un severo impacto sobre la producción energética. Las centrales hidroeléctricas han tenido que reducir la generación debido al bajo nivel del agua. En Serbia, la producción eléctrica ha caído un 20 por ciento. El bajo nivel de los ríos ha obligado a reducir la navegación internacional por los ríos Danubio y Sava.
Los incendios derivados de la sequía han destruido grandes extensiones de bosques y pastizales en Bosnia y en la costa croata del mar Adriático, al igual que en Montenegro y Serbia. Algunos de los incendios desatados en la frontera entre Serbia y Kosovo todavía no han sido controlados debido a que las minas antipersona puestas durante la guerra en la antigua provincia serbia han vuelto el área inaccesible.
Milan Stankovic, dice con resignación «Le agradeceremos a quien sea la lluvia». «Pero la poca que ha caído lo ha hecho demasiado tarde, así que no ha servido de mucho consuelo».