La seguridad alimentaria se ha convertido en un tema clave en las negociaciones que se celebran para avanzar en el texto de un nuevo tratado sobre el clima y en las que han participado 194 delegaciones de gobiernos y representantes de la sociedad civil como observadores. Algunos de ellos han expresado su preocupación por el retroceso que sufrió el tema durante la 20 Conferencia de las Partes celebrada en Lima el pasado diciembre.
La ronda negociadora de Ginebra es la primera del año de un cronograma de encuentros destinados a consensuar el texto del nuevo tratado universal y vinculante sobre el cambio climático que deberá adoptarse en diciembre en París, durante la COP 21, y que entrará en vigor en 2020.
La seguridad climática es un objetivo fundamental de la Convención y tradicionalmente las discusiones sobre el tema han estado vinculadas a la adaptación al cambio climático. «Si se pregunta a cualquier país africano qué es la adaptación, la respuesta va a ser la agricultura», indica Teresa Anderson, de la organización no gubernamental Ayuda en Acción Internacional.
Añadió que 90 por ciento de los países que han desarrollado planes nacionales de adaptación han incluido como elemento fundamental a la agricultura.
En el borrador del acuerdo climático que salió de Ginebra se incluye la seguridad alimentaria en las propuestas de adaptación y se reconoce la necesidad de «aumentar la resiliencia de los más vulnerables vinculados a los subsidios (o bolsas de pobreza), los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria en los países en desarrollo».
El lenguaje sobre este tema fue reforzado durante las negociaciones de Lima, donde muchas naciones del Sur en desarrollo consideraron una pequeña victoria que se incluyeran disposiciones específicas para impulsar la seguridad alimentaria en el borrador del nuevo tratado.
«Desde Lima hemos trabajado duro para que se tenga en cuenta la seguridad alimentaria. Finalmente,se incluyó en la sección de adaptación, y ahora estamos luchando mucho para que la seguridad alimentaria entre también también en las negociaciones sobre mitigación», explica el negociador de Níger, Abdou Bonguéré.
Según lo establecido, el nuevo tratado climático, que sustituirá al Protocolo de Kyoto, tendrá tres pilares: adaptación, mitigación y daños y pérdidas. Pero durante la semana de negociaciones en Ginebra, delegados gubernamentales y observadores de la sociedad civil han coincidido en expresar su preocupaciónde que lo avanzado en seguridad alimentaria esté en peligro.
La activista Anderson considera que los cambios de lenguaje en las discusiones sobre mitigación podrían tener un impacto negativo a largo plazo sobre la seguridad alimentaria, en especial en los países en desarrollo y los menos adelantados.
La preocupación surgió cuando «algunos países propusieron acoger una meta de emisiones 'cero neto' para la mitigación a largo plazo», en una propuesta considerada muy positiva porque ampliaba el ámbito negociador. Pero algunos países plantearon entonces posibles compromisos a largo plazo, para reducir las emisiones de combustibles fósiles para el año 2050 hasta el 'cero neto' o 'cerca de cero'.
Esos términos suenan similares, pero Anderson, como otros participantes en las negociaciones, cree que «significan exactamente lo contrario». El objetivo de emisiones próximas a cero es crítico, mientras que el de «cero neto» a largo plazo, significaría que los países industrializados podrían «continuar generando emisiones habituales, «pero utilizando alternativas, enfoques no renovables para absorber el carbono en el aire».
Entre estos enfoques, «los mayormente disponibles se basan en la tierra y usan grandes cantidades de tierra» , recuerda la activista. «En África necesitamos tierra para cultivar nuestras cosechas, no se puede resolver un problema, creando otro problema», plantea Augustine Njamnshi, miembro ejecutivo de Desarrollo de Recursos Biológicos del Programa de Conservación de Camerún y parte de la Alianza Panafricana de Justicia Climática.
«Hacemos un llamamiemto a emisiones cero, a reducir realmente las emisiones. Cero neto significa continuar la contaminación en algunos países, mientras haya un almacenamiento de dióxido de carbono en otros países, lo que no sería útil para las comunidades de África», añadió.
Aparte de las implicaciones sobre la seguridad alimentaria, la propuesta también incidiría en «el uso de la tierra», otro tema incluido en Ginebra en lo referente a la mitigación.
«Como ahora se propone el uso de la tierra en el texto sobre mitigaciónón, existe el temor de muchas organizaciones no gubernamentales y países sobre el excesivo énfasis que pueda darse a la mitigación en lo relacionado con la agricultura y la tierra» y que estos temas pierdan prioridad en el sector de la adaptación, dice Anderson.
Existe el peligro, añade, de que los países industrializados puedan cumplir sus metas de mitigación mediante tierras cultivables y destinarlas a la producción de biocombustibles o biocarbono. Eso afectaría negativamente a la subsistencia de los más pobres, especialmente en países en desarrollo.
«Lo que hemos aprendido de la apropiaciónón de tierras para biocombustibles, es que los que más sufren siempre son los más hambrientos, los más pobres, los más marginados. Al final, ellos se ven obligados a abandonar sus tierras y se ven sumidos en la pobreza, porque no pueden pagar el precio de los alimentos», plantea Anderson.
Sin embargo, algunos negociadores, incluso de países en desarrollo, consideran exageradas estas preocupaciones. «No creo que esa sea la forma en que lo vería (la Unión Europea), porque en realidad hay una serie de medidas que pueden adoptarse en el sector de la agricultura que son beneficiosas para la seguridad alimentaria, la adaptación y la mitigación», afirma la delegada irlandesa Gemma O'Reilley.
Para O'Reilley se está ante una posibilidad «de ganar-ganar» a largo plazo, de la que excluye que se produzca la apropiación de tierras temida por algunos. En todo caso, las negociaciones sobre mitigación siguen abiertas y después de Ginebra quedan nuevas negociaciones antes de llegar a París.
La esperanza se mantiene porque muchos países quieren llegar a que se incluyan garantías específicas dentro del sector de mitigación, dirigidas a una protección contra una futura apropiación de tierras para combustible climático. «Si tenemos éxito en incluir la seguridad alimentaria dentro de la mitigación, podremos decir que se ha tenido en cuenta una de las mayores preocupaciones de los países del Sur», dice el nigerino Bonguéré.
En el mismo sentido se pronunció Alicia Ilaga, directora de Asuntos Climáticos del Ministerio de Agricultura de Filipinas. «La adaptación es nuestra prioridad, si hay beneficios colaterales con la mitigación, está bien, mejor aún, ¿por qué no? Y hay beneficios colaterales para la seguridad alimentaria». «La seguridad alimentaria es la adaptación, pero hay estrategias de adaptación con potencial de mitigación», insiste.
En Ginebra los grupos que promueven la justicia climática recordaron a los negociadores que la mayor amenaza para la seguridad alimentaria sigue siendo la falta del esfuerzo necesario para reducir drásticamente las emisiones de carbono antes de 2020, cuando entrará en vigor el nuevo tratado.
Para estos grupos, en lugar de retrasar lo que puede convertirse en una futura crisis climática inevitable para agricultores y pescadores, los países deben «escuchar la llamada de las comunidades locales para transformar nuestros sistemas de energía hoy».
Un enfoque que se basa en una rápida y gradual incorporación de las energías renovables y de las prácticas de cultivos agroecológicos, con los que posiblemente se podría alcanzar beneficios colaterales para la seguridad alimentaria mencionados por Llaga y se evitaría un mayor cambio climático.