Según un estudio publicado en la revista Nature Communications, la historia genética de la Europa moderna ha sufrido cambios radicales fruto de migraciones masivas desde Eurasia y otros eventos dramáticos (y todavía por esclarecer) que mutaron para siempre la composición genética de los «primeros europeos» hace unos 4.000 años.
Como explica el estudio, los modelos de ADN desvelan que dos eventos principales modificaron la huella genética del continente europeo: una población original de cazadores-recolectores en el Paleolítico (hace 35.000 millones de años) y una oleada migratoria de agricultores del Cercano Oriente en el Neolítico inicial (hace unos 6.000 millones de años). Sin embargo, los últimos hallazgos no sólo abren el debate de cuál es la rama que define las actuales poblaciones europeas, si no que confirman que las raíces de la reserva genética moderna se asentaron entre el 4.000 y el 2.000 antes de Cristo, en pleno Neolítico.
39 esqueletos alemanes que dicen muchas cosas
La investigación se basa en el análisis del ADN mitocondrial, el material genético que se encuentra en la parte de la célula encargada de suministrarle energía (mitocondria) y que se transmite por vía materna. Su análisis permite construir un «árbol genealógico» de la ascendencia materna y agrupar diferentes linajes de ADN mitocondrial en conjunto sobre la base de mutaciones compartidas
Los científicos eligieron precisamente uno de estos linajes para su investigación, conocidos como «haplogrupo» y en concreto el «haplogrupo H», el que domina en Europa ya que más del 40% de los europeos pertenece a este linaje, sobre todo en el oeste del continente.
La zona de Mitelelbe Saale, en Alemania, conserva una rica reserva de esqueletos humanos de este linaje, una colección que permite a los estudiosos tener un registro continuado de su evolución. Los 39 esqueletos seleccionados abarcan 3.500 años de la prehistoria europea, desde el Neolítico Inicial hasta la Edad de Bronce y su material genético mitocondrial se ha extraído de huesos y dientes.
«Los primeros agricultores de Europa Central son el resultado del aporte cultural y genético a través de migraciones, que se iniciaron en Turquía y el Medio Oriente, donde nació la agricultura, y llegaron a Alemania hace cerca de 7.500 años», ha explicado Paul Brotherton, uno de los autores del estudio.
La investigación del ADN de los esqueletos, provenientes de Alemania, fue realizada en el Centro de Estudio sobre ADN Antiguo de la Universidad de Adelaida, en Australia y reveló cambios continuados en los patrones de ADN a través del tiempo.
El equipo halló que las firmas genéticas de las personas a principios del Neolítico Temprano eran raras o apenas aparecen en las poblaciones modernas. Pero, desde el Neolítico Medio en adelante, los patrones de ADN se parecían más a los de las personas que actualmente viven en la zona, lo que apunta a un importante evento de cambio en la población alrededor de 4.000 aC.
«Lo que es interesante es que los marcadores genéticos de esta primera cultura paneuropea, que fue claramente exitosa, fueron repentinamente reemplazados hace unos 4.500 años, y no sabemos la razón. Algo importante sucedió, y el objetivo está ahora en saber qué fue», ha dicho el profesor Alan Cooper, de la Universidad de Adelaida y coautor del estudio.
Uno de los motivos que barajan los investigadores está relacionado con los movimientos migratorios de poblaciones vinculadas a la cultura arqueológica conocida como Vaso Campaniforme, una población con origen muy disperso. Los esqueletos de Alemania, pertenecientes al grupo campaniforme, muestran similitudes genéticas con los habitantes de España y Portugal pero también hay evidencias de conexiones con poblaciones pertenecientes a la cultura del Neolítico Final Unetice, localizada cerca del río Rin y desde el Báltico hasta el Danubio.
«Hemos establecido que las bases genéticas de la Europa moderna sólo se establecieron en el Neolítico Medio, después de esta gran transición genética hace unos 4.000 años. La diversidad genética fue luego modificada además por una serie de culturas entrantes y otras en expansión, de Iberia y de Europa Oriental durante el Neolítico Final», ha explicado Wolfgang Haak, coautor del estudio.
Es la primera vez que se hace un estudio de gran magnitud de esqueletos antiguos utilizando el análisis del ADN mitocondrial.