«El océano rivaliza con la riqueza de los países más avanzados del mundo, pero estamos permitiendo que se hunda en las profundidades de una economía fallida», advierte Marco Lambertini, director general de WWF Internacional. «Como accionistas responsables, no podemos seguir extrayendo imprudentemente los valiosos bienes del océano sin invertir en su futuro».
Si se compara con las 10 mayores economías del planeta, los océanos ocuparían el séptimo lugar, con un valor anual de bienes y servicios de 2,5 billones de dólares, según el informe Reactivar la economía oceánica, elaborado por WWF en asociación con el Instituto del Cambio Mundial de la australiana Universidad de Queensland y la firma consultora The Boston Consulting Group.
El valor económico actual de los océanos en su totalidad ascendería a 24 billones de dólares, calcula el estudio.
Tras nueve años de intensas negociaciones, un Grupo de Trabajo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), integrado por los 193 Estados miembros, acordó en enero convocar a una conferencia intergubernamental que debe redactar un tratado jurídicamente vinculante con el fin de conservar la vida marina y los recursos genéticos de los océanos, que ahora están, en gran parte, fuera del alcance de la ley.
Palitha Kohona, uno de los presidentes del Grupo de Trabajo, que fue embajador de Sri Lanka ante la ONU, nos comenta que los océanos son la próxima frontera para la explotación comercial de las grandes empresas, sobre todo de aquellas que buscan desarrollar productos farmacéuticos lucrativos a partir de organismos vivos y no vivos que existen en gran cantidad en las aguas de alta mar.
«Los países técnicamente avanzados, que ya están desplegando sus buques de investigación en los océanos, y algunos de los cuales están desarrollando productos, incluidos valiosos... farmacéuticos, en base al material biológico extraído de alta mar, se resisten a la idea de regular la explotación de este tipo de materiales y compartir sus beneficios», señala.
Según la ONU, las aguas de alta mar son aquellas que se encuentran fuera de las zonas de exclusión económica nacionales, que constituyen el 64 por ciento de los océanos, y el lecho marino que está más allá de las plataformas continentales de cada país. Estas áreas representan casi el 50 por ciento de la superficie de la Tierra, e incluyen a algunos de los ecosistemas más importantes para el medio ambiente, críticamente amenazados y menos protegidos del planeta.
El tratado internacional propuesto, el Acuerdo sobre la Biodiversidad en Alta Mar, abordaría el marco legal e institucional insuficiente, fragmentado y mal implementado que, en la actualidad, no protege a los mares internacionales de las numerosas amenazas que los acechan en el siglo XXI.
De acuerdo con el informe de WWF, más de dos tercios del valor anual de los océanos dependen del estado saludable de las aguas para mantener su producción económica. La pesca menguante, la deforestación de los manglares, así como la desaparición de los corales y la vegetación marina amenazan la potencialidad económica de los océanos que sustenta los medios de vida de millones de personas en todo el mundo.
El informe también advierte que el océano está cambiando más rápidamente que en cualquier otro momento en la historia. Al mismo tiempo, el crecimiento demográfico y la dependencia humana del mar hacen que la restauración de la economía oceánica y de sus principales recursos sea un asunto de urgencia internacional.
El estudio de WWF específicamente señala al cambio climático como la principal causa de la mala salud de los océanos. Al ritmo actual del calentamiento global, los arrecifes de coral, que proporcionan alimento, empleo y protección contra las tormentas a cientos de millones de personas desaparecerán por completo en 2050.
Más que calentar las aguas, el cambio climático provoca el aumento de la acidez de los océanos, algo que llevará al medio ambiente cientos de generaciones humanas para remediarlo.
La sobreexplotación es otra de las principales causas de la decadencia oceánica, ya que el 90 por ciento de la población mundiales de peces ha sido sobreexplotada o explotada un 100 por cien, según el estudio. La población de atún rojo del Pacífico ha descendido un 96 por ciento, según WWF.
«No es demasiado tarde para revertir estas tendencias preocupantes y asegurar un océano saludable que beneficie a la gente, a las empresas y a la naturaleza», sostiene el informe, al tiempo que propone un plan de acción de ocho puntos que restauraría los recursos oceánicos en todo su potencial.
Entre las soluciones más urgentes que propone está la incorporación de la recuperación de los océanos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que propondrá la ONU este año, la adopción de medidas internacionales contra el cambio climático y el cumplimiento de los compromisos asumidos para proteger las áreas costeras y marinas.
«El océano nos alimenta, nos da empleo y sostiene nuestra salud y bienestar. Sin embargo, estamos permitiendo que se desmorone ante nuestros ojos. Si los relatos cotidianos sobre la mala salud de los océanos no inspiran a nuestros dirigentes, quizás lo haga el duro análisis económico», dice Lambertini.
«Tenemos que trabajar en serio para proteger a los océanos, comenzando por compromisos mundiales reales sobre el clima y el desarrollo sostenible».