Hablamos con Yifat Susskind, directora ejecutiva de MADRE
Naciones Unidas, (IPS)- Como demostró el terremoto en Haití, lo más importante de la asistencia humanitaria no es el prestigio de las organizaciones internacionales, sino la calidad efectiva de sus servicios. MADRE, organización estadounidense de mujeres por los derechos humanos, ha colaborado en los esfuerzos de ayuda desde el terremoto de 2010, y últimamente se ha concentrado en promover una reforma legal para prohibir la violencia de género.
La directora ejecutiva de la organización, Yifat Susskind, habló con nosotros sobre el trabajo de MADRE en Haití y sobre los principios y prácticas que guían su trabajo en todo el mundo.
MADRE se enfoca en cambiar los sistemas, una práctica aprendida de la experiencia con movimientos políticos como los que resistieron al apartheid en Sudáfrica, identificando al sistema, y no a la minoría blanca, como el enemigo de la población negra. ¿Podría explicar la importancia de este enfoque?
Yifat Susskind: Es crucial cuestionarse ideas recibidas sobre quién o quiénes son los enemigos. Una de las herramientas que tienen los sistemas de opresión es dividir a la gente entre «nosotros» y «ellos». Es peligroso permitir que alguien te diga quiénes somos «nosotros» y quiénes son «ellos».
Una de las metas de los movimientos sociales progresistas es dejar en claro que «nosotros» abarca, de hecho, a todos, y que no debe existir el concepto de «ellos».
Al abordar la violencia de género, queremos trabajar de una forma que incluya también a los hombres, promover el concepto de que la lucha por los derechos humanos no es un juego en el que unos ganan y otros pierden, y defender una idea del mundo que sea mejor para todos, para que la gente se sienta motivada a crear el cambio.
Sabemos que cuando se atienden las necesidades de las mujeres, cuando reciben educación, cuando tienen oportunidades económicas, cuando se les reconocen sus derechos políticos, todos se benefician. Los beneficios comienzan a nivel local, y luego se sienten mundialmente.
Ustedes acaban de proponer, junto a la Campaña Internacional para Detener las Violaciones y la Violencia de Género, una reforma legal en Haití para castigar más severamente las agresiones a las mujeres. ¿Cómo sería de amplia esta reforma?
YS: Este proyecto de ley cambiaría el debate en torno a la violencia contra las mujeres, no solo en Haití sino en toda la región, y potencialmente en el mundo, porque es una legislación muy avanzada.
Queremos trabajar de una forma que incluya a hombres y niños, promoviendo la idea de que todos ganan si se respetan los derechos humanos. Por ejemplo, por primera vez en Haití, la violación dentro del matrimonio pasaría a estar reconocida como un delito, algo que aún no está contemplado en muchos sistemas legales. Esta es una de varias disposiciones de avanzada.
Esta ley es paralela a nuestra ayuda humanitaria, a nuestras estrategias de prevención de la violencia, a la oficina de atención a víctimas de violación y al trabajo de asistencia legal, que necesitan las mujeres inmediatamente después de haber sido violadas.
Pero sabemos que todo esto no es suficiente. También necesitamos hacer un trabajo a largo plazo para cambiar la cultura, y la legislación es una forma de hacerlo.
El informe anual de MADRE de 2011 señala: «Acompañamos a nuestros socios en cada paso del proceso de defensa de los derechos humanos». ¿Podría contarnos cómo marcha este proceso en Haití y con qué otros actores están trabajando?
YS: En los meses posteriores al terremoto fuimos parte de un equipo de supervisión con nuestros socios en Haití, que incluía a grupos de base, profesionales en materia de derechos humanos, abogados internacionales y estudiantes.
Como trabajamos junto a grupos de base dirigidos por mujeres que fueron desplazadas por el terremoto y que aún viven en campamentos, pudimos acercarnos a ellas y preguntarles directamente: «¿Qué es lo que necesitan?». Es un enfoque completamente diferente al de los grandes grupos de ayuda internacionales, que solo llegan y dicen: «Aquí está lo que necesitan». Esa es una diferencia muy importante para nosotras.
Descubrimos muchas brechas y ausencias en la protección de los derechos, sobre todo de las poblaciones más vulnerables, y especialmente de las mujeres y las niñas. Los principios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre los derechos de los desplazados son muy buenos, pero rara vez se ponen en práctica.
Una gran parte de nuestro trabajo consiste en exigir y crear un espacio en la mesa para los grupos de base, tratando de superar las barreras estructurales y las actitudes que les impiden ser escuchados en los procesos de toma de decisiones.
Además hemos creado una serie de talleres interactivos que reunen a representantes de grupos de base de mujeres, grandes organizaciones internacionales de ayuda, agencias de la ONU, funcionarios municipales y del sistema judicial, policías y trabajadores de la salud.
También realizamos talleres con mujeres en los campamentos para discutir qué acciones se debían tomar y cómo implementarlas, porque no alcanza con documentar y registrar los abusos contra los derechos humanos.
¿Ha notado algún cambio en las normas y en las actitudes dentro de la comunidad internacional en relación con la violencia de género desde la fundación de MADRE en 1983?
YS: Sí, definitivamente. Cuando comenzamos, ni siquiera el movimiento internacional por los derechos humanos reconocía la violencia contra las mujeres como un tema importante.
Con MADRE y muchas otras organizaciones tuvimos que realizar una campaña mundial bajo el lema: «Los derechos de las mujeres son derechos humanos», algo que parece muy obvio hoy, pero no lo era en 1983.
Ahora, en la ONU y dentro de los gobiernos se discute el problema de la violación como arma de guerra. Cuando logramos que personas e instituciones poderosas al menos digan que la violencia contra las mujeres debe ser vista como algo preocupante, obtenemos una plataforma para luego hacer que rindan cuentas.
Antes no teníamos eso. Solía pasar que las personas que iban a tribunales internacionales a hablar sobre la violación como arma de guerra eran objeto de burla. El trabajo hecho en esos temas logró cambios en la política y en la realidad en el terreno.