Los mandos militares de la OTAN habían solicitado nueve aviones de combate de gran precisión para minimizar lo máximo posible las bajas civiles en los ataque a tierra contra objetivos militares del régimen libio. No los han obtenido. El comandante supremo aliado, el estadounidense vicealmirante James Stavridis, ha tenido que admitir que aunque son necesarios «algunos aviones de combate más» en términos generales está «contento» con los que tiene.
Por su parte, el secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen, ha reconocido que al comienzo de las operaciónes de la coalición, era más fácil llegar a los objetivos que debían destruir destruir ahora eso se ha complicado. El régimen libio ha retirado los tanques y la artillería pesada de las zonas más visibles y los ha escondidos en zonas pobladas cerca de escuelas y mezquitas para impedir los ataques de la alianza.
Rasmussen ha subrayado «la unidad» de los aliados y los países contribuyentes a la operación (Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Marruecos, Suecia y Ucrania) que mantendrán «el tiempo que sea necesario» el ritmo de la operación hasta que cesen «todos» los ataques después de que se verifique la retirada de las fuerzas del régimen de Gadafi de las ciudades ocupadas o sitiadas , incluídos, ha dicho Rasmussen, «francotiradores, mercenarios y otras fuerzas paramilitares» y se comprometan a garantizar el acceso de la ayuda humanitaria. Se ha rechazado la posibilidad de armar a los rebeldes, como estos piden.
En paralelo se celebra otra reunión de alto nivel en la sede de la Liga Árabe de El Cairo. Ante la puerta varias decenas de seguidores de Gadafi y de los rebeldes han mantenido duros enfrentamientos. Los representates de las cinco instituciones han destacado la importancia de la reunión para acabar con el derramamiento de sangre en Libia y conseguir que llegue la asistencia humanitaria que la UE se comprometió a asumir en el caso de que la ONU se lo pida.