Lissner ha sido el preferido por delante de Serge Dorny, director de la ópera nacional de Lyon, de Dominique Meyer, jefe de la Staatsoper de Viena y de Nicolas Joel, actual director de la institución parisina, al principio candidato a su propia sucesión para un segundo mandato aunque decidió renunciar el pasado 7 de octubre.
El renombre de Stéphane Lissner que cumplirá pronto 60 años,es unánime en el mundo de la música. Goza en efecto de un magnífico currículum forjado en Francia y en el extranjero.
Ha sido director de la prestigiosa Scala de Milán desde 2005 hasta ahora. Conocido y muy apreciado, tiene la reputación de hacer selecciones artísticas de calidad y muy audaces al contrario que Nicolas Joel, el actual director, que ha sido criticado por tener una visión artística «conservadora» y poco arriesgada.
Como Stéphane Lissner, Nicolas Joel tiene 59 años. Se incorporó a la ópera de Paris en 2009. Por mucho que sus decisiones de programación se hayan discutido en los últimos años pues hubo producciones mediocres tales como Faust de Gounod, Manon de Massenet o La fuerza del destino de Verdi, no se puede negar que el balance financiero es muy bueno. Además, hay que apuntar que la asistencia de espectadores no para de aumentar con casi 800 000 por año.
A pesar de todo, la ópera nacional de Paris buscaba una nueva cara, quizá más moderna o vanguardista como lo fue Gerard Mortier, predecesor de Nicolas Joel.
Stéphane Lissner suscita ahora muchas esperanzas por las pruebas que ha dado de su excelencia y el tacto que ha demostrado en el pasado. Hay que recordar que el futuro director de la prestigiosa institución de arte lirico, es ante todo un hombre de teatro. Empezó su vida profesional a los 19 años creando su propio teatro llamado «Théâtre mécanique» (teatro mécanico) en 1972 donde colaboró con jóvenes directores franceses tales como Alain Françon o Bernard Sobel.
En aquel momento, ya se notaba su audacia, con el estreno de obras de Brecht o Kleist. Entre 1978 y 1983, trabajó como secretario general del Centro Dramático de Aubervilliers y como codirector del de Niza. Esta pasión por el teatro nunca ha abandonado a Stéphane Lissner que se ha nutrido con cada una de estas experiencias.
Poco a poco y aunque sin ninguna experiencia en este ámbito, inicia un camino hacia la lírica, que resulta ser un éxito total. Desde 1988 hasta 1998, da un nuevo impulso al Théâtre du Châtelet en Paris y vuelve a dar vida al Festival de Aix-en-Provence (1998-2005), organizando «Los mediodías musicales» con ensayos abiertos al público, máster-clases... Después de años a media asta, aumentó la asistencia.
El año 2005 es un año bisagra para él pues se va a Italia para rescatar a la Scala de Milán en casi quiebra artística y financiera. Bajo el gobierno de Berlusconi, Stéphane Lissner tuvo que transigir con la bajada de las subvenciones públicas. En julio de 2012, aceptó bajar su sueldo para apoyar los esfuerzos financieros de la Scala.
Una vez más consigue su meta y en 2009, le prorrogan su mandato. Será a la vez encargado de las finanzas y director artístico de la Scala. Un éxito aun más edificante cuando nos acordamos de que es la primera persona no-italiana que alcanza este puesto desde la fundación de la Scala en 1778. El único punto negativo en aquel momento fue la crítica respecto al hecho de que tenía varios puestos en diferentes organizaciones. En efecto, era director del Festival de Aix-en-Provence pero también del festival de Viena (los «Wiener Festwochen») y codirector de Bouffes du Nord en Paris. Pronto los dejó para concentrarse en la Scala. n nuevo reto para este hombre de
Con su nombramiento, la Opera nacional de Paris aparece como un nuevo reto para este hombre con gran experiencia.
Un proyecto de envergadura pues la institución reúne dos sitios: el Palais Garnier (1900 asientos) y la ópera Bastille (2700 asientos). Una de las mayores y mejores escenas liricas del mundo junto con el Met de Nueva York, el Covent Garden de Londres o la Staatsoper de Viena. Es también un reto de gran importancia porque la institución no es nada fácil de dirigir.
Tiene 1500 trabajadores fijos y unos 200 eventuales sin olvidar unos poderosos sindicatos. Muy a menudo, hay tensiones sociales y de vez en cuando se puede observar anulaciones de representaciones que dañan la reputación de la institución pero Stéphane Lissner demostró que sabe superar y controlar este tipo de conflicto en el Festival de Aix-en-Provence en 2003.
Por cierto, se plantea la cuestión de la compatibilidad de su ambición con los recortes presupuestarios. Tendrá que transigir también con problemas económicos ya que la austeridad y la crisis invaden todos los ámbitos. Se ha anunciado y no ha sido desmentido por el ministerio de cultura, que habrá una bajada de las subvenciones públicas en 2013, 2014 y 2015.
Sin embargo, Stéphane Lissner no quiere ser derrotista. En una entrevista al periódico francés Le monde, asegura que «la cultura en Francia se ve más favorecida que en otra lugar» y quiere continuar «arriesgándose» ha confesado que le interesan mucho los directores modernos y vanguardistas.
Ha apuntado que le gustaría colaborar con el Inglés Simon McBurney, el italiano Romeo Castellucci pero también con la nueva generación de directores franceses. Ha añadido que tiene la intención de venir «solo» y ha reiterado su confianza en Philippe Jordan, el actual director musical de la Opera de Paris.
Para la programación cuenta con un conocimiento muy amplio del mundo musical internacional y con la amistad de directores y cantantes, muy apreciados tales como Pierre Boulez, Luc Bondy, Daniel Barenboim (pianista y director musical de la Scala de Milán que muchos quieren ver de vuelta en Paris después de que fuera expulsado de la ópera Bastille en 1989).
Determinado, exigente y amante de la calidad, Stéphane Lissner aparece como la persona ideal y el nuevo símbolo de la cultura francesa a internacional. Para poder nombrarlo se ha modificado hasta una ley francesa que obliga a los funcionarios y directores de instituciones públicas a dejar su cargo a los 65 años.
Stéphane Lissner había confesado que dirigir la ópera de París es la cumbre de una carrera brillante. ¡Ese momento ha llegado para él!