Con todo, no se debe descartar la importancia de la ONU en la actual turbulencia política de Ucrania, según James Paul, quien fue durante más de 19 años director ejecutivo del Global Policy Forum, con sede en Nueva York. «Es una situación que requiere diplomacia multilateral y urgente mantenimiento de la paz».
La ONU puede ser un espacio de soluciones, pero no en la forma en que suelen verla los expertos, puntualiza.
El secretario general del foro mundial, Ban Ki-moon, de viaje a África occidental, está comunicado y activo intentando resolver la crisis. Y su segundo, el subsecretario general Jan Eliasson, está en Ucrania.
Ban también ha nombrado al holandés Robert Serry como su enviado especial para ese país.
El martes 4, Serry, que fue embajador de su país en Ucrania, fue incluso interceptado por un grupo de hombres armados mientras realizaba una visita a la península de Crimea, el nuevo foco de la crisis. El automóvil en que viajaba fue rodeado y él obligado a abandonar el lugar a punta de pistola.
Para Stephen Zunes, profesor de política y coordinador de estudios sobre Oriente Medio en la Universidad de San Francisco, el fin de la Guerra Fría no significó un cambio en la conducta de Rusia y de Estados Unidos, que suelen pisotear la Carta de la ONU y acometer intervenciones militares ilegales. «Y como los dos países tienen poder de veto, la ONU no tiene cómo detenerlos», nos dijo Zunes.
Pero, en un mundo cada vez más interdependiente, ser un foro para debatir, exponer y cuestionar tales agresiones permite a la ONU conservar todavía un impacto positivo, estima Zunes, que ha escrito en abundancia sobre la errática política del Consejo de Seguridad.
Paul, por su parte, dijo que «sobre Ucrania tenemos una predecible parálisis en el Consejo, tal como ha ocurrido en la mayor parte de los capítulos de esta antigua rivalidad» entre Moscú y Washington. El Consejo está ahora bloqueado por el veto de Rusia, como a menudo lo ha estado por el de Estados Unidos.
Pero eso no implica que la ONU esté fuera de juego como creen muchos, advierte Paul. «Los medios de comunicación informan de reuniones y declaraciones, pero gran parte de la diplomacia de la ONU se lleva a cabo de manera informal, en los pasillos», añade.
Los cinco miembros permanentes y con poder de veto del Consejo –China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia—se reúnen constantemente detrás de los bastidores, en almuerzos o en salas de conferencias de sus respectivas misiones.
Esos encuentros son «un mecanismo absolutamente crucial de comunicación entre rivales y un medio potencial para resolver el conflicto o algunos de sus aspectos clave», afirma Paul. A los gobiernos no les gusta reconocerlo, porque es ahí donde juegan sus cartas más agresivas. Se intercambian amenazas, se expresa indignación, se mueven tropas y mucho más, ejemplifica.
«Pero es posible esperar que se llegue a un arreglo de forma privada, posiblemente silenciosa, con los buenos oficios de la ONU como medio para lograr un pacto entre las facciones políticas enfrentadas en Ucrania», dice Paul.
«Así que es posible que veamos a las cinco potencias presentar un proyecto de resolución al Consejo de Seguridad que por lo menos alivie la situación, tal como lo hicieron en el caso de Siria». Ese es el verdadero funcionamiento de la ONU en el complejo e inestable mundo actual. «Esperemos que esta vez vuelva a funcionar».
En la reunión del lunes 3, el embajador de Rusia, Vitaly Churkin, intentó justificar ante el Consejo la intervención militar de su país en la república autónoma ucraniana de Crimea como un intento de proteger a «los millones de rusos que viven en Ucrania».
Aunque el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, rechazó este argumento, Churkin recordó la invasión estadounidense en 1983 a la pequeña isla caribeña de Granada y destacó que Washington la llevó a cabo «para proteger a miles de estadounidenses que vivían allí».
El secretario de Estado estadounidense John Kerry advirtió al presidente de Rusia, Vladimir Putin: «usted no invade otro país con un pretexto falso... en directa y abierta violación del derecho internacional».
Si bien la admonición es válida, no suena creíble viniendo de alguien que apoyó con tanto entusiasmo la ocupación de Estados Unidos en Iraq con el falso pretexto de las «armas de destrucción masiva», observa Zunes.
En su opinión, la consecuencia humanitaria más grave que puede tener la crisis en Ucrania es que puede socavar el papel cooperador que Rusia viene jugando para resolver la guerra civil de Siria, y prolongar por lo tanto ese baño de sangre.
Pero una ruptura entre Washington y Moscú puede afectar a otras situaciones de conflicto en las que sea importante su cooperación, como las de Irán, Corea del Norte y Medio Oriente. Para Paul, en el conflicto ucraniano las potencias están abriendo, en la periferia de Rusia, un nuevo capítulo de lo que podría llamarse la batalla por Eurasia.
Ha habido otros conflictos vinculados a este proceso, como las guerras de los Balcanes, la guerra en Iraq y el conflicto sirio. El avance hacia el este de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y de la Unión Europea (UE) son fenómenos relacionados.
«Los conflictos vinculados a estos procesos suelen presentarse en los medios como enfrentamientos binarios entre el bien y el mal», apunta Paul. Pero en realidad no son más que geopolítica cínica, agrega.
Las acciones de las dos partes son temerarias y un peligro para la paz. Ni las potencias occidentales ni el gobierno ruso están actuando en apoyo de fuerzas democráticas o de resultados justos, sostuvo. «Esto está muy claro en Siria y lo es igualmente en Ucrania. Así que el pensamiento binario es falso», .