No obstante, crece el escepticismo entre organizaciones no gubernamentales de que estos cambios sean simplemente cosméticos. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, destaca orgulloso que cinco mujeres comandan misiones de paz en Chipre, Costa de Marfil, Haití, Liberia y Sudán del Sur.
Pero Mavic Cabrera-Balleza, coordinadora internacional de la Red Global de Mujeres Constructoras de Paz (GNWP, por sus siglas en inglés), nos dice: «También necesitamos ver más allá de los altos mandos. Tenemos que examinar dónde se encuentran las mujeres dentro de la arquitectura general de las misiones de paz».
La GNWP es una coalición de grupos de mujeres y organizaciones no gubernamentales de África, América Latina, Asia y Europa, asociada a la Red Internacional para la Acción de la Sociedad Civil. La activista señala que los mandos medios son también importantes porque interactúan con las poblaciones locales, que son las directamente afectadas por los conflictos.
Asimismo, considera vital saber en qué nivel de jerarquía se encuentran todas las asesoras de género dentro de las misiones de paz. «Son las que garantizan que la perspectiva de género esté integrada plenamente» en las operaciones, afirma Cabrera-Balleza. El problema es que, por lo general, las asesoras de género se encuentran muy abajo en el escalafón, lamenta.
El mes pasado, el secretario general destacó que nunca antes las mujeres habían ocupado cargos tan altos en el foro mundial. «Y este año quiero mencionar un nuevo hito en la participación femenina en nuestro trabajo por la paz y la seguridad: por primera vez, un tercio de nuestras operaciones de mantenimiento de la paz (cinco de 15) son encabezadas por mujeres», afirmó.
Estas son Hilde Johnson en Sudán del Sur, Karin Landgren en Liberia, Lisa Buttenheim en Chipre, Aïchatou Mindaoudou en Costa de Marfil y Sandra Honoré en Haití.
Ban también designó por primera vez a una mujer como mediadora en un proceso de paz: la expresidenta de Irlanda Mary Robinson (1990-1997) es la enviada especial de la ONU a la región de los Grandes Lagos.
«Tenemos más camino por recorrer», admitió, «pero nunca habíamos llegado tan lejos».
Cora Weiss, representante de la ONU en la Oficina Internacional de la Paz, dice que las palabras de Ban eran «bien recibidas». «Pero desearía que pusiera el corazón en este tema», añade.
«Cuando mujeres de la sociedad civil redactaron lo que luego se convirtió en la histórica resolución 1325 (de la ONU) sobre mujeres, paz y seguridad, estábamos apuntando a un mundo futuro sin guerras», señala.
Weiss afirma también que, aunque las mujeres constituyen al menos la mitad de la población mundial, Robinson es la única que lidera un proceso de paz internacional. «Y estamos en 2013», subraya. «Necesitamos más mujeres en la toma de decisiones y en la construcción de la paz, pero deben ser mujeres que amen la paz y la justicia. Los días de apelar a la fuerza tienen que llegar a su fin».
En un discurso ante el Consejo de Seguridad en junio, Zainab Hawa Banguda, representante especial de la Secretaría General en temas de violencia sexual y conflictos armados, informó de que «unas 50.000 mujeres han sido víctimas de violación y otras formas de violencia sexual», y hasta la fecha solo ha habido unas pocas condenas por esos casos.
Las víctimas «siguen caminando en las sombras y con vergüenza, incapaces de superar el pasado, descansar y seguir adelante».
Tras visitar la República Democrática del Congo (RDC) a comienzos de este año, Ban informó que se había reunido con mujeres y niñas violadas o mutiladas en el conflicto de ese país. Señaló que muchas sufrían de fístula traumática, una lesión en el aparato reproductor que les causa profundo dolor y por lo general también las vuelve incapaces de controlar la vejiga y los esfínteres.
Como están discapacitadas, por lo general son marginadas socialmente
La comunidad internacional, a través de las resoluciones 1820 (de 2008), 1888 (2009) y 1960 (2010), conformó un sólido marco para responder a la violencia sexual en conflictos bélicos.
Esas resoluciones establecen las pautas para campañas mundiales a cargo de representantes especiales de la ONU, en colaboración con la Red de Acción de las Naciones Unidas contra la Violencia Sexual en Conflictos, integrada por 13 entidades del foro mundial.
El mes pasado, el Consejo de Seguridad adoptó otra resolución, la 2122, también destinada a fortalecer la participación de la ONU en todos los aspectos de la prevención de conflictos.
«La discusión que tenemos nosotros, la sociedad civil, con la ONU sobre liderazgo femenino sigue en pie. Practica lo que predicas, lidera con el ejemplo», nos dice Cabrera-Balleza.
«También queremos ver en puestos clave de las operaciones de paz a más mujeres con experiencia en la sociedad civil organizada y que hayan trabajado en temas de paz y seguridad durante décadas», señala. «Como hemos visto en el pasado, la experiencia burocrática ayuda mucho a mejorar las operaciones de paz», añade.
Cabrera-Balleza señala a tres mujeres que ejercen como vicerrepresentantes especiales de la Secretaría General: una para la Oficina de la ONU en Burundi, otra para la Oficina Integrada de Construcción de Paz en la República Centroafricana y otra para la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Iraq.
«¿Alguna vez estas mujeres se convertirán en jefas de las operaciones de mantenimiento de paz?», pregunta y se contesta:
No faltan mujeres cualificadas. «Simplemente hay escasez de políticos dispuestos a ver a mujeres en cargos de poder».