Portugal ha decidido aprovechar el tirón que supone la marca Podemos. Fue a finales de año cuando se presentó en público Juntos Podemos, un movimiento cívico que rechaza ser una franquicia de la formación liderada por Pablo Iglesias, con la que comparten incluso el logotipo. Mes y medio después han decidido convertirse en partido político, para participar así en las elecciones legislativas previstas para octubre. Necesitan 7.500 firmas y la aprobación del Tribunal Constitucional.
El fenómeno español ha traspasado fronteras y la República Portuguesa ha sido la primera en repetir la fórmula. Son muchos los círculos y las redes de Podemos en el exterior pero Juntos Podemos es su primera réplica oficial. Marcan diferencias pero tampoco esconden lo evidente: «Estamos aprendiendo con ellos y de ellos, al igual que en su día lo hicieron de nuestro 25 de abril. Los problemas son iguales», explicaba uno de los asistentes a aquella primera asamblea, que reunió a cerca de 200 personas en Lisboa.
Entre la toma de contacto inicial y el reencuentro celebrado el pasado 24 de enero ha transcurrido cerca de un mes. Tiempo suficiente para comprobar sus primeras acciones frente a los desahucios, las privatizaciones y contra acuerdos como el Tratado de Comercio e Inversiones entre la Unión Europea y Estados Unidos (TTIP). Tiempo suficiente para tomar la que hasta ahora ha sido su decisión más importante: quieren ser algo más que un movimiento, competir de tú a tú en la carrera electoral. Y tiempo suficiente para que salgan a la luz las primeras fisuras internas.
La carrera electoral
Si finalmente culmina con éxito su campaña de recogida de firmas y pasa el trámite jurídico, Juntos Podemos se encontrará en la orilla opuesta de la coalición que gobierna el país con políticas de austeridad, los liberal-conservadores del Partido Social Demócrata (PSD) y la derecha del Centro Democrático y Social – Partido Popular (CDS-PP). Tampoco tendrá muchos elementos en común con el Partido Socialista (PS), la principal fuerza de la oposición y la opción que, según todas las encuestas, ganaría hoy las elecciones. Por último, tendrá como compañeros de camino, a la izquierda del PS (aunque también en Portugal reniegan ubicarse en izquierdas o derechas), a la ortodoxia del Partido Comunista Portugués (PCP) y a otras alternativas como el Bloque de Izquierda (BE).
Con esta sopa de siglas, ¿hay sitio en Portugal para la irrupción de un fenómeno similar al que se vive en el Estado español? El rescate bajo la troika, que durante tres años impuso severas medidas de austeridad al pueblo luso, facilita según los expertos el caldo de cultivo para que así ocurra. La corrupción desbocada en 2014, con casos tan paradigmáticos como los protagonizados por el ex primer ministro José Sócrates y por el banquero Ricardo Salgado, han colmado el hartazgo popular. Pero falta saber en qué se traducirá ese enfado.
Las posibilidades son múltiples, desde una exponencial subida de la abstención, pasando por un viraje al Partido Socialista, hasta la apuesta por 'otra cosa'. A este último clavo es al que se agarra Juntos Podemos, consciente de que la dilatación del arco parlamentario por sus extremos es ahora mismo una opción remota. Al menos de momento.
¿Hay sitio para Podemos?
Hasta ahora, Portugal se ha mantenido ajeno a la aparición de nuevos y carismáticos líderes como Alexis Tsipras (Syriza, Grecia), Pablo Iglesias (Podemos, España), Marine Le Pen (Frente Nacional, Francia), Beppe Grillo (Movimiento 5 Estrella, Italia) y Nigel Farage (Partido por la Independencia, Reino Unido). Ni a la izquierda ni a la derecha se vislumbra un rostro con el suficiente empuje como para dar un vuelco al monopolio electoral que desde hace tiempo se reparten el PSD, el CDS-PP y el PS.
Historiadores como Manuel Loff explican cómo la memoria de la dictadura salazarista y la ausencia nacionalismos taponan que aventuras como la del extremista Partido Nacional Renovador (PNR) superen los 20.000 votos. El PCP concentra el descontento por el otro lado, toda vez que el comunismo en Portugal adquiere una dimensión mucho mayor que en los países vecinos (según algunos sondeos, en las elecciones podría rozar el 10 por ciento).
El éxito o el fracaso de Juntos Podemos también dependen de ellos mismos. De la capacidad que tenga esta recién nacida iniciativa por ilusionar a la ciudadanía lusa con sus propuestas. De momento, catorce miembros de su Comisión organizadora ya han roto la unidad interna del grupo, según recoge EFE, como reacción a un «intento de control externo inaceptable».