Reducir la mortalidad infantil y mejorar la salud materna son dos de los ocho Objetivos de Desarrollo para el Milenio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que en 2000 la comunidad internacional se fijo para 2015.
Mientras el foro mundial elabora una lista de nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, la revista médica británica The Lancet ha publicado este miércoles una serie de informes en los que concluye, entre otras cosas, que la mala alimentación es responsable de casi la mitad (el 45 por ciento) de los fallecimientos de menores de cinco años en el mundo.
Son más de tres millones los niños y niñas de esa edad que mueren cada año por esa causa, que incluye desnutrición y sobrepeso, dos problemas de alcance global.
El objetivo de los programas agrícolas debe apuntar a mejorar la alimentación, y no solo a aumentar la producción, dice el profesor Robert Black, de la estadounidense Facultad Johns Hopkins Bloomberg de Salud Pública.
«Esos programas no se armaron de la mejor forma», apunta.
Black nos menciona el concepto de «agricultura sensible a la nutrición», y subraya la importancia de tomar medidas a escala comunitaria que atiendan ese aspecto específico.
La colaboración entre sociedad civil, agencias humanitarias y el sector comercial puede marcar una diferencia a escala local, explica Black. «Mayor participación de entidades como la Organización para la Alimentación y la Agricultura es importante», señala.
Martin Bloem, asesor nutricional del Programa Mundial de Alimentos, coincide con él, y destaca el papel de los «anganwadis», como se llaman en hindi los centros estatales de atención a la infancia, creados por el gobierno de India.
Pero varios estudios señalan que la falta de recursos y de condiciones adecuadas de higiene en esos centros plantea nuevos desafíos para atender los problemas alimentarios en ese país. Cuando las comunidades locales están involucradas es primordial contar con inspección y llevar un control estricto, apunta Bloem.
La investigación de The Lancet es previa a la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más ricos (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia), a la que precederá un encuentro de alto nivel sobre Nutrición para el Crecimiento, organizado por los gobiernos de Brasil y Gran Bretaña.
La publicación británica concluye que atender el problema implica atacar las causas de la malnutrición, como «pobreza, inseguridad alimentaria, falta de educación y desigualdad de género».
El estudio también señala que cerca del 15 por ciento de las muertes de menores de cinco años pueden prevenirse mediante el suministro de vitamina A y complementos de zinc, así como con la atención de las necesidades de la dieta de las mujeres embarazadas, entre otras medidas.
La salud de la madre durante el embarazo y los primeros 1.000 días del bebé son cruciales para el crecimiento de los niños, explica Bloem.
«La gente tampoco se da cuenta de la relación entre el retraso en el crecimiento y la obesidad, que pueden aumentar las posibilidades de enfermedades cardiovasculares. Además, es urgente relacionar la salud con el sistema alimentario mundial», explica.
«La asociación entre públicos y privados puede ayudar a elaborar productos que sean nutritivos, asequibles y accesibles a las poblaciones vulnerables de todo el mundo», según Ellen Piwoz, oficial de programa para nutrición y salud familiar de la Fundación Bill & Melinda Gates.
Pero lo que frena la lucha contra la malnutrición es «la falta de un compromiso real y de iniciativas de los gobiernos», observa Wener Schultink, director de nutrición del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. La disminución del hambre y la pobreza son prioridades para la ONU, pero «al observar indicadores, como sobrepeso, se ve que los avances son insuficientes», remarca.
Según el estudio de The Lancet, problemas emergentes como obesidad y sobrepeso «acarrean una 'doble carga' de enfermedades maternas e infantiles», en países donde la desnutrición ya es un inconveniente enorme.
Un correcto equilibrio entre una dieta nutritiva adecuada y una industria alimentaria asequible, encabezada por el sector público y privado, así como la implementación de iniciativas a escala comunitaria, pueden ofrecer soluciones para atender a este «asesino», dicen los expertos.