Hablamos con Ishmael Beah, activista y ex niño soldado
Ciudad del Cabo (IPS) - «La protección de la infancia sigue siendo difícil en la República Centroafricana, donde muchas veces los propios padres entregan a sus hijos a grupos armados a cambio de amparo y servicios». Lo dice Ishmael Beah, ex niño soldado en Sierra Leona y actualmente embajador del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Beah ha visitado Sudáfrica tras un viaje a la República Centroafricana, donde presenció la liberación de 10 niños soldados por parte del grupo rebelde Convención de Patriotas para la Justicia y la Paz (CPJP).
Los rebeldes firmaron un acuerdo con el gobierno el 25 de agosto, lo que constituye un paso hacia el fin de la violencia en el país. La liberación de los menores fue una muestra de compromiso del grupo con el proceso de paz. Sin embargo, se cree que más de 2.500 niños y niñas todavía integran las filas de varias organizaciones armadas en esa nación del centro de África. Siete años de guerra civil han provocado escasez de alimentos, y han llevado al colapso a la economía y limitando el acceso a la atención médica y la educación.
A pesar de su riqueza mineral, la República Centroafricana sigue siendo uno de los países menos adelantados del mundo. En 2011, se ubicó en el puesto 179 en la lista de 186 naciones incluidas en el Índice de Desarrollo Humano. «En la República Centroafricana, los padres están dispuestos a entregar a sus hijos a cambio de protección y servicios, aun cuando eso va en contra de los derechos humanos de los menores. Eso hace muy difícil negociar su liberación», explica Beah.
Uno de los grupos armados que operan en la República Centroafricana es el ugandés Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), liderado por Joseph Kony , que junto con Dominic Ongwen y Okot Odhiambo, tienen una orden de búsqueda del Tribunal Penal Internacional de la Haya . El LRA incrementó sus ataques en el país a inicios de 2012 y continúa secuestrando niños para entrenarlos como combatientes.
Cuando tenía apenas 13 años, Beah fue reclutado a la fuerza durante la guerra civil en Sierra Leona, en la que murieron sus padres y sus dos hermanos. Luchó en las filas rebeldes durante dos años, hasta que fue dado de baja y llevado a un hogar de rehabilitación. Ahora vive en Nueva York, donde trabaja como activista por los derechos humanos. Su libro «A long way gone: memoirs of a boy soldier» («Un largo camino recorrido: memorias de un niño soldado») ha sido traducido a 35 idiomas y permaneció en la lista de más vendidos del periódico estadounidense The New York Times durante más de 50 semanas.
Usted presenció la liberación de 10 niños soldados en la República Centroafricana, una de las naciones más pobres del mundo. ¿Cómo es la vida allí?
El gobierno de la República Centroafricana solo tiene control sobre la capital, Bangui. Cuando llegas a N'dele, al norte del país, se entiende cómo es posible que un grupo armado opere allí. Se debe a que el gobierno no brinda servicios sociales ni económicos. La pobreza es muy grande. No hay recursos ni oportunidades. Entonces aparece el grupo armado, el CPJP, que provee de algunos servicios. Es por eso que tiene mucho contacto con la comunidad. Se puede ver a los rebeldes portando armas y caminando por todos lados.
¿Los grupos armados son parte del entramado social?
I.B. - Sí, exactamente. Sin embargo, los niños no quieren ir a pelear. Apenas los liberas de sus comandantes, te dicen: «No quiero hacer esto». Pero no tienen muchas alternativas. La comunidad depende de los rebeldes, y estos tienen todas las oportunidades.
¿Cómo se lleva a cabo una operación de liberación?
I.B. - Los combatientes no quieren liberar a los niños, los esconden. Cuando llegas a un campamento, no encuentras a los niños y las niñas que habían sido identificados. Entonces negocias con los comandantes hasta que, lentamente, sacan a los menores. Luego los llevamos a un centro de rehabilitación, donde reciben terapia psicosocial, así como capacitación profesional, y son enviados de regreso a la escuela.
Parece un proceso largo y difícil
I.B. - Sí. A esto se añade que los rebeldes tienen armas y municiones, mientras que los niños no tiene protección. Dependen de que ellos cumplan sus promesas. Toda la situación es peligrosa. Cuando llegamos a N'dele, todo el aeropuerto estaba rodeado por rebeldes con armas nuevas y sofisticadas vigilando el lugar. Uno está muy expuesto.
¿Qué sucederá con el resto de los 2.500 niños soldados que se calcula que hay en la República Centroafricana?
I.B. - En este momento, el centro de rehabilitación atiende a 35 niños, y hemos sido testigos de la liberación de 10 más. Lentamente, cada vez más menores recuperan su libertad. Los ocho grupos rebeldes en el país firmaron planes de acción para liberar menores. Pero si nadie los presiona, no lo harán.
Visitar N'dele fue hasta cierto punto volver a su pasado. ¿Cómo se sintió?
I.B. - Vinieron a mi mente muchos recuerdos. Estaba conduciendo el coche con los niños soldados que acababan de ser liberados y pude sentir su incertidumbre por el hecho de ser sacados de lo único que conocían. Yo estuve en esa misma situación. Les dije: «Va a ser difícil, pero lo vais a superar». Una vez que entendieron que yo había pasado por lo mismo, se generó una relación que ayudó un poco a aliviar la situación. Es un momento muy intimidante. Tienes el poder de un arma -algunos de ellos incluso eran tenientes- y de pronto eres simplemente un niño otra vez, intentando imaginarte qué vas a hacer con tu vida.
¿Cómo reaccionaron al escuchar su historia?
I.B. - Me hicieron preguntas insistentes. «¿De verdad es posible salir de esto? ¿Podremos tener otra vida?». Yo fui muy honesto con ellos: «Es posible, pero no es fácil. Se van a frustrar mucho. No va a ser tan rápido como les gustaría». Vienen de una experiencia en la que conseguían las cosas rápidamente porque tenían un arma. Pero lo entienden cuando se los explica alguien como yo.
¿Hay alternativas viables para los niños en un país azotado por la pobreza como la República Centroafricana?
I.B. - Hay alternativas viables, pero requieren una inversión a largo plazo. Si uno procura una rehabilitación exitosa, debe estar dispuesto a trabajar durante más de un año.
¿Cuáles son las demandas centrales del CPJP y de otros grupos armados?
I.B. - Durante mi visita, hablé con el líder de la CPJP, Abdoulaye Issene Ramadan. Dijo que creó ese grupo para responder a las desigualdades socioeconómicas que sufre el país. La demanda es que el gobierno provea servicios. Por supuesto que tiene razón, pero usa ese argumento para impulsar su propia agenda personal. Se aprovecha de las necesidades del pueblo, que se cree su ideología. Pero entonces la única opción que da es la lucha armada, que no soluciona los problemas de la gente.
¿Cuál es la agenda oculta de Ramadan?
I.B. - Él nunca la dirá, pero observando de cerca uno puede percibir que quiere beneficiarse de los recursos naturales de la zona, los diamantes, el oro, etcétera. A fin de cuentas, todos los recursos naturales van para los grupos armados o el gobierno, pero nunca llegan al pueblo. Ese es el problema.