Más allá de quién es el responsable de la actual crisis política en Egipto, sea el gobierno islamista de Mohammad Morsi o la beligerante oposición secular, expertos locales están convencidos de al menos una cosa: las duras circunstancias económicas no mejorarán sin estabilidad. «La situación económica en Egipto está intrínsecamente atada a la política», explica el analista económico Hamdi Abdel Azim. «La estabilidad económica no puede lograrse en medio de la turbulencia y la incertidumbre, que han caracterizado a la escena política egipcia durante estos meses».
Al asumir la Presidencia el año pasado, Morsi, el primer jefe de Estado egipcio electo en unas elecciones libres, heredó grandes desafíos de su predecesor, el derrocado Hosni Mubarak (1981-2011). Los altos índices de pobreza y el desempleo crónico, el deterioro de los servicios públicos y de las infraestructuras, el creciente déficit presupuestario, la gran deuda externa y las crecientes disparidades entre ricos y pobres son algunos de los problemas que el régimen de Mubarak no resolvió en tres décadas de gobierno.
Abdel Azim cita «la mala administración y la corrupción» como las principales razones de esos problemas. No obstante, la situación económica del país «se ha agravado considerablemente» en los nueve meses transcurridos desde que Morsi, líder de la Hermandad Musulmana, asumió el gobierno. En este periodo, dice Abdel Azim, la libra egipcia se ha devaluado frente al dólar, mientras que las reservas de divisas cayeron considerablemente. La deuda interna también ha crecido alrededor de 187.000 millones de dólares. «Muchas compañías locales se han visto obligadas a cerrar, engrosando las filas de desempleados», indica el analista.
El sector turístico, mientras tanto, durante mucho tiempo una de las principales fuentes de moneda extranjera, sigue arrastrando los efectos acumulados de la inestabilidad política. Desde mayo de 2011, Egipto negocia un crédito de 4.800 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el préstamo está condicionado a una serie de difíciles reformas económicas, incluyendo grandes recortes de subsidios y aumentos impositivos.
La oposición política, agrupada en la coalición Frente de Salvación Nacional (FSN), atribuye las dificultades económicas al presidente Morsi. «Morsi y la Hermandad Musulmana son responsables del deterioro económico de Egipto», afirma Amr Hamzawy, exparlamentario y miembro del FSN. «El gobierno presiona con leyes económicas sin consultar a otras fuerzas políticas, mientras los pobres pagan el precio de sus fracasos».
Algunos sectores de la oposición han limitado sus demandas a un puñado de cambios constitucionales, la reorganización del gabinete y la destitución del fiscal general. Pero otros reclaman la renuncia de Morsi y el adelanto de elecciones generales. En los últimos cinco meses, el FSN ha organizado varias manifestaciones y marchas, muchas de las cuales han acabado de forma violenta.
La Hermandad Musulmana, por su parte, responsabiliza del estancamiento económico a los sectores más extremistas de la oposición, cuyas constantes convocatorias a paros y protestas solo contribuyeron a la desestabilización. «La principal causa del agravamiento de las condiciones económicas es la insistencia de la oposición, en especial del FSM, en exacerbar la tensión política, convocando a manifestaciones violentas y por tanto desestabilizando al país», señala el portavoz del gobernante Partido de la Libertad y la Justicia, Murad Ali.
Ali defiende que «en sus viajes al exterior, el presidente Morsi intenta atraer las inversiones directas con la esperanza de revitalizar la economía y concretar las históricas demandas de justicia social». «Pero estos esfuerzos no logran dar frutos debido a la constante inestabilidad política interna, que ha sido sistemáticamente incitada por la oposición».
Los líderes de la industria advierten que las perspectivas económicas egipcias seguirán siendo malas si la situación política no mejora. «La falta de solución al actual estancamiento político eventualmente derivará en la destrucción total de la industria turística», señala el director de la Unión de Cámaras de Turismo Egipcias, Ilaham al- Zayat. «La caída constante que sufre Egipto en sus números desde la revolución (de 2011) terminará causando el cierre de las compañías locales». «Si no hay cierto grado de estabilidad política a largo plazo, los números nunca regresarán a los niveles previos a la revolución».
Con él coincide el secretario general de la Unión de Inversores Árabes, Gamal Eddin Bayoumi. «El deterioro económico no puede detenerse si no se pone fin a la actual incertidumbre política», explica Bayouni y así «ningún inversor pondrá su dinero en un país al que percibe inestable o que carece de instituciones estatales que puedan garantizar el futuro de sus inversiones».
Abdel Azim atribuye la actual crisis política tanto al gobierno como a la oposición. «La administración de Morsi ha tomado demasiadas malas decisiones sin considerar sus efectos a largo plazo. Los asesores económicos del presidente no están calificados». «La oposición, mientras tanto, no quiere aceptar los resultados de las primeras elecciones presidenciales democráticas, que llevaron a Morsi al poder», indica.
El 7 de mayo, en un esfuerzo por aplacar las críticas, Morsi reemplazó a nueve ministros, incluyendo a los responsables de asuntos económicos claves, como finanzas, inversiones, planeamiento, cooperación internacional, petróleo y agricultura. La mayoría de los nuevos ministros son miembros de la Hermandad Musulmana o simpatizantes.
La oposición no vio esto con buenos ojos. «Estos cambios no significan nada», ha dicho Amr Moussa, destacado líder del FSN y presidente del liberal Partido de la Conferencia Egipcia. «Pronto se necesitará otra reorganización del gabinete». Por su parte, Abdel Azim sostiene que «los cambios no cumplen con las demandas de la oposición para un gobierno más inclusivo». «Esto solo dificultará la solución de los graves problemas económicos de Egipto».