Hablamos con Rubens Ricupero, experto en economía global
GINEBRA, (IPS) - Las manifestaciones sociales de indignación y de exigencia de cambio no son negativas en los momentos de crisis que vivimos, dice el intelectual, diplomático y político brasileño Rubens Ricupero en la entrevista. El ex secretario general (1995-2004) de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) vaticina que la recuperación de la crisis económica todavía tardará cuatro o cinco anos.
Ricupero, que ostenta una extensa carrera en la diplomacia de su país, donde también desempeñó funciones ministeriales, estima que la parálisis de numerosas negociaciones multilaterales, como la Ronda de Doha en la Organización Mundial del Comercio (OMC), se prolongará por un tiempo. La causa de esa parálisis se relaciona con un fenómeno en curso: el desplazamiento del poder mundial del Atlántico Norte al Pacífico asiático. En esas circunstancias es difícil obtener consensos sobre temas profundos en los foros multilaterales, dice Ricupero.
¿Cuál es su diagnóstico de la situación global?
Rubens Ricupero: En los países industrializados no creo que a corto plazo pueda existir mucha esperanza de recuperación. Los europeos aún no tienen siquiera una estrategia para hacer frente a los problemas de los países endeudados. Va a ser necesario bastante sufrimiento antes de llegar a eso.
El crecimiento ha desaparecido prácticamente en Alemania, el país que cuenta. En otros hay recesión, como en Italia y Holanda. Parece que este será otro año perdido para Europa.
¿Y en Estados Unidos?
RR: Mucho dependerá de la elección presidencial de noviembre. No se puede hacer una predicción, pero me arriesgaría a decir que el presidente Barack Obama va a lograr su reelección. La economía estadounidense comienza a presentar indicios de recuperación, lenta e insuficiente en creación de empleo, pero tiene condiciones de ganar algo de ritmo y de contenido en los próximos años.
Desalentador panorama, entonces.
RR: Este año y el próximo no tendremos grandes diferencias en cuanto a la dicotomía que hemos vivido en los últimos tiempos. La economía del Sur sigue creciendo, particularmente en China, India y otros países asiáticos, y en consecuencia también en países latinoamericanos y de Oriente Medio. No veo en el horizonte ni un peligro muy grande de una catástrofe como la de 2008 con la caída de Lehman Brothers, ni una recuperación muy halagüeña.
¿Será una larga espera?
RR: Como ocurrió en los años 30, esa recuperación tardará. La plena recuperación de la economía mundial como un todo no va a verificarse antes de unos cuatro o cinco años.
¿También en América Latina?
RR: No. Eso no quiere decir que otras regiones no puedan recuperarse antes. Hay que tener presente que en los años 30, con excepción de algunos casos, como Argentina, que sufrió más por su dependencia de las exportaciones a Gran Bretaña y por su decisión de intentar pagar la deuda, los demás países latinoamericanos tuvieron una buena situación, como Colombia, Brasil, Chile, Perú y México.
¿El panorama actual es parecido?
RR: Hoy veo dos diferencias a nuestro favor. Primero, en 1930 no existía el actual fenómeno de las economías de China, India y otros países asiáticos. El mundo dependía básicamente de los países industrializados. La segunda diferencia es que en los años treinta los latinoamericanos ya empezábamos con un endeudamiento exterior muy fuerte. De esa manera, la gran mayoría de los países de la región no podían pagar sus compromisos.
Esta vez estamos comenzando la década en una situación incomparablemente mejor. Con buenas reservas, bajo nivel de deuda y una situación interna más favorable en términos de crecimiento, de empleo y de mejoras de índices sociales. Hablo de la situación en países como Brasil, Chile, Argentina y Perú, no tanto de los que dependen más directamente del mercado de Estados Unidos, los países del norte de la región.
Las negociaciones internacionales tropiezan con serias dificultades en cuestiones como desarme, comercio y ambiente. ¿Cómo ve el sistema multilateral?
RR: Muy mal porque es cierto, prácticamente en todos los grandes temas se verifica una parálisis.
¿Las razones?
RR: Existen dos fenómenos que se superponen. Uno es de coyuntura: la crisis económica que tarde o temprano habrá de desaparecer. Otro es más profundo. Hace años que estamos asistiendo a un traslado del eje de la economía mundial y de la demografía mundial, del Atlántico Norte hacia el Pacífico asiático.
Ese es un fenómeno que el gran historiador francés Fernand Braudel (1902-1985) hubiera llamado de una tendencia secular, de largo, larguísimo plazo, como fue el traslado del eje del comercio mundial desde el Mediterráneo hacia el Atlántico en el siglo XVI, en el momento de los grandes descubrimientos.
¿Es irreversible ese desplazamiento del poder?
RR: No va a detenerse. Al contrario, las crisis de coyuntura lo aceleran, lo refuerzan. En la medida en que Estados Unidos se debilita económicamente es obvio que eso favorece mucho la acumulación de reservas y de poder financiero de países como China.
Es en esos momentos de la historia, muy raros, que ocurren una vez cada dos o tres siglos, cuando hay un cambio en la distribución mundial. Y en esos momentos es difícil que haya consenso para afrontar las cuestiones más profundas en los foros multilaterales.
Deme más detalles de ese fenómeno
RR: Hasta una fecha reciente el mundo Estados Unidos era el árbitro que decidía. Era la potencia hegemónica que garantizaba el orden económico liberal. Desempeñó ese papel desde fines de la Segunda Guerra Mundial con la reorganización del sistema económico y financiero -la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial y del antecesor de la OMC, el Acuerdo General de Comercio y Aranceles (GATT)- y del sistema político a través de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Durante el largo período de la Guerra Fría, Estados Unidos siguió siendo el país que garantizaba la producción de resultados en las grandes conferencias, de las cuales salieron los llamados regímenes internacionales. Tanto es así que cuando Estados Unidos se abstenía, como en el caso del derecho del mar, el asunto no caminaba.
¿Cuál es la nueva realidad?
RR: Hoy Estados Unidos comienza a reevaluar sus posiciones, a sentirse más llamado a los problemas internos, a cambiar su estrategia militar. Los estadounidenses están trasladando el énfasis desde Oriente Medio, de los temas islámicos, a Asia. Y comienzan a darse cuenta de que el gran adversario estratégico, a largo plazo, es China. No es Al Qaeda ni los islamistas.
Entonces, en ese proceso no aparece nadie que pueda desempeñar ese papel de árbitro. Es lo que se ve en los episodios de Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y también en las otras grandes negociaciones internacionales.
¿Es un traspaso de poder inminente?
RR: No, no veo a corto plazo la posibilidad de cambio. Si Obama es reelegido estará más atento a los problemas internos, como lo viene haciendo. Y chinos e indios aún tienen desafíos muy grandes en sus países. No están listos ni quieren asumir ese peso de responsabilidad.
Es un momento muy difícil, que corresponde a la definición de crisis del gran pensador marxista italiano Antonio Gramsci (1891-1937). Decía Gramsci que la crisis es el momento intermedio en que el mundo viejo termina de morir y el mundo nuevo tiene dificultad para nacer. En esa etapa intermedia todo tipo de síntoma de morbidez sube a la superficie.
Es lo que estamos viviendo. Incluso el hecho de que aun los países industrializados empiezan a discutir la crisis del capitalismo. Pero no encuentran una salida porque son las mismas personas las que han creado la crisis y las que siguen dando las cartas.
¿Confía en que habrá alguna reacción?
RR: Vamos a tener una historia agitada en los próximos años. No en el sentido de un conflicto mundial, sino en ese tipo de cosas que estamos viendo: insatisfacción, indignación, deseo de cambio. Lo que no es negativo, porque nunca hay que perder de vista que la historia se mueve en momentos de dificultades.
No llego al punto de decir, como los marxistas, que la violencia es la que hace mover la historia. Pero la insatisfacción lo es. Es la raíz de los grandes cambios mundiales, como la Revolución Francesa, la Reforma religiosa, el Renacimiento. Había entonces una insatisfacción con la vida que se llevaba.
¿Y en la actualidad?
RR: Esa insatisfacción social puede ser altamente creativa. Es perturbadora para los que viven esos momentos pues es algo que cuestiona todos los valores, todos los hábitos, pero es creativa.
No creo que sea malo que la gente no se sienta satisfecha con un sistema tan basado en la injusticia y en la falta de igualdad. Hay que rebelarse contra lo que han hecho y siguen haciendo los banqueros.
Por eso he dicho: viva los hombres y las mujeres que luchan por una economía con más equidad, justicia y equilibrio. No hay que resignarse a eso.
¿Puede la crisis afectar la supervivencia de las organizaciones multilaterales?
RR: Particularmente la ONU ha demostrado una gran flexibilidad. Le cito dos episodios. En 1971, cuando China comunista fue admitida y pasó a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad, se decía entonces, en la época posterior a la Revolución Cultural, que iba a producir una gran inestabilidad en el mundo. Y no fue lo que ocurrió.
El segundo: el fin del comunismo produjo un cambio total en el mapa del mundo. La Unión Soviética se deshizo en no sé cuantos pedazos. La federación yugoslava también. Y todo eso sucedió con un grado de violencia relativamente contenido, menos en el caso de los yugoslavos, por otras razones.
En ambos momentos lo que se vio es que las organizaciones, en particular las de la ONU, han sabido acomodarse a los cambios. Lo malo es cuando la organización es tan rígida que no puede amoldarse y perece. La ONU tiene esa flexibilidad, lo que a veces causa mucha perplejidad e insatisfacción.
¿Cree que las organizaciones financieras, como el FMI, el Banco Mundial y la OMC, van a sobrevivir intactas?
RR: No. Yo espero que ese movimiento de cambio modifique no solo la economía interna de los países, en un sentido que la aleje de ese fundamentalismo de mercado, sino que cambien también las instituciones que han representado ese espíritu fundamentalista.
Y para eso, el papel principal ha de corresponder a las personas en el mundo -no solamente en el Sur- que tienen conciencia de ese problema, de que no se puede continuar con una organización que conduce a un crecimiento más elevado de la desigualdad.