El G20, que reúne a los líderes de los países ricos y emergentes, no encuentra salida a la llamada guerra de divisas, la devaluación de monedas para fomentar exportaciones. Este jueves en Seúl (Corea del Sur) tendrán que dar una respuesta que concilie actuaciones dispares que han devuelto el proteccionismo al primer plano.
La Unión Europea ya pidió que esta cumbre del G20 fuera el ejemplo de coordinación internacional para dar una salida ordenada a la crisis. De momento, ocurre todo lo contrario. En las reuniones previas a la reunión «no ha habido acercamiento alguno», según ha explicado el portavoz de la cumbre, Kim Yoom-kyung.
La propuesta de Estados Unidos de limitar al 4% los desequilibrios por cuenta corriente en el PIB ha sido ya rechazada por Alemania, China y Japón. Barack Obama llega a la cumbre desautorizado para hacer propuestas que reequilibren los mercados, tras la decisión de la Reserva Federal de inyectar 600.000 millones de dólares en la economía. La repercusión inmediata ha sido una revaluación del dólar con respecto al euro.
Obama niega que quiera ventajas competitivas en el comercio mundial, con el argumento de que el crecimiento económico en Estados Unidos tendrá buenas consecuencias para la economía mundial, pero ha recibido críticas severas por parte de la Comisión europea y del presidente del Eurogrupo. Hasta el ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, opina en Financial Times que la medida de Washington persigue devaluar su moneda.
Con este panorama, se ha llegado a un sálvese quien pueda. Japón, Brasil y Corea del Sur están siguiendo esos mismos pasos y China, hasta ahora objetivo unánime de las criticas por devaluar artificialmente el yuan, se ve reforzada en su postura. El presidente Hu Jintao ha dicho que «cada país asuma sus responsabilidades y haga frente a sus propios problemas».