Hay una anécdota que explica como cada bando ha contado la historia de manera diferente. Los argelinos dicen que los colonos que abandonaban el país quemaban los coches para que no los pudieran utilizar los árabes. Los franceses aseguran que los estibadores del puerto los lanzaban al mar, para que no se los puedieran llevar. Eso sólo quiere decir una cosa, que 50 años después, por suerte, hay muchos actores de la tragedia que están vivos. La televisión francesa y la argelina, igual que el resto de medios de comunicación, han ido a buscarlos para que expliquen sus recuerdos.
El 5 de julio llega a la capital argelina la «caravana de la memoria». Un convoy de seis autobuses con jóvenes que han recorrido distintas provincias del país para reunirse con representantes de la generación que participó en la guerra de liberación (1954-1962). No sabemos si habrán podido escuchar a Abdelmadjid Azzi, un antiguo combatiente de la wilaya III, en la Kabilia, (la región montañosa del este de Argelia), que se queja porque «pensábamos que Argelia iba a ser un país democrático donde los ciudadanos pudieran vivir libremente, pero todos los que tomaron las armas contra Francia y también la población que sufrió la guerra, han sido apartados del gobierno». Otro excombatiente, Louisette Ighilhariz, ahonda en el mismo sentido «el país está marcado por la mala gestión y la corrupción».
El 70 por cien de los 37 millones de argelinosque viven en el país tiene menos de 35 años, el paro supera el 20 por ciento y la inflación anual es del 6,4 por ciento, según fuentes del Fondo Monetario Internacional. Su riqueza nacional, los hidrocarburos no ha repercutido en la sociedad y la política está marcada por las viejas élites que todavía ostentan el poder, con un sistema político obsoleto y peleas internas. 50 años después Argelia es el único país de la zona que consiguió sofocar desde un principio la incipiente primavera árabe. El aniversario de la independencia tiene para muchos un sabor agridulce.
Tras la independencia, Argelia vivió una política convulsa, con un golpe de estado en 1965 contra el primer presidente, Ben Bella, sustituido por su ministro de defensa, Houari Boumediane. El sucesor de éste, Chadli Bendjedid, tuvo que dimitir y en 1991 se anularon las elecciones legislativas tras la victoria de los islamistas. Una decisión que llevó al país a una década negra de guerra entre el ejército y los grupos islamistas. En esa lucha por el poder murieron unas 200.000 personas, la inmensa mayoría civiles cruelmente asesinados. Estos días se han cumplido 20 años de la muerte del presidente Mohamed Boudiaf, un asesinato todavía sin resolver.
El ex primer ministro, Ahmed Benbitour, escribía -hace unos días- en una crónica en el diario Liberté, «cinco decenios después de la independencia, estamos buscando una legitimidad, una estrategia política y un modelo de funcionamiento del estado». En este periodo el país norteafricano ha pasado del socialismo al liberalismo con un estado centralizado y controlador.
La colonización francesa duró 132 años. Se calcula que en los últimos meses de la contienda salieron de Argelia casi un millón de europeos. Muchos de ellos, pieds-noirs (palabra despectiva con la que los franceses se referían a los europeos que vivían en ese país), eran trabajadores, pequeños funcionarios, soldados o comerciantes, que fueron discriminados al regresar a Francia. Incluso tuvieron problemas para demostrar su nacionalidad porque sus papeles estaban en los registros civiles argelinos abandonados tras la independencia.
50 años después en Argelia hacen un balance poco positivo de los gobiernos que se han sucedido en este tiempo. No habrá desfile militar, ni balance gubernamental, aunque no faltarán los actos culturales y artítisticos. El país se ha convertido, para las potencias occidentales, en un eje importante en la lucha antiterrorista en la zona del Sáhara y el Sahel. Y Francia se ha convertido en un país multirracial que acaba de inaugurar una Asamblea Nacional, con una docena de diputados con estrechos lazos familiares con las ex colonias del norte de África. Todo parece indicar que algunos pieds-noirs han podido reivindicarse.