Son dos piezas para clavecín, un movimiento de concierto de unos cinco minutos de duración y un Preludio de un minuto, se encontraban al final del Libro de música de Nannerl, que Leopoldo Mozart hizo para su hija María Anna que entonces tenía 8 años. También contenía fragmentos que el joven Mozart utilizó en sus estudios y sus primeras obras.
En un principio las composiciones se habían atribuido a Mozart padre, Leopoldo, pero tras estudiarlas con atención se ha descartado esa posibilidad. Robert Levin, pianista de renombre mundial y profesor de Harvard, afirma que la importancia de este descubrimiento no ofrece dudas. Es conocido que los niños Mozart, tenían una técnica pianística extraordinaria y eso, según los expertos, es evidente en estos fragmentos, el intérprete debe de ser muy rápido, los cruces de manos y los saltos por el teclado indican que el autor quería hacer una demostración de lo que era capaz.
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