Lagarde tiene ya el apoyo expreso de las tres principales economías de la UE, Alemania, Reino Unido y Francia. La canciller alemana, Angela Merkel, ha dicho que Lagarde es una figura «excelente y experimentada para dirigir el FMI». Su ministro de Finanzas hablaba así de su colega francesa: «si presenta su candidatura, Europa tendría las mejores opciones a seguir ocupando el puesto».
También el ministro de Finanzas británico, George Osborne, ha elogiado la figura de la francesa: «nosotros la respaldamos porque es la mejor persona para el trabajo, pero yo también creo personalmente que sería algo muy bueno el ver a la primera directora gerente del FMI en sus 60 años de historia».
Sin citarla expresamente, también la vicepresidenta española, Elena Salgado, apostó por ver a una mujer al frente de la institución financiera internacional. Más dudas presenta su candidatura en su propio país por las rencillas políticas, pero ya habido compañeros de gabinete de Lagarde que han dicho que sería muy buena candidata.
Diplomáticos y economistas coinciden en valorar su papel, no solo en las reuniones europeas del Ecofin y el Eurogrupo, sino también con motivo de la presidencia francesa del G8 y G20, donde Lagarde parece haber dado muestras de cosmopolitismo y savoir faire. En 2009 fue nombrada mejor ministro de Economía de la UE por el diario Financial Times.
Para conseguir el cargo necesita, sobre todo, el apoyo de Estados Unidos y ella aporta también un punto de caché norteamericano. Ha vivido muchos años en Chicago y ha sido directiva del poderoso bufete Baker & McKenzie. El New York Times ya la presentaba esta semana como la favorita para sustituir a Strauss-Kahn. El rotativo recoge declaraciones de Kenneth S. Rogoff, antiguo economista jefe del FMI y ahora profesor en Harvard, quien dice de Lagarde que es «políticamente astuta, tiene una fuerte personalidad y en las reuniones de Finanzas de todo el mundo es tratada prácticamente como una estrella del rock».
Decisión no le falta. Ella misma ha contado cómo echó a los dirigentes de un banco franco-belga que necesitaba el rescate de los contribuyentes:«la dirección se va a la calle, han hecho un trabajo de mierda. Tienen que irse».
Un detalle de la personalidad de Lagarde es su fugaz pero simbólica aparición en Inside Job, el documental de Charles Ferguson que explica las causas y responsabilidades de la crisis económica mundial. Ahí aparece una impecable Lagarde para decir que solo conoció los hechos después de los hechos y cuando Matt Damon le pregunta qué pensó, ella responde con un término típicamente americano: «Holy cow» (algo así como «santo Dios»). Era mucho más que una frase hecha.
Ahora, con el apoyo en bloque de Europa y los elogios de Estados Unidos aparece una sombra en su currículo sin mancha, porque un fiscal francés investiga un supuesto caso de abuso de autoridad por parte de Lagarde en beneficio del exministro y empresario Bernard Tapie.
En cualquier caso, su pelea estará con los llamados BRIC (Brasil, Rusia, India y China) empeñados en aprovechar la oportunidad que les ha brindado Strauss-Kahn para dirigir el FMI. El peso relativo de cada cual será determinante. La mayor cuota en el Fondo la pone Estados Unidos, el 17%; los emergentes, el 12%; y las principales potencias europeas, el 20%.
Queda solo oficializar su candidatura. Lagarde no se ha pronunciado expresamente pero ha pedido consenso. Si es ella, ha dicho, «debe emanar de los europeos, que la acuerden todos juntos».