La cuestión es si la calidad y la seguridad de los alimentos se corresponde necesariamente con la fecha de caducidad que marcan los productores. Los criterios sanitarios se impusieron en su día en la UE para fijar una normativa extraordinariamente exigente que ahora se demuestra excesiva.
Los datos parecen señalar que cada día se desperdician miles de kilos de comida apta para el consumo porque su fecha de caducidad lo indica. En la Eurocámara se han propuesto diferentes fórmulas para arreglar ese sinsentido.
Los eurodiputados han propuesto desde ampliar directamente el tiempo que un alimento es consumible, hasta obligar a las empresas a indicar que el producto no es peligroso más allá de la fecha de caducidad o utilizar los alimentos caducados para producir biomasa. Hay quien sugiere repartir los alimentos sobrantes entre los más necesitados, cosa que según se ha oído en el Parlamento Europeo, ahora no se hace para evitar gastos de distribución.
¿Caducidad real?
La otra cara de la cuestión es que, por ejemplo, en España se contabilizan unos 15.000 casos anuales de infecciones por consumir alimentos en mal estado. En los últimos años, se han repetido las campañas de concienciación de los consumidores para respetar la fecha de caducidad marcada y se han establecido tres tipos de referencias:
•Los que no pueden conservarse más de tres meses deben indicar «consúmase preferentemente antes de» o «fecha de caducidad» seguido del día y el mes.
•Los alimentos que sí pueden conservarse más de tres meses deben indicar «consúmase preferentemente antes de» o «fecha de caducidad» seguido del mes y del año.
•Los alimentos que pueden conservarse más de 18 meses deben indicar «consúmase preferentemente antes del final de» o «fecha de caducidad» seguido del año.
La verdad es que es difícil saber con certeza la auténtica caducidad de un producto. Depende de la variación de la temperatura, de la transferencia física de sustancias al alimento, de los cambios bioquímicos o de la luz a la que se exponga.
Tristam Stuart, investigador de la universidad de Sussex, activista, autor del libro Despilfarro, asegura que «las fechas de caducidad no protegen al consumidor, sino a las compañías alimentarias de meterse en problemas legales». Se utilizan amplios márgenes de error y así las fechas de caducidad son exageradas.