El Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales (NRDC, por sus siglas en inglés) publicó un informe el lunes 20 de agosto instando a Washington a prohibir las perforaciones, señalando que Shell es incapaz de impedir y de limpiar eventuales derrames de petróleo.
Pero grupos de presión que apoyan a la empresa y miembros del Partido Republicano defienden el proyecto de exploración, señalando que el petróleo del Ártico aportaría a Estados Unidos recursos energéticos más baratos durante más de una década.
Shell admite que efectivamente no puede limpiar eventuales derrames de petróleo, y su barco de respuesta ante emergencias, el Arctic Challenger, no está en condiciones de resistir una tormenta en la zona.
El jefe de campañas en el Ártico de la organización ambientalista Greenpeace, Jackie Dragon, critica duramente la iniciativa de Shell. «Shell no puede mantener bajo control su equipo de perforación en un puerto protegido. ¿Qué pasará cuando se trate de olas de 20 pies de altura y hielo mientras perfora el Ártico?», pregunta Dragon.
«La compañía admite que el equipo de perforación no cumple con los estándares requeridos para evitar la contaminación del aire del Ártico» y «ha roto promesas sobre su plan de respuesta ante derrames de petróleo y sobre su preparación ante tormentas». Dragon insiste en que «No se puede confiar en Shell, y el presidente Obama no debería dejarle que lleve adelante su programa de perforación en el Ártico»,
La compañía, por otro lado, quiere aprovechar el tiempo que le queda del verano boreal para perforar. Si comienza ahora, tendrá que parar en octubre a más tardar, antes de la llegada de los hielos marinos.
Mientras, el gobierno de Obama y Shell siguen enfrascados en negociaciones sobre la autorización de las perforaciones. Los grupos ambientalistas esperan que, tras el desastre petrolero de la British Petroleum en 2010, en el Golfo de México, y la inspección en la que se constató que el Arctic Challenger carecía de determinadas medidas de seguridad, Washington no permita operar a la compañía.
El informe del NRDC señala ocho razones principales por las cuales Shell no debería perforar en el Ártico. Primero y antes que nada: la industria petrolera tiene un deplorable historial de derrames que nunca llega a limpiar cmpletamente. La catástrofe de 2010 en el Golfo de México es un vívido recuerdo de cuán grave pude ser un derrame y cuán duraderos sus efectos.
Lawrence Neil, portavoz del NRDC, nos explica que los derrames son algo prácticamente garantizado en la industria petrolera. Además, «no hay forma probada de mantener un equipo de perforación en el cambiante hielo del invierno del Ártico». Por tanto, operar en esa zona supone riesgos aun mayores de los habituales.
Por otra parte, el ruido generado por la perforación afectará especialmente a los mamíferos marinos, añade Neil, y los oleoductos podrían dañar áreas silvestres extraordinarias y hábitat fundamental para fauna y flora.
La falta de una rápida respuesta e infraestructuras en la zona es también causa de preocupación para los grupos ambientalistas, así como el hecho de que un derrame de petróleo o la simple incursión en la zona pueden causar la migración de los animales.
Entre las especies que estarían amenazadas por las perforaciones se encuentran las ballenas, los osos polares y diversas clases de aves, todas dependen del ecosistema helado para sobrevivir. Si Shell encuentra petróleo, otras compañías vendrán también a la zona.
El informe señala muchos impactos negativos más, como el incremento de los gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global. De todas formas, algunos creen que todo eso vale la pena.
Si se encuentra petróleo en la tundra, la dependencia estadounidense del oro negro extranjero disminuirá drásticamente. Los republicanos señalan que un descubrimiento de crudo en la región crearía miles de empleos y le daría impulso a la economía.
Grupos de presión y políticos insisten en extender el plazo para la perforación. Al frente de esta campaña se encuentra la senadora Lisa Murkowski, de Alaska, integrante del Comité de Recursos Naturales y Energía.
Pero Lawrence y otros ambientalistas alertan de que los riesgos son demasiado grandes. Para Lawrence, es simple. «Sin duda hay formas más directas de reducir la dependencia del petróleo extranjero que perforando nuestro océano prístino», y añade que «La perforación en el Ártico requiere de una gran inversión, incluso de recursos federales, para regular, supervisar y proveer servicios de emergencia», y esas inversiones podrían utilizarse «en otras fuentes de energía que no contribuyan al catastrófico cambio climático».