Entrevista con la investigadora de temas europeos Mercedes Guinea
Mercedes Guinea es profesora de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense y es investigadora de temas europeos desde hace 15 años. Con su compañero Francisco Aldecoa ha escrito «La Europa que viene: el Tratado de Lisboa», una obra en la que explican las posibilidades que da la nueva «constitución» de la UE para salir de un callejón que parecía no tener salida. En esta entrevista para euroXpress, repasa el momento que vive la Unión y su perspectiva de futuro.
euroXpress- Usted defiende que con el Tratado de Lisboa Europa va a cambiar y seguramente para mejor. ¿Hay razones para tanto optimismo?
Mercedes Guinea- El optimismo viene como consecuencia del largo proceso de reforma en el que estábamos. Hay que pensar que la adaptación de las instituciones europeas para responder a una serie de necesidades estaba aplazada desde 1996, desde el Tratado de Ámsterdam. El Tratado de Lisboa, después de muchas vicisitudes, ha conseguido poner en vigor todos los resultados del proceso constitucional que llevó a cabo la Convención. Por tanto, el optimismo viene de la mano de que estamos saliendo de lo que parecía un callejón sin salida, de muchos años de crisis e imposibilidad de ponernos de acuerdo sobre las reformas necesarias para afrontar los retos del futuro. Estoy convencida de que los cambios son de muchísimo calado, pero ahora el Tratado tiene que ser desarrollado, es una hoja de ruta, da unas pautas generales que tienen que concretarse en acuerdos políticos y textos jurídicos concretos.
eXp- ¿Qué tiene de bueno el Tratado de Lisboa?
M.G.- Es positivo porque trata, por primera vez, de hacer la gran reforma institucional que era necesaria por tres factores. El primero es la gran ampliación. El sistema institucional en sus bases generales no se había cambiado desde los tratados de Roma de los años 50. Evidentemente un modelo que funcionaba para 6 no funciona para 27. En segundo lugar, tenemos el problema de la democratización. Aquí se hacen políticas en las que todos estamos implicados. El 72 % de la legislación que nos afecta como ciudadanos se aprueba en Bruselas, no en Madrid. Así que es necesario reformar democráticamente este sistema político para abrir nuevos cauces de participación a los ciudadanos. Y el tercer gran desafío es que la UE está viendo relativizado su peso en la escena internacional. Y algo hay que hacer para que, con una sola voz, podamos defender nuestros intereses en el mundo frente a otros grandes grupos políticos como China, India, Rusia, Brasil o Estados Unidos.
eXp- El primer aspecto que menciona usted es la ampliación. ¿Está Europa preparada para recibir a nuevos socios?
M.G.- Con Lisboa, Europa sí está mejor preparada para recibir a nuevos socios desde el punto de vista de los mecanismos institucionales, es decir, hay procesos más eficaces, más transparentes y es más fácil tomar decisiones. Otra cosa es que Europa, como ciudadanía, como modelo político, económico y social, esté preparada para incorporar nuevos socios. Es un proceso de cambio político y cambio sociológico.
eXp- Parece que, antes o después, los problemas para la adhesión de los países de los Balcanes se superarán y con Islandia parece que la adhesión llegará a buen fin, ¿pero qué ocurrirá con Turquía?
M.G.- La adhesión de Turquía es una cuestión política y jurídica. La UE ha garantizado que Turquía accederá en caso de que cumplan los requisitos de Copenhague: respeto de los derechos fundamentales en un sistema que funcione democráticamente, una economía adaptada a las normas europeas y una capacidad demostrada de absorber el acervo comunitario. Pero querría subrayar que Turquía está muy muy lejos de cumplir lo fundamental del primer criterio, el respeto a los derechos humanos. Hay que ver las sentencias del Tribunal europeo de los Derechos del Hombre, que no tiene nada que ver con la Unión Europea y es absolutamente imparcial. Turquía, junto a Rusia, se lleva la palma de sentencias condenatorias. Si tenemos que respetar nuestros compromisos jurídicos, Turquía tiene muchos deberes que hacer para plantearnos seriamente la adhesión desde un punto de vista político.
eXp- ¿Por qué va a ser más democrática la UE con el Tratado de Lisboa?
M.G.- La reforma institucional ha tenido dos ejes fundamentales: ganar en eficacia y ganar en democracia. El presidente estable y Alta Representante son figuras permanentes para garantizar un funcionamiento constante. No sólo eso. En términos democráticos ahora el Parlamento europeo tiene un papel fundamental, comparte plenamente con el Consejo el poder de decisión y de aprobar el presupuesto. Tenemos un legislativo compuesto por los representantes de los Estados miembros en el Consejo y por los representantes de los ciudadanos elegidos en el Parlamento. Y son necesarias las dos Cámaras legislativas, si podemos llamarlas así, para aprobar la legislación europea. Por tanto, nuestra decisión en las elecciones europeas, cada cinco años, determina el sentido de las políticas europeas.
eXp- ¿Cree usted que las perspectivas abiertas en la política exterior europea tienen una imagen y una actuación adecuada en la "ministra" de Asuntos Exteriores, Catherine Ashton?
M.G.- Hay que distinguir entre la nueva figura institucional que se crea y la persona que se ha nombrado para ocupar el cargo. Pero, en ambos casos, hay que comenzar por matizar que estamos en un periodo de transición, donde todavía no se puede ver los resultados de esta innovación. A la señora Ashton se le piden actuaciones, sin que todavía tenga una administración. Estamos intentando fusionar en el Servicio Europeo de Acción Exterior dos administraciones que tenían a dos personas al frente muy relevantes en la escena internacional: la de Javier Solana, en el Consejo, y la de la comisaria Benita Ferrero. A Ashton, de un día para otro, le hemos pedido que reemplace a los dos, y a la Presidencia de turno de la UE, sin darle los medios, ni el presupuesto, ni las funciones, ni la gente. Por eso es injusto juzgar a Asthon por lo que no puede hacer, sencillamente porque no tiene los medios para llevar a cabo una tarea titánica. Vamos a darle tiempo, porque además ahora está volcada en una tarea que no se ve, un trabajo difícil de valorar por la opinión pública, como es la creación del Servicio europeo de acción exterior.
eXp- Esa nueva diplomacia europea es la primera oportunidad de reforzar la política exterior y, sin embargo, se está montando con peleas entre las instituciones, por una parte, y los Estados, por otra, por ver quién organiza y quién manda...
M.G.- No. Estamos creando una administración y luego se formulará la política. No hay que entender los rifirrafes sobre la institución como un fracaso más de los Estados miembros en política exterior. Según van los debates, podemos anticipar que va a ser una nueva institución independiente del Consejo y de la Comisión, pero con vínculos con ambas, su diseño debe reflejar una gran ambición pero la negociación es delicada. En un periodo de desarrollo constitucional es normal que tengamos un debate vivo. Y en cualquier debate sobre el reparto de funciones y de poder, es lógico que haya tiras y aflojas, que se trate de defender intereses propios por parte de instituciones y Estados. No es una señal de fracaso: sólo hace falta esperar que tengan todos la generosidad de mirar por el bien común.
eXp- Sin embargo, da la impresión de que los grandes de la Unión siguen mandando , que el interés nacional continúa estando por encima del interés supranacional.
M.G.- No creo que sea así. La UE funciona porque hay un interés supranacional, pero no es un interés supranacional abstracto, sino que surge de la conciliación de los diferentes intereses nacionales. Es cierto que unos tienen siempre más posibilidades de introducir sus prioridades, por peso político, económico o demográfico, pero hay países diminutos que tienen una enorme capacidad de influencia. Luxemburgo es un ejemplo. Si por algo se caracteriza la política europea es porque todo se negocia, con 27 visiones diferentes, y se llega a resultados.
eXp- El Tratado de Lisboa plantea una Europa social y sostenible. ¿Es posible hacerlo desde un punto de vista estrictamente europeo?
M.G.- El Tratado incluye la Europa social, por primera vez, como objetivo de la Unión, pero es más una declaración de principios que no va acompañada por nuevas competencias en materia social. Es cierto que en la negociación no se consiguió más en el ámbito por las divisiones entre socialistas y conservadores. Pero dentro de estos principios generales se pueden adoptar políticas más sociales o más liberales en el marco de las competencias existentes y eso depende de los políticos que toman las decisiones. Hay que pensar que tenemos un Consejo y un Parlamento dominados por la derecha, lo que en principio parece que no favorece una Europa Social, pero tenemos una fuerza que barre a favor. Por la crisis económica se ha revalorizado enormemente el discurso social. El Parlamento europeo para elegir a Barroso le exigió en julio que renovara su programa y es la condición con la que le dio el ok. Pero eso no es el campo del Tratado, es el campo de los líderes políticos y de lo que pueden hacer en función de su ideología y del mandato que hayan recibido de los ciudadanos.
eXp- Por contemplar tantas excepciones para los países, el Tratado ha plasmado una fórmula de Europa a la carta. ¿No le quita validez?
M.G.-No, simplemente facilita la posibilidad de crear cooperaciones reforzadas. Es una reacción lógica a la ampliación. No se puede permitir que por el incremento de Estados miembros, que tienen algunos de ellos además unos niveles económicos más bajos y un compromiso europeo diferente, se impida que otros ahonden su cooperación en nuevos ámbitos. Las últimas grandes hazañas de la integración, como la seguridad interior en el Espacio Schengen o la unión monetaria, han funcionado por cooperaciones reforzadas. Realmente si queremos seguir haciendo cosas, por ejemplo en defensa, para dirigir las operaciones de gestión de crisis, hay que saber que tendremos que hacerlo unos pocos. Sabiendo que es algo abierto a todos los demás Estados en el momento en que deseen adherirse, es positivo.
eXp- Cuando usted habla de una nueva Europa, ¿cree entonces que el Tratado es la herramienta para conseguirlo?
M.G.- No es tanto una organización diferente, sino un reforzamiento de la estructura política existente. Lisboa introduce muchísimos elementos de cambio en los cimientos de la construcción europea. Es una buena respuesta a los desafíos desde el propio modelo político y social europeo. Se suele olvidar subrayar que el tratado hace vinculante la Carta de Derechos Fundamentales de la UE y es muy importante, no sólo porque el ciudadano vaya a tener mayor protección frente al poder público europeo, sino también porque, a efectos de visibilidad, los derechos fundamentales son nuestras señas de identidad.
eXp- Sé que es una observación recurrente, pero el ciudadano suele ver más retórica que hechos en todo lo que concierne a la Unión europea, ¿por qué?
M.G.- Falta pedagogía y explicación. A los ciudadanos no se nos cuenta bien la relevancia real de las decisiones europeas en nuestra vida cotidiana. Dice el ex presidente de la Comisión, Jacques Delors, que la esfera política europea es muy amplia y hay que comunicar en clave nacional, pero los responsables son los gobiernos nacionales y no ejercen esa responsabilidad. No se nos dice que el papel de los gobiernos en muchas áreas es negociar en Bruselas. Por otro lado, es sorprendente que en los planes de estudio de primaria o secundaria la UE no ocupe un lugar importante. Somos ciudadanos europeos igual que ciudadanos españoles y no se enseña qué poderes públicos están determinando el sentido de nuestra vida como ciudadanos.