La presidencia polaca de la UE, que está pasando su semestre de mandato europeo oculta por la crisis financiera, ha organizado una conferencia en Varsovia, donde se ha puesto de manifiesto el desfase demográfico de Europa de cara a un futuro inmediato y el papel de la inmigración de países terceros para mantener el nivel de vida europeo.
A Polonia el problema le toca directamente. De ser país exportador de inmigrantes a los viejos Estados de la UE, tras la caída del comunismo y la entrada en la UE, se ha convertido en país acogedor de extranjeros, sobre todo, bielorrusos y ucranianos, pero también rusos, georgianos o moldavos, que buscan mejorar su situación económica, allí donde se crece con relativa rapidez y donde la crisis no ha afectado de lleno. Además es foco receptor de solicitantes de asilo de ciudadanos que huyen de Chechenia u otros lugares y que no son acogidos con estándares de dignidad, según consta a la Agencia para los Refugiados de la ONU.
Se calcula que hay medio millón de inmigrantes irregulares en Polonia. El gobierno ha aprobado una ley que regulará su situación a partir del 1 de enero de 2012. Será una amnistía para los ilegales que puedan probar que han residido en el país durante dos años ininterrumpidamente.
Es solo un ejemplo de cómo los socios de la UE de Europa Central y Oriental, desde la adhesión, han sido punto de partida de trabajadores a otros países más ricos y ahora, punto de destino desde países terceros.
La población europea, insignificante en el mundo
Se calcula que en 2060 Europa tendrá 79 millones de habitantes menos que ahora. En 1900 la población europea representaba una cuarta parte de la población mundial, en 2050 será solo el 4% o 5% y países vecinos como Turquía o Egipto superaránlos 100 millones de habitantes. Desde esa perspectiva parece imprescindible que la integración de los inmigrantes es necesaria, no sólo por la importancia de la demografía, sino también por su contribución al crecimiento de la economía.
Como ocurrió en las pasadas décadas en Europa Occidental, tampoco los socios del Este están preparados para hacer frente a un aluvión de inmigrantes. En la conferencia de Varsovia, ha quedado patente que el multiculturalismo tiene que repensarse y que hay que aprender de la experiencia de los socios más antiguos de la UE para afrontar un desafío que ya está aquí. Sin embargo, no parecen existir fórmulas de éxito comprobadas y tampoco en este caso los expertos aportan soluciones definitivas.
Esto ocurre cuando aún se viven las consecuencias del fenómeno contrario, la emigración de la generación anterior a los viejos países de la UE y la situación de los llamados eurohuérfanos, los hijos de trabajadores que emigraron y se quedaron en sus países de origen. Los expertos hablan de familias rotas, en las que los niños ven interrumpida su adaptación social, tienen falta de apoyo emocional y falta de cultura de aprendizaje. Solo en Polonia, se estima que hay 110.000 niños y jóvenes en esa situación.