«Pienso que en las escuelas no se ofrece la educación ideal para los niños», nos dice Rodríguez, convencida de que son los padres los que deben organizar el aprendizaje al ritmo de los intereses y necesidades de sus hijos. Ulises tiene hoy 17 años y quiere estudiar diseño gráfico.
Otras parejas que educan a sus hijos en los hogares nos comentan que no buscan dar una solución al sistema escolar tradicional ni pretenden criticarlo ni sustituirlo. Solo piden que las leyes reconozcan esa alternativa para facilitar la obtención de certificados académicos y la eventual incorporación a la enseñanza presencial de los niños, niñas y jóvenes.
«Queremos que se desarrolle un marco legal que dé amparo y cobertura a las familias que eligen esta forma de educar y se acabe así con la persecución que algunas están sufriendo», indica el profesor Manel Moles, miembro de la Coordinadora Catalana para el Reconocimiento y la Regulación de la Educación en familia, nacida en Gerona en 2007.
Algunas familias han sido denunciadas ante las instituciones por la no escolarización de sus hijos argumentando abandono o absentismo escolar, pero muy pocas han llegado a los tribunales. La legislación española prevé 10 años de educación básica obligatoria y esa escolarización se entiende que es presencial, aunque no hay ninguna disposición que diga que la enseñanza en los hogares no está permitida.
La última sentencia en esta materia del Tribunal Constitucional data del 2 de diciembre de 2010 y en ella se le quita la razón a unos padres residentes en Málaga y se les obliga a llevar a sus hijos menores a la escuela.
La educación en familia en Europa, escuela en casa o «homeschooling» por el término procedente de Estados Unidos, es legal en Austria, Dinamarca, Irlanda, Italia, Francia y Portugal, según la tesis a la hemos tenido acceso. «El homeschooling en España: Descripción y análisis del fenómeno», del doctor en pedagogía Carlos Cabo.
El modelo está arraigado en Estados Unidos y en Gran Bretaña y se prohíbe en Alemania y Suecia. Una integrante de la Asociación para la Libre Educación (ALE), que prefirió el anonimato, nos dice que en España hay alrededor de 2.000 familias que educan en casa y que el número crece a medida que se conoce más esta opción.
Una madre, educadora en casa de tres hijos, explica que, pese a los estereotipos de «homeschooling» por motivos religiosos, es un fenómeno plural escogido por familias de clase media, de diferentes ideologías y variadas metodologías. Mientras unos se encargan íntegramente de la enseñanza de sus hijos, otros acuden a la ayuda de un profesor.
Hay parejas que deciden de entrada no escolarizar a sus hijos, mientras que otros llegan al «homeschooling» debido a problemas de desatención, fracaso o acoso en la escuela pública o privada o bien necesidades educativas especiales. «Mi hija de tres años se aburría en clase, terminaba rápido sus tareas y lloraba. Ahora avanza en casa y es feliz», afirmó la integrante de ALE.
Para Isabel Rodríguez, la ley trata de proteger a los niños salvaguardando su derecho a la educación, «pero se queda estrecha» al no reconocer opciones alternativas, como la educación al margen del sistema escolar.
«No hay pedagogías, sino seres humanos», comenta una madre que educa en casa a sus tres hijos de entre tres y 15 años y que prefirió el anonimato. Otra de las reclamaciones de estas familias es disponer de una vía para que sus hijos obtengan el título de la Enseñanza Obligatoria a los 16 años, como el resto. Actualmente, los niños «homeschoolers» deben esperar a los 18 años para presentarse al examen.
«Es una penalización de dos años totalmente injustificada y que impide que estas personas puedan continuar sus estudios superiores por un mero trámite burocrático», denuncia Moles, autor del libro «No quiero ir a la escuela».
Una de las críticas más fuertes contra la educación en casa es la que apunta a la falta de socialización de los niños. Sin embargo, «los padres somos los primeros interesados en que se relacionen», argumentó Moles, y por ello asisten a clases extraescolares, talleres y se integran en la comunidad.
ALE, que agrupa a familias que educan en el hogar, organiza periódicamente reuniones. «Yo hubiera preferido ir al colegio porque me perdí el contacto con otros niños», nos dice una mujer que prefiere que no aparezca su nombre, recordando cómo su madre, maestra de profesión, no la llevó a la escuela hasta los nueve años.
También en España hay familias que matriculan a sus hijos en escuelas de otros países, donde la educación en casa está normalizada para acceder a una titulación que se pueda convalidar, pero se topan con problemas para que se reconozca, advierte la abogada Laura Mascaró, madre «homeschooling» y presidenta de la Plataforma por la Libertad Educativa.
El Ministerio de Educación cuenta con el Centro Oficial de Educación a distancia, pero está dirigido a niños y jóvenes que trabajan en el circo o ejercen profesiones como cantantes o actores o deportistas de élite, que les obliga a trasladarse de residencia con cierta frecuencia.
Mascaró, que acaba de regresar a España tras visitar México, Puerto Rico, Argentina, Uruguay y Colombia, explica que en esos países, así como en Chile y Perú, «ni se reconoce ni se prohíbe la educación en casa. Se permite porque hay un vacío legal y no se produce ningún tipo de registro ni control».
Según la abogada, este fenómeno está creciendo en América Latina. En Uruguay está comenzando ahora y en México lo practican sobre todo familias católicas y evangélicas.