Algo se mueve en Europa, o deberíamos decir en Berlín, cuando Merkel accede a viajar a Roma y hacerse la foto con el presidente francés, François Hollande, que quiere sacar de sus casillas a la alemana y con Monti y Rajoy, dos líderes del díscolo sur europeo, que por mucho que recortan y ajustan no consiguen la estabilidad financiera deseada por pura desconfianza de los mercados.
De Roma salió la propuesta que los Big Four del euro llevarán al Consejo Europeo: la inversión de 130.000 millones en medidas para fomentar el crecimiento y el empleo en Europa. La cumbre de los 27 tiene así un titular garantizado, al que habrá que llenar de contenido para convencer a una ciudadanía harta de pasos adelante y atrás en cuatro años de crisis.
Pero la reunión de los jefes de Estado y de gobierno de la UE promete más. La crisis bancaria española ha revivido la necesidad de que la eurozona tenga una unión bancaria y eso compromete la consecución de una unión fiscal. Salir de esa espiral de imposibilidades sería la verdadera noticia de la cumbre.
Integración vs soberanía
La unión bancaria, que establecería una autoridad de auténtica supervisión comunitaria con poder real de decisión, habría evitado la sucesión de crisis financieras que han vivido los países del euro desde 2008. La Comisión Europea propone que, además, cuente con un fondo de garantía de depósitos común y un mecanismo de resolución de crisis.
Pero el vínculo entre unión bancaria y unión fiscal es inevitable. Según anunció Der Spiegel, los jefes de las instituciones comunitarias han preparado una propuesta, por la que los países miembros del euro no podrían endeudarse de manera independiente, sino con el consentimiento de sus socios europeos, es decir, la soberanía sobre la deuda pasaría al conjunto de la UE.
Ahí se pincha en hueso, una vez más, por más que la canciller alemana repita estos días que hay que ceder poder a Bruselas y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, diga hoy en la prensa alemana que «hasta ahora los países miembros tenían casi siempre la última palabra. Eso no puede seguir así. Debemos ceder a Bruselas más competencias en áreas políticas importantes, sin que los Estados nacionales puedan bloquear las decisiones».
El gobierno alemán, aislado en su concepción de resolución de la crisis basada exclusivamente en la austeridad, abre puertas a Europa y en la cumbre de esta semana podría dar señales de dejar respirar a los pobres con la aceptación parcial de alguna forma de eurobonos, mutualizar la deuda europea para evitar el acoso de los mercados a las economías más inestables.
Otro de los asuntos recurrentes en la UE estará sobre la mesa de los 27: el impuesto sobre las transacciones financieras, sobre el que ya se ha dado un paso importante, cuando diez países del euro han decidido avanzar en su implantación, mediante una cooperación reforzada, ya que el acuerdo general se hace imposible, por la oposición británica, en primer lugar, pero también por las dudas de otros socios comunitarios, que temen una fuga de negocio de Europa si esa tasa Tobin no se establece a nivel global.
Y si los grandes asuntos de fondo se airean, las prioridades no se pueden ocultar. El rescate bancario español obliga a discutir otro asunto directamente vinculado con el primero, pero más acuciante: que la UE pueda recapitalizar directamente a los bancos, sin pasar por los Estados, para romper el vínculo entre deuda bancaria y deuda soberana. El ministro español de Economía, Luis de Guindos, que presentará la solicitud oficial de rescate bancario este lunes, insistirá en ello en el Consejo, con el aval del Fondo Monetario Internacional, cuya directora gerente, Christine Lagarde, apoya la idea y pide a Europa soluciones «creativas».
Las expectativas del Consejo Europeo son muchas y ya algún alto funcionario alemán ha dicho que «habrá que enviar algún mensaje» para no defraudar. Habrá que estar atentos, Alemania tiene nuevo eslogan: «Más Europa».